Grisel Filipini
“Una casa de muñecas”, de Henrik Ibsen, en el Teatro 25 de Mayo de Buenos Aires
Instituto del Desarrollo Humano, UNGS
Nos sentamos en el teatro a esperar que la función comience y observamos un moño blanco en el centro del telón, como si lo que fuéramos a ver se tratara de un regalo envuelto por esa gran tela roja. Luego se apagan las luces. El telón se corre y nos deja ver una representación exacta de una casa de muñecas, con un papel tapiz en tonos rosas, con muebles que hacen juego, un calendario que marca el 24 de diciembre, un perchero y un reloj.
Una casa de muñecas, bajo la dirección y adaptación de Lorena Ballesteros, mantiene la esencia de la obra original de Ibsen y demuestra que los clásicos tienen algo que los vuelve actuales y que nos permiten seguir trabajando con ellos. Nora sigue siendo la protagonista, preocupada por verse bien para su marido y sus visitas. Torvaldo se deja llevar por las adulaciones de su mujer, a quién en muchas ocasiones llama “muñequita”, “alondra” y “ardillita”. Esta adaptación, al igual que la obra original de Ibsen, busca representar y criticar las injusticias de la sociedad que reserva para las mujeres las tareas del hogar como el cuidado de lxs niñxs y que considera que el trabajo es solo para los hombres.
Las actuaciones del elenco (Malena Figó, Marcelo Mininno, Yanina Gruden, Martín Urbaneja, Pablo Caramelo y Karina Antone) traen a los personajes de Ibsen a la vida de una manera alegre, juguetona, cómica, pero que no falla en ser potente y catártica en los momentos de mayor tensión y conflicto. Se hace justicia a la sutileza y los matices presentes en los personajes en una obra donde lo gestual se pone en primer plano dado el minimalismo de la utilería en la puesta en escena.
A través de este cuidado en la caracterización de cada personaje, así como de la selección musical y de vestuario, esta propuesta reactualiza el texto. La escena final resulta impactante, el cambio de los personajes se ve progresivamente en escena. Nora, luego de bailar la tarantela, habla con su amiga, quien le dice que, si bien Krogstad no la denunciará, la carta que revela todo lo ocurrido sigue en el buzón. En la primera parte de esa escena final se percibe una Nora aún sumisa, que se deja gritar e insultar por su marido que la reprende como si fuera una hija más. En la segunda parte, Nora parece agotada, confundida, reflexiva y Torvaldo, como un doble de Dr Jekyll y Mr Hyde, la perdona, le dice que el peligro ha pasado y que ya todo está bien. Pero sabemos que eso no es verdad, ya no hay vuelta atrás y será Nora quien cerrará la puerta de esta casa de muñecas.
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