EFE
Entrevista a Marcelle Ferreira Leal
“Tenemos que apropiarnos de quienes somos, de quienes queremos ser y de quienes fuimos”
Instituto del Desarrollo Humano, UNGS
En el marco del curso de extensión de la Universidad de Buenos Aires, “Desplaza-mentes: las mujeres negras en la Literatura Brasileña”, dictado por Marcelle Ferreira Leal durante el mes de septiembre de 2020, tuve la experiencia de conocer una posible conceptualización para pensar América Latina desde otro lugar. A partir de este encuentro, consideré una buena oportunidad invitar a Marcelle a participar de una entrevista para el Número 2 de la revista Umbral para conversar acerca de su tarea como investigadora y para pedirle que sugiriera líneas de lectura y de investigación a les estudiante y graduades del Profesorado en Lengua y Literatura de la UNGS.
Marcelle Ferreira Leal es licenciada en Letras (portugués-español) por la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ), magister en el área de Teoría de Literatura y Literatura Comparada por la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ) y realizó el doctorado en Teoría Literaria por la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ). Es una mujer negra, primera generación que cursó la enseñanza superior de una familia obrera de Bento Ribeiro, un barrio periférico perteneciente a lo que se designa como “suburbio carioca”. Hija de padres vendedores, creció junto a su abuelo materno, un enamorado del samba, quien influyó enormemente en su relación con las palabras. Desde niña, adoraba las tizas y pizarras, y disfrutaba mucho tiempo jugando a ser profesora, lo que le hizo elegir esta profesión. Actualmente, sus temas se desarrollan alrededor de las producciones literarias y críticas de mujeres negras brasileñas.
Para comenzar, ¿querés hablarnos acerca de tu objeto de estudio? ¿Qué autoras estás trabajando, qué obras en específico, y a partir de qué marco teórico principal?
Actualmente me dedico a la producción literaria y crítica de mujeres negras latinoamericanas, especialmente las brasileñas. La idea es pensar los movimientos que estas mujeres provocan cuando ellas se insertan en el cuerpo literario y todo lo que mueven en esta estructura hegemónica. Es este movimiento que desplaza la visibilidad de la gente en el que estas mujeres se apropian de la literatura, del habla, de la palabra, y se hacen sujetos de sus ideas, de su representación. Desplaza-mentes, no solo desplazar el cuerpo, sino estar en sitios donde de manera histórica se excluyen determinados tipos sociales, y ellas se apropian de los espacios, de la palabra, y no solamente van a reordenar el medio con su cuerpo, sino también la propia constitución epistemológica crítica creativa de estos espacios. Actualmente me dedico a Carolina Maria de Jesus, su viaje a Latinoamérica. Inicialmente trabajé en mi tesis doctoral, Poéticas das sombras: de projeções a sujeitos da Literatura, con esta intelectual, sobre la importancia del protagonismo de las autoras negras en el arte literario a partir de los debates de Lélia Gonzalez y Angela Davis. Me acerqué a la literatura brasileña con Carolina Maria de Jesus y Conceição Evaristo porque son dos mujeres que se apropian de la palabra. A Carolina la analizo de una manera más autobiográfica, pues todo se permea muchísimo de su experiencia. Quarto de despejo, en español Cuarto de desechos, nos trae esta idea de que Carolina se apropia de la palabra para proponerse como una intelectual. A Conceição Evaristo la abordo desde su ficción. Ella se apropia de la palabra no solamente como una teórica de la literatura, hay que recordar que ella es doctora en Letras, sino también para inscribir personajes, traer esto a la representación. Eran las dos intelectuales principales de la segunda parte de mi tesis doctoral y ahora analizo este movimiento, la cuestión del desplaza-mentes, en la obra de Carolina, en su desplazamiento por Latinoamérica. Es algo muy importante porque es una mujer negra que se hace viajera. Históricamente cuando pensamos en el desplazamiento de las mujeres negras por el mundo, lo relacionamos con los navíos que traían a la gente que sería esclavizada en el hemisferio sur. La idea es resignificar la presencia internacional del cuerpo negro, desde una intelectual que se mueve en la región y la piensa desde un otro lugar, desde una persona que se hizo en los márgenes, que se apropia de la literatura de la propia teoría, desde otro sitio. Hay un movimiento, hay algo que no se hace desde el sistema hegemónico. Si les interesan estos temas, son muy valiosos los trabajos de Nascimiento (2017), Gonzalez (1980), Kilomba (2019), hooks (2005), Almeida (2019), Cesaire (2006), Cuit (2010) y Dalcastagnè (2010).
¿Cómo fue el camino académico y personal que te llevó a tu actual objeto de estudio?
Como dice Conceição Evaristo, es muy difícil separar nuestras historias de vida de nuestra escritura. La idea que nos han formado acerca de una ciencia, una teoría, que se hace de una manera objetiva, es algo que considero totalmente falso. Una investigación se hace a partir de una persona, con sus vivencias y experiencias. Tenemos que recordar que nuestra historia, de países que sufrieron la colonización, se rehace dentro de otra estructura, que no era nuestra estructura originaria. Tuvimos un borramiento de lo que éramos y una reconstrucción a partir de lo que erigió una élite que se apropió político-económicamente de lo que deberíamos ser, y es una idea que viene de mi tesis doctoral. Se idealiza el sur como una sombra de lo que es el norte, el cuerpo que se autoimpone como sólido, iluminado, y el sur se designa como un espacio que solo debe imitarlo, representarlo o reproducirse bajo estereotipias impuestas por este otro. Hay un cuerpo y el resto somos sombras. Es un poder que se desplaza, sale del norte y viene al sur con las élites, y va a formar una literatura que se hace por hombres para hombres blancos, heterosexuales, de las clases más altas. La fuerza radica en decir “no, yo no soy sombra” y apropiarnos de quienes somos. Sin embargo, cuando nos apropiamos, empezamos a lidiar con toda la complejidad que nos conforma. Las mujeres, las personas negras, las personas que están en los márgenes, durante mucho tiempo estábamos en una representación estereotípica de lo que se creía que éramos. Las mujeres negras no figuraban con mucha frecuencia en los libros como sujetos porque, de acuerdo a este estereotipo, no es el lugar de una mujer, principalmente de una mujer negra. Esta construcción de quienes somos radica en la complejidad que nos forma, en hacernos cuerpo, hacernos subjetividad. Es un cuento de hadas muy mal contado de que producimos saberes objetivos, todo está atravesado por nuestras cuestiones, temas, problemas. Cuando pienso en mi trayectoria académica, hay mucho de quien soy: una mujer negra, que viene de la periferia de Río de Janeiro, sin una tradición académica en mi familia. Mis padres son vendedores y crecí al lado de un abuelo por parte de madre, Lair Marques Ferreira, enamorado del samba y otras artes, lo que creo que influyó en mi relación con las palabras. Esto se relaciona con quien soy, con mi teoría. Aunque el mundo te diga “no, no eres artista, no eres intelectual”, tú respondes “¿por qué no? Sí, yo soy”. No de la manera que se dice que tengo que serlo, sino de la manera en la que yo me represento. Desde niña yo sabía que quería seguir el oficio de profesora, hasta hoy mis manos son súper secas por las tizas. La Universidade Federal do Rio de Janeiro fue mi primer momento académico. Cuando ingresé, sentí toda la complejidad de estar en un sitio que históricamente no correspondía a mi tipo social, de clase obrera, de mujer negra, y recuerdo que mi primer contacto con la investigación fue a través de la iniciación científica con Ronaldo Lima Lins. Mi profesor estaba estudiando Sartre y me pidió un proyecto. Como yo estaba en este mundo eurocéntrico, mi primer acercamiento fue como una sombra. Estudié el existencialismo, la idea de la angustia fue mi primera investigación. Le entregué prácticamente una producción escrita escolar, pues no venía de una familia de tradición académica y no comprendía bien lo que tenía que hacer. Él fue muy acogedor y me acompañó en el proceso de construirme como investigadora. Muchas veces me han preguntado “¿cómo puedo ser una persona antiracista?”, y yo creo que una de las formas es abrir espacios, como en esta revista y como aquel profesor. Dejar que yo hable desde mi propia voz. Empecé con Sartre, el canon, un poco de literatura francesa, luego de literatura brasileña. Significó un gran cambio para mí centrarme en la obra de Simone de Beauvoir. Me encantaba la carrera de Letras, pero tenía un machismo interior muy arraigado, que a veces me hacía rechazar el curso. Cuando estamos en un proceso, no de deconstrucción, sino de construcción de quienes somos, muchas veces repetimos lo que nos llega, y lo que yo repetía era lo que estaba en la sociedad, que en determinado momento chocó con las ideas que promovía la universidad. La construcción del pensamiento crítico en la universidad pública, gratuita, es muy importante, comencé a crear una idea diferente. Estudié una obra periférica de Simone, La femme rompue (1967), en español La mujer rota, tres textos cortos poco reconocidos. Desde entonces sabía que quería trabajar sobre lo que estaba en la periferia. Esta obra dialogaba con mis dolores, una mujer que estaba procesando la separación de sus padres, y se arraigó tanto en mí que fui a buscar este diálogo con la literatura. Comprendí mucho las complejidades de ser una mujer. Yo estaba en la Universidade do Estado do Rio de Janeiro, una de las pioneras en las políticas de acciones afirmativas, con un porcentaje reservado para personas negras que vienen de escuelas públicas. Estaba más conectada con el profesorado, con una inserción de la universidad en la sociedad. Una profesora cambió mi historia, Ana Cristina dos Santos, que estudiaba la cuestión latinoamericana y, entonces, después de descubrirme mujer, fui a ver todo lo que estaba alrededor de ser mujer latinoamericana, empecé a abrir un poco más mi abanico. Luego volví a la UFRJ, como un gesto de gratitud con mi anterior profesor para hacer el doctorado con él. Parte de nuestras experiencias están muy conectadas a lo que hacemos, a lo que desarrollamos.
En ese sentido, las motivaciones que te llevaron a investigar tienen que ver tanto con lo académico como con lo personal, la visibilización y el poder tomar la palabra, ¿cierto?
Cierto. Es el concepto de Conceição Evaristo (2012), escrevivência. El hilo que conecta todo está en esta posibilidad de los desplazamientos, y los desplaza-mentes. Nosotros vamos haciéndonos, desde una perspectiva de completo movimiento, y el existencialismo nos trae esta idea, desde las elecciones, la responsabilidad. No solo estar comprometidos con quienes somos, sino también con nuestro medio, con nuestra colectividad, con la realidad que nos rodea. Valoro mucho la posibilidad de estar en una universidad pública, gratuita y abierta a todes, que ahora empieza a abrirse mucho más. Veo que se exige de une alumne recién ingresade algunas ideas que no forman parte de su mundo. Cuando vienes de una periferia, estás totalmente arraigado a esa construcción de aquel sitio. Uno puede reconstruirse todo el tiempo. La universidad tuvo un proceso importante en el desplazar mi mente de las ideas del racismo, del machismo. El acceso al espacio del conocimiento con una idea más crítica nos ayuda a reconstituir nuestra sociedad. Cuanta más gente acceda, se puede crear otro tipo de sociedad y también de universidad.
Debido a tu labor tan centrada en los textos marginados y las comunidades marginales, ¿cuáles han sido los principales desafíos en tu carrera como investigadora?
El primer gran desafío fue reconocer cómo la universidad estaba despegada de la sociedad. Utiliza muchos códigos, como dice Foucault en El orden del discurso (1971), de una manera que no era tan accesible para mí. Si bien tenemos proyectos de extensión, ¿quiénes acceden? ¿Estamos, de hecho, conectados con la sociedad, o estamos en la universidad para reproducir como sombras? Otro desafío ha sido lidiar con temas que la gente no ve como importantes. El racismo, el sexismo, son temas estructurales y estructurantes de nuestras sociedades. Cuando estudié a Sartre tenía muchos materiales en la universidad, en varios idiomas, a los que accedí con facilidad. Pero si sales del mundo de los códigos hegemónicos, comienzan las dificultades. Simone de Beauvoir ya era más difícil, era una mujer, no había tantos trabajos críticos en la universidad en ese momento. Se fue acortando mucho más con la literatura de mujeres latinoamericanas. A pesar de ser países vecinos, no había material de estas mujeres en las bibliotecas, entonces había que pedirle a una amiga o profesora que iba a viajar, que iba a un congreso, que trajera los textos. Con las mujeres negras es otro nivel, a veces el material tampoco está formalizado en archivos. Por ejemplo, los originales de Carolina Maria de Jesus están dispersos, no es fácil acceder a ellos. Hay una gran lucha de les investigadores para mantener lo que hay. Con el material con el que trabajo ahora, “Diario de viaje” (1963), hago mi investigación en español y hablo del texto en español, y necesito traducir al portugués algo que se produjo en mi propio idioma. En términos de construcción crítica, muchas mujeres negras no están en los archivos, además muchas historias son oralizadas y no hay memoria, grabaciones. Otro gran desafío, entonces, es la valoración de lo que la clase obrera produce. Si pensamos la división en alta cultura y baja cultura, que está muy establecida, vemos que, muchas veces, la gente que produce arte, crítica, epistemologías, no se considera como creadora de sistemas de conocimiento. Por ejemplo, en el mundo artístico muchas veces tenemos personas que han creado samba, algo muy fuerte en Brasil, letras que son poesía, y la propia familia cuando la persona muere la tira a la basura o se deshace de ese material, porque no se considera importante. En el libro Doloridad (2021) de Vilma Piedade, se relata una anécdota en la que, en una conversación, menciona que “No es solo sororidad, sino doloridad” y Marcia Tiburi le dijo “¡Mira, esto es un concepto!”. Necesitamos creer que quienes producen el conocimiento hoy en América Latina somos nosotres, y no solo el grupo que se nombró representante del conocimiento. Cuando estas personas que se hacen de los márgenes se apropian de la palabra para ponerse como sujetos del mundo y de su construcción, hay un compromiso más grande con quienes están alrededor, con su propia voz y pensamientos. Hay dificultades, pero también hay cómo transformarlas, no es algo que está hecho, y se acabó, es posible cambiarlo.
¿Qué les recomendaría a les estudiantes y graduades del Profesorado en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de General Sarmiento al momento de elegir un tema de investigación y/o un posgrado?
Creo que lo primero es luchar por una universidad gratuita, libre, plural, por la pluralidad de los espacios, principalmente que contienen hoy día el poder. Que no se convierta en una verticalidad jerárquica, sino en una horizontalidad colaborativa, donde se escucha a todes, porque somos diverses y vamos a reconocernos en esta diversidad. Lo segundo, es escuchar nuestra propia voz. Cuando hacemos estos desplazamientos y provocamos estos desplaza-mentes, sucede que muchas cuestiones nos atraviesan, es muy fácil que nos perdamos en este proceso. Es como un drible en el fútbol, estamos siempre en el momento de decidir dónde vamos a poner la pelota, en un lado o en el otro. Hay que tener mucha seguridad de qué estás haciendo, y que viene de lo que tú quieres, porque estamos en una constitución social que nos invita a ser sombras, a reproducir, pero nosotres podemos ser el cuerpo. Solo cuando te escuches, vas a encontrar qué es lo que te afecta. Como menciona Azoilda Loretto da Trindade (2006), la idea del afecto es muy importante, nadie logra hablar bien de algo que no le afecta positiva o negativamente. El compartir es muy importante tanto en la docencia como en la investigación, porque estamos bajo una disputa de espacios. Formamos parte de este cuerpo social. Si nosotras no lo hacemos, alguien más va a hacerlo, y quien tiene el poder no va a hacer algo a favor de la clase obrera, de las mujeres, de los homosexuales. Hay unos versos de Sérgio Vaz que dicen “El arte que liberta no puede venir de las manos que esclavizan” (Vaz, 2008: 247). El conocimiento que liberta no puede venir de las cabezas que quieren esclavizarnos. Como nos enseña Jurema Werneck, tenemos que apropiarnos de quienes somos, de quienes queremos ser y de quienes fuimos, porque creo que en este movimiento es que vamos a poder transformarnos y transformar el mundo también. Tenemos que tener algo de esperanza en el mundo en el que vivimos. Tenemos que crear espacios de debate, de discusión, y dar espacio a quienes queremos oír. Si no, es quedarnos con la idea de la reproducción, o a veces de decir que la crítica está vacía. Están en una carrera en la que van a impactar en la vida de mucha gente, porque se trata de docencia e investigación. Siempre que lidiamos con la lengua y la literatura, tenemos en manos los signos con los cuales nos comunicamos, que aún están colonizados y tenemos también mucho trabajo respecto a esto, y la literatura que es responsable de la (re)construcción -con el re entre paréntesis- de nuestros imaginarios, de nuestras representaciones.
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