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Ignacio Bruzzone - Interama, perdido en el sueño 2

Un puente hacia las distintas esperas. De Beckett a la pandemia, una propuesta de resignificación

Instituto del Desarrollo Humano, UNGS

La espera forma parte de nuestra vida cotidiana. Esperamos en la fila del banco, esperamos el colectivo, esperamos en la ruta cuando hay tráfico. Esperamos que se cargue rápido el celular, esperamos que alguien nos quiera, esperamos que se haga la hora para volver del trabajo a nuestras casas. Siempre, por más absurdo que parezca, seguimos esperando. 

Esta espera está acompañada, la mayor parte de las veces, de la esperanza. Ahora bien, ¿qué es la esperanza? Según el diccionario es un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea. Pero si pensamos en la mitología griega, la esperanza es lo último que queda en la caja de Pandora. 

Hay muchas versiones distintas sobre los mismos mitos; yo quiero retomar una versión que es mencionada en el libro Encuentros (el lado B del amor) (2019), del psicoanalista argentino Gabriel Rolón.

El autor brevemente cuenta que Prometeo engañó a los dioses y les robó una brasa de fuego que más tarde fue entregada a los hombres. Como era costumbre en los dioses, para castigarlo deciden hacerle un regalo. Le envían una caja en manos de Pandora, una mujer extremadamente bella. Prometeo, que no era ingenuo, agradece el regalo y lo deja cerrado en un rincón, pero aparece su hermano Epimeteo, quien movido por la curiosidad, decide abrir la caja y descubre que los dioses habían encerrado allí todas las desgracias del mundo. Se escapaban la desdicha, el desamor, el sufrimiento entre otras fatalidades, pero Prometeo logró cerrar la caja antes de que saliera la esperanza. Deduce entonces Rolón que la esperanza era otro castigo más.

El psicoanalista propone dos ejemplos para mostrar por qué la esperanza puede ser un castigo. El primero es sobre una pareja que termina su relación: uno de ellos le dice al otro que quizás la vida los volvería a juntar en algún momento; sin embargo, el otro contestó que no, que eso no iba a pasar nunca. A pesar de que la paciente de Rolón sentía que su pareja era cruel al decirle lo que le dijo, él le aseguró que era todo lo contrario. La había ayudado a que elaborara el duelo más rápido, sin dejar puertas abiertas.

El segundo ejemplo es una historia sobre un hombre condenado al infierno, sometido a innumerables tormentos. Un día se percató de que habían dejado su celda abierta y decidió salir. Mientras avanzaba con mucho cuidado y miedo, llegó a ver una luz. Luego de abrir la reja, sonrió, por un instante y entonces una carcajada maligna le devolvió la angustia y unos brazos enormes lo condujeron de nuevo a su celda. Una voz infernal le dijo: “Ahora sí, te faltaba conocer el más grande y fatal de los tormentos: la esperanza” (66).

Cada quien puede pensar sobre la esperanza lo que le parezca más adecuado; puede ser algo positivo que tiene el ser humano, o algo negativo, o un poco de ambas. Me parece que la visión de Rolón contribuye al análisis de la obra de Beckett Esperando a Godot, ya que la espera y la esperanza son temas centrales en la obra, así como también lo son en nuestras vidas y aun más a lo largo de estos casi dos años de pandemia. 

Martin Esslin (1966) analiza la obra y considera que Beckett está intentando representar lo absurdo de la vida y es por esto que lo denomina “teatro del absurdo”. El autor expone que “el protagonista de la obra no es Godot sino la espera, aspecto esencial y característico de la condición humana” (37). Propongo que pensemos en Godot como todo aquello que esperamos: personas, logros, momentos. Todo es “Godot”.

A lo largo de la obra, los personajes se preguntan qué están haciendo y se contestan una y otra vez lo mismo: esperar. Por ejemplo, cuando Vladimir le pregunta a Estragon: “Y ahora, ¿qué hacemos?”, el otro contesta “Esperamos” (10). En otra ocasión, es Estragon quien pregunta: “¿Y qué hacemos ahora que estamos contentos?”, y Vladimir es quien responde “Esperamos a Godot” (60). Las repeticiones e interrogaciones constantes hacen absurda la escena y permiten pensar lo absurdo de la vida. 

Podríamos preguntarnos cuántos “Godot” esperamos a diario, o qué cosas son “Godot” y se hacen esperar. 

El tiempo también es un tema importante que predomina en la obra. Ocurre de manera extraña; los personajes cuentan historias: “Así matamos el tiempo” (5), dice Vladimir. En el primer acto se encuentran con Pozzo y Lucky. En un momento, Pozzo pregunta: “¿Qué puedo hacer, me digo, para que el tiempo se les haga más corto?” (36), y hace que Lucky baile y piense para entretener de alguna manera a Estragon y a Vladimir (41). 

¿A cuántos deportes, talleres, actividades nos hemos anotado para que el tiempo se pase más rápido? Y ahora, en la pandemia, se multiplica la necesidad de ocupar los tiempos vacíos, de pasar los días más rápido. 

Esslin (1966) propone que Esperando a Godot no cuenta ninguna historia sino que explora una situación estática: nada ocurre, nadie llega, nadie se va. En un momento, Estragon dice que se va, pero no se mueve (5); en otro, es Pozzo quien dice adiós y luego confiesa “no consigo… (Duda) marcharme”, a lo que Estragón contesta “así es la vida” (46). La obra finaliza con Vladimir que dice: “¿Qué? ¿Nos vamos?”, con Estragon que contesta “Vamos”, y una didascalia que señala “(No se mueven)” (107). 

¿Cuántas veces decimos que nos vamos pero ahí nos quedamos? Cuando la fila del banco es eterna pensamos en volver en un horario menos trascurrido; cuando las calles están llenas consideramos tomar otro atajo. Pero, luego, pensamos: “seguro que al día siguiente habrá la misma gente”, o “quizás varios estén pensando como yo y el atajo tiene el mismo tráfico. Además, ya esperé bastante. Si me voy ahora sería haber perdido el tiempo, así que mejor me quedo y sigo esperando”. 

Según Esslin (1966), “esperar es experimentar la acción del tiempo, el cual se halla en cambio constante” (138). Los personajes de Pozzo y Lucky aparecen deformados por la acción del tiempo, están casi irreconocibles, uno ciego, el otro mudo: Estragon asegura que no los conoce y hace dudar a Vladimir, quien dice “Te digo que los conocemos. Todo lo olvidas. (pausa) A no ser que no sean los mismos” (48). Claro que no eran los mismos, como se supone que dijo el filósofo griego Heráclito: “Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos”. A pesar de que pareciera que Vladimir y Estragon no cambian, lo más probable es que sí lo hagan, quizás no de manera tan explícita como los otros dos personajes. 

¿Cómo es posible que una obra de teatro escrita en 1940, hace más de ochenta años, y publicada en 1952, hace casi setenta años, represente nuestra situación actual?

Tengo una teoría que quizás sea válida. Creo se debe a los temas que trata: la espera, la esperanza, el tiempo, lo absurdo. No importa en qué año se lea la obra, en qué generación o siglo estemos. Siempre nos vamos a sentir representados por Vladimir y por Estragon, que esperan a Godot. El ser humano está en constante espera de lo que vendrá.

Cada quien tendrá su propio “Godot”, su propia espera, y es responsable de cómo “mata el tiempo” hasta que “Godot”, por fin, aparezca. Me gustaría verme como estos dos personajes, que aunque a veces están cansados de esperar y piensan en diferentes maneras de acabar con esa tortura que es la esperanza, siguen ahí, no se van. 

Considero que Esperando a Godot podría ser una representación de lo que vivimos en estos casi dos años de pandemia, en especial durante el primero. Nos tuvimos que enfrentar a lo desconocido; esperábamos al principio con la esperanza de que no hay mal que dure mil años… Luego, fue pasando y pesando el tiempo; nada cambiaba, todo se volvió estático. 

Comenzamos a extrañar las esperas cotidianas y a odiar las actuales: esperar que bajen los casos, esperar que ningún familiar ni conocido se enferme, esperar para volver a abrazar, esperar que vuelva la cursada presencial, esperar que haya una cura, esperar que la pandemia termine. 

Y así, esperando esperanzados, se nos va pasando el tiempo. Casi sin darnos cuenta, estamos más cerca del final, más cerca de que llegue Godot. Aunque a ciencia cierta no sabemos cuánto es que falta, pero si nos vamos, si renunciamos, no habremos hecho otra cosa más que perder el tiempo. 

Bibliografía citada

BECKETT, Samuel (1995 [1952]) Esperando a Godot. Barcelona: Tusquets.

ESSLIN, Martin (1966 [1961]) “Samuel Beckett. La búsqueda del yo” en El teatro del absurdo. Barcelona: Seix Barral.ROLÓN, Gabriel (2019) Encuentros (El lado B del amor). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Booket.