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Entrevista a Pablo Capanna

“La ciencia ficción me sirvió para despertar intereses filosóficos”

Instituto del Desarrollo Humano, UNGS

Pablo Capanna

Pablo Capanna, italiano de nacimiento y matancero por elección, es filósofo, docente universitario y crítico literario; escribió el primer ensayo en español sobre el género ciencia ficción, El sentido de la ciencia ficción (1966), y artículos y libros sobre autores destacados del género (El Señor de la Tarde. Conjeturas en torno de Cordwainer Smith, 1984; Idios Kosmos, claves para Philip K. Dick, 1991; J. G. Ballard. El tiempo desolado, 1993) y sobre ciencia (La tecnarquía, 1973; Inspiraciones. Historias secretas de la ciencia, 2010; Maquinaciones. El otro lado de la tecnología, 2011; Natura. Las derivas históricas, 2016).

Pablo, te propongo que hagamos un pequeño recorrido por tu obra. Tenés varios libros publicados, se te suele reconocer por tu mirada muy interesante, y sobre todo primera, de la ciencia ficción, pero me parece que también hay otras cuestiones que vos estás atendiendo, que por supuesto se pueden relacionar, que es la cuestión sobre la ciencia, sobre la técnica.

Te cuento que todo fue medio accidental, no hubo planificación, yo era uno de los pocos y sueltos lectores de ciencia-ficción en aquella época, pensé que la universidad me podía ayudar en eso, pero recibí algunos rechazos bastante serios porque todavía no se admitía que eso fuera literatura. Bueno, luego publiqué mi libro sin saber que era el primero, no tenía la menor intensión, pero resultó ser el primero porque nadie se había ocupado de eso. Y lo siguen usando, así que tan malo no es, a pesar del tiempo que pasó y cómo evolucionó todo.

Después, tuve una etapa en la cual escribía en la revista El Péndulo, que parece que terminó siendo un hito histórico, ahora está digitalizada junto con las grandes revistas.1 La hacíamos muy artesanalmente, Souto y tres o cuatro más, pero la cabeza pensante era la de Souto. Él me tuvo mucha confianza, porque éramos amigos y me dejó la parte del artículo de fondo, siempre todas las revistas de ciencia ficción traían un artículo sobre ciencia, escrito por algún físico, cosmólogo, biólogo; en mi caso no era nada de eso, yo era licenciado en filosofía, además estaba dictando una materia de la historia de la ciencia en la Universidad Tecnológica. Me fui haciendo ahí, escribiendo esos artículos. Luego hubo otra etapa en la que Leonardo Moledo, que también era de El Péndulo y que dirigía la página “Futuro” de Página/12 sobre ciencia, me pidió que colaborara por un mes, después me dijo “sigamos dos meses más”, y estuvimos 15 años. Y aprendí muchísimo y todavía ese material lo estoy reciclando y reescribiendo, a veces corrigiendo errores, agregando nuevos datos que en ese momento no se tenían. Y realmente fue todo un campo nuevo, que lo disfruté muchísimo y todavía lo estoy disfrutando.

Yo me había interesado en el tema de la ciencia, porque era mi primer tema, el tema de la tecnología más que nada; mi primer trabajo como docente recién recibido fue en una escuela técnica, donde además tenía que dictar una cantidad exorbitante de materias, ahí me empecé a interesar por la técnica, ya venía desde la época de estudiante y escribí un libro que salió en España en ese momento sobre filosofía y técnica. Ahora me lo acaban de citar gente que se dedica profesionalmente a eso y que han hecho varios congresos. Este último libro que yo publiqué, Natura, lo sacó la Universidad de Quilmes, gracias a Diego Golombek, que es un amigo, que lo tomó como una cosa personal, que hasta le hizo un prólogo; gracias a eso me conecté con gente que lo ha leído, son muy pocos porque al ser una publicación universitaria supone que es algo de una cátedra de interés de los alumnos, nada más; para mí es el libro más importante que hice y varias personas me dieron una buena expectativa.

Es un libro ambicioso porque abarca prácticamente los últimos 2000 años, con énfasis en los siglos XIX y XX. Cada tanto aparece algún lector que me da satisfacción, que no es un especialista, no es un académico, pero me dice que lo entendió. Yo trato de tener adelante el lector imaginario, pensar que es un tipo que está en otra cosa, que no es un especialista, y que yo le tengo que hacer entender algo, y hacerle tomar interés por algo, es decir, yo ahí trabajo de docente, estoy enseñándole algo que no tiene ganas de aprender y trato de despertarle las ganas como docente. Bueno, algunos me dijeron “a vos se te entiende”, como decir eso es malo; pero no, yo propongo que me entiendan, pretendo eso.

Como docente y como periodista de divulgación, por ejemplo, lo que decías de “Futuro”, tenés una preocupación pedagógica. Me interesaría si vos podés dar cuenta brevemente de lo que proponés en el libro, porque hacés una historia del concepto de “naturaleza”.

La idea yo pienso que es original, aunque los datos estaban a disposición de cualquiera. Te cuento cómo generé el libro: empecé a cultivar, a perseguir algunas inquietudes que habían quedado flotando por ahí, y en un momento me preguntaron “¿estás escribiendo algo? Sí, un libro. ¿Sobre qué? Mirá, todavía no sé bien sobre qué pero lo voy a descubrir”. Fui avanzando, avanzando, y un día se me prendió la lamparita, pero esto cierra, esto forma como un pequeño sistema coherente. Seguí en esa línea, pude superar en ese año un problema de salud difícil, pedí seguir adelante por lo menos para terminar el libro, lo logré terminar y ahora estoy pidiendo otra prórroga.

En el libro parto un poco de una idea, que supongo que no es tan habitual, de que la visión de Occidente de la naturaleza no es exactamente la visión de la ciencia, no es exactamente la visión del folklore, y yo creo que hay cuatro modelos distintos: uno es el que tenían los griegos, la naturaleza diosa y madre de los dioses; otro es el de la tradición judeocristiana, la naturaleza es un artefacto, hecho por un artífice que es Dios; y después dos visiones alternativas menos conocidas y que en general se engloban todas adentro del rubro esoterismo, aunque en realidad son bastante distintas. Una es la visión de los herméticos, que es más bien de origen egipcio, y la otra, la versión de los gnósticos, que es más bien de origen extremo oriental, digamos hindú. Esas cuatro matrices se van reemplazando cada tanto, en las grandes crisis de occidente se cae una visión, la gente deja de confiar en esa y busca una alternativa entre las otras tres.

Ahora lo que habría caducado con el fin de la modernidad es esa visión hermética que pone al hombre en el centro del universo, al cual Dios lo ha autorizado a conquistar, a reformar, a hacer a su imagen y semejanza el cosmos. Es la visión del progreso, la visión del dominio de la naturaleza; su última versión es la conquista del espacio, como se decía. Y eso caducó, entonces ahora estamos en otra alternativa, que es más pesimista, en la que el mundo es un desastre y el hombre no es de acá. El hombre es una especie de ser injertado en una naturaleza, que no lo quiere, entonces sólo puede escaparse. Es una visión en el fondo un poco mística, pero muy mezclada con otras ideas, es bastante complejo el tema, pero ahora estamos en una transición entre esa visión optimista del hombre conquistador del mundo a una visión nihilista, que domina este momento, no creemos en nada, y obviamente vamos a retomar alguna otra.

El tema es que todavía no sabemos qué vamos a hacer, porque no es una visión cíclica, yo no propongo que siempre vuelve lo mismo, no. Digo que tenemos cuatro alternativas posibles, pero las vamos cambiando, las vamos reformulando, les vamos añadiendo conocimiento objetivo, con lo cual hay un progreso también. Uno nota más el progreso tecnológico que el progreso social y moral, en el cual estamos en retroceso. Por eso, el tecnológico sigue su camino, con fines que por ahí no son los mejores, pero con una enorme eficiencia, que es su mayor virtud. Esto es un poco la idea del libro.

¿Coexisten estas cuatro miradas que proponés?, ¿coexisten, o una visión reemplaza a la otra?

No, siempre coexisten, hay algunas que están en la sombra en un momento, por eso se hablaba de toda esa visión como “filosofía oculta”, aún el ocultismo es algo que está en la sombra pero está, y siempre hay una parte de la sociedad que se guía por esos principios. Hemos tenido un caso terrible en el siglo XX con el nazismo, que estaba impregnado de esas ideologías que llevaban a destruir cualquier cosa que no se adaptara a su esquema metafísico. Era una versión distorsionada de la teosofía de fines del siglo XIX. Esto aparentemente está flotando en este momento en el ambiente. Por eso hay fuertes retrocesos al nacionalismo, a encerrarse, a que nosotros somos los mejores, a que los otros vienen a usurpar nuestro ser, y al autoritarismo, a los líderes mesiánicos, que por suerte fracasan más rápido que antes, porque estamos impregnados de comunicación, entonces cualquier cosa se filma, se graba, se publica. Si alguien comete un error ya se lo multiplican y se lo muestran por todas partes. Eso puede ser negativo en cierta medida, pero por otro lado es un control, que no viene mal. Entonces, los líderes mesiánicos se pinchan con mucha rapidez.

Quizás aprenderemos algo, de la transición saldremos mejor, ojalá, no estoy seguro, digo que ojalá sea así. Muchos dicen que la pandemia nos va a hacer mejores, ¿por qué?, ¿por qué nos va a hacer mejores? Está mostrando en algunos lo mejor y en otros lo peor. La pandemia nadie la había imaginado, hubo algunas películas que la adelantaron, pero todos los futurólogos se quedaron desprovistos en este momento. A mí me regalaron un libro quince días antes de que empezara la pandemia, que hablaba de las maravillas del siglo XXI, no voy a decir de quién era porque es muy famoso, y quince días después no servía más. Los futurólogos duran cada vez menos, los que creen saber a dónde vamos a veces se equivocan más que cualquiera. Yo no me animo a decir a dónde vamos, pero digo que vamos, que vamos moviéndonos. No sé cómo terminará pero la historia sigue. Fukuyama la quiso enterrar hace unos años, pero ahí está la historia.

En este mapa que vos armaste de las concepciones sobre la naturaleza, ¿cómo se relacionan estas cosmovisiones con la técnica?

La técnica es lo mismo que decir una naturaleza, es eficiente, resuelve problemas, pero hay que plantearle objetivos; es decir, si yo sólo quiero entretener a la gente, desarrollo todas estas técnicas de comunicación; si yo quiero resolver el problema de la salud pública, encararé otras técnicas. El asunto es plantear un problema, la técnica lo resuelve, pone gente a trabajar, utiliza todos los conocimientos que hay, investiga y encuentra algunas soluciones; pero no podemos confiar en eso sólo, porque si no es como esperar que venga un mago que resuelva los problemas.

En este sentido, así como hay una técnica de la ciencia positivista, ¿habría una técnica para la ciencia ocultista?

No sé, sinceramente no sé, eso depende de los cambios culturales, la técnica viene después, tienen que cambiar las actitudes, los poderes y luego la técnica se inventa, eso es lo de menos. Si yo quiero encontrar algo, voy con la pala y el pico, y si no lo encuentro, conseguiré la ayuda de alguien que tenga maquinaria y la encuentre por mí. Ahora, ¿de qué depende? De que yo quiero encontrar eso y no otra cosa. Eso es una decisión que se toma colectivamente. Porque, en realidad, tenemos mucha participación, por ejemplo, a través de las leyes, pero poco poder de decisión. En realidad, estamos batallando uno, combatiendo al otro, pero no intervenimos. Lo único que le queda al ciudadano es votar, y eso tampoco convence demasiado. Hay que replantear todo eso, con el voto sólo no alcanza, tiene que haber más un control, que todos pongamos algo para controlar cómo nos gobiernan, por ejemplo.

Vos hablabas de las diferentes miradas sobre la naturaleza, cómo la mirada de la ciencia ocultista incluso derivó de una manera tergiversada en el nazismo. A fines del siglo XIX, en la literatura argentina uno puede encontrar muchos exponentes de cómo repercutió esa concepción de ciencia, en Holmberg, en Lugones. Tenés varios libros sobre autores, tenés una preocupación en tu obra sobre cómo la ficción trata estas cuestiones.

La ciencia ficción no es monolítica, es un género que va cambiando de acuerdo a los problemas de la época. Yo he escuchado a varios de los grandes, escuché a Bradbury, escuché a Aldiss, escuché a Gibson, todos decían que la ciencia ficción se ocupa del presente, lo del futuro es una excusa. La ciencia ficción nació en Estados Unidos como género popular (porque ya existía toda una tradición en las literaturas europeas), íntimamente ligada a la tecnocracia, que era un partido político que quería tomar el poder, que nos dejó cosas como los supermercados y la tarjeta de crédito, que fueron inventos de ellos. Las primeras revistas de ciencia ficción las fundó Gernsback, que era un militante de la tecnocracia. Bradbury, que era un chico en la escuela secundaria, vendía el diario de los tecnócratas. Después se puso totalmente del otro lado, pero era la época, era la creencia de la época. Más tarde evolucionó, primero en un sentido de calidad, es decir, luego de esas aventuras casi infantiles que escribían al principio, vinieron editores más serios que pidieron cierta calidad literaria y para los años cincuenta eso ya lo habían alcanzado. Finalmente vino una crisis en el sesenta, porque empezó la exploración del espacio y ya no era redituable hablar de viajes a la Luna. Las revistas a fines de los cincuenta rechazaban cualquier relato sobre el viaje a la Luna porque era antiguo. Entonces hubo toda una crisis en la cual se buscó la problemática social, se buscó los cambios culturales, se buscó provocar, hacer todo lo que hacen los escritores normales no genéricos. Y llegó a ciertos niveles.

Yo proponía hace muchísimos años que la ciencia ficción se incorporara a la literatura, que hubiera escritores que escribieran una obra de ciencia ficción y otra no, y que nadie les reclamara. Pero siguió encerrada en un coto y, en este momento, yo no la vengo siguiendo mucho porque me dediqué a otras cosas pero, por lo que veo cada tanto por algunas muestras, hay una gran industria de ciencia ficción que produce muchísimos textos. Por ejemplo, ahora entraron los chinos en el mercado, que todavía no se traducen mucho, pero están realmente con una masa crítica de escritores, que en realidad no van mucho más lejos de lo que antes se hacía. Ahora se pondrán más datos, hay escritores que se hacen famosos porque trabajaron veinte años en la NASA, entonces te cuentan todos los proyectos de la NASA en forma de novela, con lo cual uno se entera qué está por hacer la NASA, pero en realidad eso no es literatura, a lo sumo es divulgación. Yo creo que se ha estancado, yo no defendería la ciencia ficción a muerte porque cumplió su ciclo.

La ventaja de ser independiente, de que nadie me trazara un plan, es que yo elegía ciertos autores, autores que me aportaron mucho, por ejemplo, todo ese tema de la técnica y de la reflexión crítica sobre la técnica yo en parte la tomé de Ballard; todo el asunto del gnosticismo, etcétera, yo lo tomé de Philip Dick –tratar de entender qué pasaba por la cabeza ese tipo–; la sofisticación literaria yo la tomé de Cordwainer Smith (que todavía la gente me dice “¿por qué te gusta tanto?”, porque era un tipo complicadísimo; ahora estamos por reeditar los libros). A mí me sirvió como estímulo para otra cosa; y a mucha gente le sirve para pasar el rato, como el policial, que puede haber obras maestras, pero en general la mayoría es literatura de consumo. Yo no te niego que veo series policiales, que leo ciencia ficción comercial, pero a veces no me deja nada, me deja que pasó un buen rato más. Así que a mí la ciencia ficción me sirvió para despertar intereses filosóficos que estaban ahí, que había encontrado en la facultad pero que estaban en un rincón. Encontré la manera de unirlas, como dicen en italiano, unir “lo útil con lo agradable”.

La literatura permitiría otra mirada sobre este problema del presente que señalabas.

Claro, pero conste que yo aprendí literatura de oído, porque tuve que enseñar Castellano en un colegio, entonces estudié literatura pero no hice esa carrera, yo soy de Filosofía. Así que tengo muchos intereses, pero la base, la matriz es esa.

En la Universidad de San Martín hay un proyecto de traducir obras de filosofía inéditas en castellano, encontraron un texto de Stapledon de 1939, del año que yo nací, es una introducción a la filosofía. Yo la leo y digo, si veinticinco años antes hubiera tenido ese libro, me habría venido muy bien, porque es de una calidad increíble y además habla de las mismas cosas que me enseñaron a mí. No había cambiado nada en veinticinco años, ahí me encuentro con un autor de ciencia-ficción que era filósofo, y por eso me atrajo a mí, y resulta que era el favorito de todos esos otros escritores, voy descubriendo que Cordwainer Smith lo admiraba, Ballard lo admiraba, Dick lo admiraba, algo les habrá dicho. Ahora se lee menos eso, se lee más la erudición científica, la última punta de la técnica, lo que vamos a hacer pasado mañana.

O sea que vuelve a aparecer la tecnocracia…

Eso es un tema que a mí me apasiona, porque es una tentación, que a todos le gusta, que esté todo organizado, con reglamentos estrictos, pero es una forma medio totalitaria. Digo que las ideas podían ser interesantes, la tarjeta de crédito era muy interesante: según la fórmula que inventaron ellos, era el producto bruto nacional dividido por la cantidad de habitantes, entonces a cada uno le tocaba una cosa, si al país le iba mal, le iba mal a todos; si le iba bien, le iba bien a todos. Realmente era interesante, bastante utópico pero interesante. Además, lo concebían como tarjeta de cartulina perforada, no es la electrónica como tenemos nosotros.

Apareció otra palabra en tu reflexión, “utopía”, ¿te parece que es un concepto que todavía tiene propuestas?

La ciencia ficción es la forma contemporánea de la utopía, que no deja de ser útil. Decía Oscar Wilde que un mapa que no contenga la isla de Utopía es incompleto, porque aparte de la realidad, tenemos que ir un poquito más lejos y soñar algo distinto, y esa es la dimensión utópica. Eso siempre sigue estando, el tema es la implementación, cuando alguien quiere implementar la utopía en forma autoritaria, ahí se complican las cosas.

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1 Es parte del proyecto AHIRA, que se presenta en la entrevista a Soledad Quereilhac