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En búsqueda de las voces y los relatos negados

Instituto del Desarrollo Humano – UNGS

Desde adentro, relatos de escritores del Pabellón 4
Autores varios (antología de Alberto Sarlo)
2014
Editorial Cuenteros, Verseros y Poetas

¿Podemos pensar que existe una literatura carcelaria desarrollada a lo largo del tiempo? Escribir desde la cárcel, sin duda, no es infrecuente. Un rápido repaso permite encontrar autores de diversa índole que, privados de su libertad por diversos motivos, debieron arreglárselas para continuar su trabajo en ese ámbito. Autores como San Juan de la Cruz, Quevedo o Miguel de Cervantes Saavedra durante el Siglo de Oro español o Marc Bloch y Arturo Gramsci, en pleno siglo XX, fueron capaces de producir textos que van desde la poesía y la novela hasta el ensayo histórico y político. Sin embargo, para estos y otros tantos autores, la cárcel no significó más que un cambio de ambiente (eso sí, lleno de dolor y sufrimiento) en el cual ejercer las actividades de escritura que ya ocupaban gran parte de sus vidas previamente a perder la libertad. Por lo tanto, pensar en reunir textos tan diversos en base al ámbito donde fueron creados no pareciera un criterio válido ni justificativo para hablar de una literatura propia de la cárcel. 

Sin embargo, con Desde adentro ocurre algo distinto. La antología de relatos que encontramos en este libro tiene la particularidad no solo de estar escrita en la cárcel sino de haber sido hecha por reclusos del pabellón 4 de la cárcel de Florencio Varela que no habían tenido contacto previo con la escritura ni la lectura cotidiana. Este libro, publicado en 2014, adquiere relevancia dentro del proyecto de la editorial Cuenteros, verseros y poetas ya que es el resultado de años de arduo trabajo en esos espacios casi olvidados por el Estado y la sociedad.

El objetivo principal de la antología es generar el espacio para que los presidiarios tomen la voz y relaten cómo es vivir en las cárceles de máxima seguridad de la provincia de Buenos Aires. Desde el Prólogo, Alberto Sarlo, el compilador de la obra y la fuerza motora detrás de ella, le da un valor fundamental al trabajo que se realiza con los presos en torno a la lectura. Según él, se trata de “lecturas sin aire, sin oxígeno, pero lecturas al fin. Así leemos y así escribimos.” Con lecturas que van desde clásicos de la literatura juvenil de aventuras hasta las obras de Borges y de los filósofos occidentales más importantes, en los talleres se orienta el trabajo que hacen los participantes en el pabellón 4 bajo una serie de premisas claras: leer humaniza, da mayor fuerza al lector/escritor y permite dejar salir historias de sufrimientos, abusos y violencia.

Sarlo remarca que las historias que nos encontraremos son verídicas. Estamos en presencia de una antología que piensa la literatura con una finalidad casi exclusiva: la de ser el testimonio de la problemática de un tiempo y un lugar determinados.

Desde adentro está compuesto por nueve relatos. No es difícil encontrar en esas historias escenarios, personajes y situaciones que se repiten una y otra vez. Luego del tercer relato, el lector ya puede hacerse con una idea general de cómo funciona el sistema y cuáles son las peripecias que debe atravesar la población carcelaria. Los relatos transmiten el miedo, la violencia y las continuas luchas de poder que se dan en esos ámbitos.

El valor testimonial es innegable, sin embargo, la antología presenta otras características que le dan un gran valor literario. Es destacable la decisión editorial de transcribir los textos tal como fueron escritos por sus autores. Ese aspecto, lejos de evidenciar errores, le da al libro un aire de frescura y espontaneidad. Las historias están bien narradas y nos permiten inferir el tipo de lector al que se le escribe: personas del conurbano que conocen la dura realidad social pero desconocen el detrás de escena y los códigos de la delincuencia. En esa búsqueda por llegar a ese tipo de lectores, los autores llevan a cabo una serie de procedimientos en común. El estilo utilizado es el coloquial. El uso del vocabulario oscila entre el lunfardo “tanguero” (se escribe acerca de berretines y arrabales) y la jerga barrial o carcelaria (aunque aplicada a términos específicos como, por ejemplo, leonera, gato, rocho o arponear). 

El trabajo de lectura y escritura hecho en el pabellón se hace evidente en varios pasajes. Son recurrentes las citas a Nietzche, Maquiavelo o Lacán, entre otros, que ayudan a los autores a reflexionar sobre ciertos hechos bajo las ideas planteadas por estos pensadores.

Lo más atractivo de la antología se encuentra al analizar con mayor detalle cada relato. Allí podemos darnos cuenta de la búsqueda de cada autor por lograr una voz propia. En algunos casos, esto ocurre desde el párrafo inicial y, en otros, una vez avanzado el relato. Ciertos autores eligen expresarse mediante un estilo más elaborado y formal. En estos casos, las descripciones de hechos y personajes se presentan a través de un lenguaje poético lleno de metáforas y personificaciones, las expresiones y las formas verbales están más ligadas a la prosa clásica (“en donde me hallo situado”, “seguramente también se enterarán lo que fui”) e incluso es habitual que la adjetivación se haga antes del sustantivo (“sucio camión”, “deliciosa Coca-Cola”, “oportunista saqueador”). Otros autores proponen relatos más frenéticos, en donde pareciera que la escritura se dejara fluir sin más. Estos momentos suelen coincidir con los relatos de las peleas con las facas y las lanzas o los enfrentamientos con guardiacárceles, donde la tensión y el riesgo de muerte van en aumento. Estas situaciones de miedo y de adrenalina extremas son revividas y llevadas al papel de la forma más espontánea posible y eso se percibe en la escritura.

Si bien cada relato tiene su atractivo particular, quisiéramos destacar tres de ellos que sobresalen por diferentes motivos. El primero se titula “Decisiones” y fue escrito por Fabián Miculán. En este texto se intercalan las experiencias personales del autor con la crítica al sistema carcelario. Si bien esto es lo recurrente en casi todos los textos de la antología, la particularidad del escrito de Miculán está dada por la forma de presentar sus reflexiones. Desde el inicio, podemos leer un pensamiento y una actitud crítica claros y bien articulados que le dan al texto un aire ensayístico muy interesante. Sus reflexiones le permiten también abrir el debate sobre dos temas cruciales: la religión y el machismo en las cárceles. A través de ellos, el autor observa innumerables abusos que dejan en evidencia las contradicciones entre pensamiento y acción. Por ejemplo, señala que en los pabellones evangelistas, detrás de las ceremonias, los cantos y los rezos, hay un entramado corrupto; por otra parte, destaca que es común señalar entre los presos a los que son más débiles, a los que no muestran su hombría. Se los trata de “putos” o “maricones”; sin embargo, no se denomina de la misma manera a los que violan a otros presos. Miculán aborda estos temas con valentía y lucidez.

El segundo relato que nos parece interesante destacar es el de Maximiliano Dante Palorma, “El sol olvidado”. En este caso, llama la atención el uso de un narrador en tercera persona, el único que aparece en toda la antología. Su utilización parece adecuada ya que le permite a Palorma mostrar una mirada un poco más alejada de los hechos y, a la vez, reflexiva. Mediante esta elección, el autor adopta un tono más cercano a la narrativa de ficción, decisión que para el lector es una novedad que le da un aire fresco a la antología y permite leer la historia con fluidez e interés. 

Por último, en “Soy metal”, Carlos Alberto Miranda Mena nos presenta un apasionante relato que es, en realidad, un mosaico de varias historias personales que le tocaron vivir. La narración es frenética y muy particular, ya que cambia de estilo en forma constante al pasar de un tema a otro. Miranda Mena desarrolla una escritura libre y desprejuiciada que, por momentos, puede desconcertar al lector, pero que a la vez lo atrapa y lo interpela. En más de una ocasión el narrador le habla al lector directamente. Busca asustarlo, disuadirlo, tratar de que tome su lugar y sienta lo que él sintió durante su estadía en la cárcel. Miranda Mena tiene en claro las connotaciones asociadas a la figura del preso para la mayor parte de la sociedad y las utiliza a su favor. Por ejemplo, pasada la mitad del relato, tiene lugar un pasaje que adquiere las características de un monólogo interior. El narrador deja fluir sus pensamientos para relatar cómo fue su ingreso a la cárcel de Olmos. El texto va adquiriendo velocidad a medida que avanza el relato. El uso que se hace de las reglas ortográficas y de puntuación es muy personal. Tanto el vocabulario tumbero utilizado como el uso de las mayúsculas y los signos de exclamación delatan las sensaciones de miedo y adrenalina que sintió el protagonista y traspasan el texto para llegar al lector. El tramo final del texto de Miranda Mena parece conjugar realidad con ficción, e incluso el “¿continuará?” con el que concluye su historia no hace más que confirmar cómo el autor hizo suyo el acto de escribir.

En Desde adentro estamos frente a una antología que busca ser liberadora para sus autores y un llamado de atención para los lectores, en su mayoría desconocedores del mundo que rodea las cárceles de Buenos Aires. Sumergirse en la lectura de estos textos supone no solo conocer las crudas historias que se relatan sino, también, encontrar en ellas a sus autores:  personas privadas de su libertad a las que la lectura y la escritura les permitieron conocer otro mundo, les dieron un medio para expresarse y también les posibilitaron soñar con que otra forma de vida es posible. Si, como señala Alberto Sarlo, la lectura humaniza, estos relatos dan voz y nombre a los actores de una realidad negada y despreciada.