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Evita durante una entrega de bicicletas en la Residencia Presidencial

Eva Perón, el mito de la lejanía

Instituto del Desarrollo Humano, UNGS

Ni mi vida ni mi corazón me pertenecen

y nada de todo lo que soy o tengo es mío.

Eva Perón, La razón de mi vida

La segunda tiranía consistió en la consolidación del primer gobierno peronista. En el plano político, este gobierno desató a su vez un quiebre social y cultural, pues generó la emergencia de la cultura de masas y la representación política del sector obrero. La figura de Eva Perón se impuso como marca definitiva del movimiento. Según Rosano, es posible tomar a la figura de Eva como el elemento central de la construcción del peronismo en tanto estructura de sentimiento en el imaginario argentino (Rosano, 2006: 8). Este concepto que la autora retoma de Raymond Williams refiere a una hipótesis cultural que permite leer las representaciones sociales en tanto experiencias sociales en proceso. Es en este sentido, se construye una sensibilidad en torno a la concepción mítica de Eva en el imaginario social. Esta construcción se ve reforzada por dos elementos fundamentales, su muerte joven que la convierte en mártir y el peregrinaje de su cadáver embalsamado para inmortalizar esa juventud y ser exhibido masivamente, asediado además por la oposición. 

El cuerpo de Eva está sesgado por una dualidad. Por un lado, se encuentra un cuerpo material, enfermo, frágil que se contrapone al cuerpo político que moviliza a las masas y de alguna manera inmortal. Sarlo (2003) postula que ambos cuerpos son en realidad indisolubles. Eva Perón es transformada por la sociedad en un símbolo, en una bandera que se disputaron durante mucho tiempo los distintos sectores del movimiento peronista y este cuerpo convertido en símbolo adquiere un carácter aurático. En su cuerpo se condensan todas las virtudes del peronismo, según Sarlo, “produce autenticidad por su sola presencia” (2003: 91) Su cuerpo ya no le pertenece, la construcción del mito se condensa en la subjetividad colectiva del pueblo que, ya sea a favor o en contra del régimen, es consciente de la fuerza política y simbólica de la entrega física de su persona. 

En este sentido, la literatura que remite al régimen peronista retoma el carácter aurático que se le atribuye al cuerpo de Eva para romper con esa autenticidad. El pueblo, los personajes que se desarrollan se apropian de la representación de ese cuerpo, ya sea a través de una representación icónica del mismo o la representación física y material. Cada ruptura supone a su vez un acercamiento hacia el pueblo y contribuye a la estructura del sentimiento.

En el siguiente artículo se abordarán las maneras en que es apropiado y representado ese cuerpo público a partir del siguiente corpus literario. En primer lugar, “La señora muerta” de David Viñas, publicado en 1963, se remonta al funeral masivo de Eva Perón aunque sin llamarla por su nombre, al igual que en “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh publicado en 1963, donde se alude al secuestro del cuerpo de Evita, posterior a su muerte; a su vez, en “El simulacro” de Jorge Luis Borges, publicado en 1952, una muñeca sustituye el cuerpo de Evita en un funeral ficticio; por otro lado, en “Soy yo” de Esther Cross, una adolescente encara una metamorfosis hacia la imagen de Evita, algo similar a lo que ocurre en “Evita Capitana” donde una niña pequeña encuentra en la figura de Eva una figura de idolatría. Por último, en “Evita vive” de Néstor Perlongher, escrito en 1975 y publicado en Argentina en 1989, el cuerpo muerto de Evita es representado del lado de los sectores más marginales.

A partir de dicho corpus puede observarse la ruptura aurática mencionada anteriormente. Por un lado, en el tratamiento del cuerpo de Eva Perón y la peregrinación en torno a su cuerpo embalsamado. Por otro lado, en la representación física y material del cuerpo de Eva a través de un cuerpo vivo. 

Eva Perón, el aura del cuerpo material 

El cuerpo de Eva se encuentra envuelto en una tensión que oscila entre el plano político y el plano material. Según Sarlo, ambos cuerpos son indisolubles ya que el cuerpo material de Eva se configuró como la imagen del peronismo y su imagen y simbología política fue diseminada en el imaginario social para la construcción de un mito. Si bien Benjamin (1989) se refería a la autenticidad de las obras de arte, el carácter aurático puede transmitirse al tratamiento de la figura y la corporalidad de Eva Perón. La transformación de la imagen de Eva en un símbolo o una bandera del peronismo lleva, según Sarlo, a que el cuerpo de Eva adquiera un carácter aurático. En términos de Benjamin, el aura consiste en la “manifestación irrepetible de una lejanía, (por cercana que pueda estar)” (1989: 4), pues su existencia irrepetible constituye su autenticidad. A su vez, su reproducción a través primeramente de imágenes constituye una de las aspiraciones de las masas: acercar espacial y humanamente aquel símbolo político de pertenencia, aquella leyenda revolucionaria. Pues, para Benjamin las masas tienen la necesidad de adueñarse de tales objetos a través de la copia y la reproducción (1989 :4). 

Luego de la muerte de Eva, en 1952, su cuerpo es embalsamado. La necesidad de mantener un cuerpo finito, de hacer perdurable el cuerpo material se desliga de esta percepción de los cuerpos indivisibles. En el cuento “La señora muerta”, de David Viñas podemos encontrar el primer vistazo al aura del cuerpo inerte. Este cuento trata acerca del masivo funeral de Eva Perón, aunque sin mencionar su nombre, y la intensa fila que se generó para poder ver su cuerpo. Según Benjamin, el modo aurático de existencia del objeto simbólico jamás debe desligarse de su función ritual. Con otras palabras: “el valor único de la auténtica obra artística se funda en el ritual en el que tuvo su primer y original valor útil.” (Benjamin, 1989: 5) El funeral representado en la obra de Viñas representa un ritual, un acercamiento de las masas y una peregrinación para ver un cuerpo inerte que está cargado de simbolismo político. “¿Usted cree que la podremos ver?”, pregunta la chica que hace la fila casi indiferente. “Y no sé. Habrá que esperar”  (Viñas, 2000: 69), contesta el protagonista de la historia, al cual le importa poco y nada el funeral de Eva. 

−Dicen que está muy linda.

−¿Sí?

−La embalsamaron, por eso. (Viñas, 2000: 69)

El cuerpo político y material, embalsamado para su exhibición es convertido en la obra de arte, de la cual las masas se quieren apropiar. Al fin y al cabo, es su propia representación política la que ponía en juego ese cuerpo. Con esta corporalidad sucedió algo parecido a lo que ocurría con diferentes obras, por ejemplo, la estatua de Venus en un contexto griego en que fue creada consistía en un objeto de culto, pero para el sacerdocio medieval consistía en un “ídolo maléfico”. El cuerpo de Eva despertaba tanto sentimientos de amor como sentimientos del más profundo odio en la sociedad argentina.

En el cuento de Walsh, “Esa mujer” se destaca nuevamente la necesidad de inmortalizar el cuerpo de Eva como una obra de arte, de conservar el aura que lo envuelve. Sin embargo, el cuento narra una entrevista a quien supuestamente ha secuestrado el cuerpo. En esta historia podemos observar una ruptura del aura en tanto el Coronel, quien es poseedor del cuerpo material, inscribe a Eva en una figura santificada, una virgen, una diosa. Sin embargo no hay distancia entre el cuerpo y el sacrilegio. El cuerpo es mutilado, secuestrado, abusado y demás. La distancia que supone la presencia aurática es violada a lo largo del relato del Coronel. El cuerpo es a su vez profanado y segmentado tanto en la realidad histórica como a lo largo de la literatura. 

−¿La vieron así?

−Sí, ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte al aire, ¿sabe? Con todo, con todo… (Walsh, 2000: 131) 

Esa mujer, Eva pero sin nombrarla, es primeramente exhibida como objeto y bandera simbólica, sin embargo, en este cuento se convierte en una posesión, en un objeto cultural que debe conservar su aura en la lejanía, en el ocultamiento. De lo contrario, el movimiento opositor y antiperonista hubiera  profanado ese cuerpo:

−¿Qué querían hacer?

−Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuánta basura tiene que oír uno! (Walsh, 2000: 129)

El aura del cadáver se ve vulnerado por los sucesos durante el embalsamamiento y por el mismo Coronel en el proceso de traslado. Pero además el aura es exaltado en tanto es un objeto que es necesario ocultar y mantener alejado de las masas. Un aura que se exalta con el empeño de preservar el aquí y ahora del cuerpo, es decir su autenticidad, pues a diferencia de una obra de arte, un cuerpo tiene un límite biológico de existencia que, en este caso, fue quebrado por el embalsamamiento. El Coronel, además de apropiarse de este cuerpo que es a su vez símbolo y bandera política, menciona un entierro, quizás en intento de que la muerte continúe su ciclo natural. Sin embargo, hacia el final del cuento el Coronel esboza “esa mujer es mía”, exaltando nuevamente su carácter de objeto. 

El entierro consiste en un ritual de cierre. No solo se entierra una corporalidad, sino el aura de la misma Evita. En el cuento de Borges, “El simulacro”, se narra la historia de un impostor que, con una muñeca con peluca rubia monta un simulacro de velorio. El ritual aquí consiste nuevamente en alcanzar ese cuerpo aurático a las masas de las provincias. El funeral masivo relatado en el cuento de Piglia sucede en Buenos Aires, sin embargo, en el relato de Borges el simulacro se extiende a lo largo de diferentes locaciones. Este simulacro consiste en un acercamiento a las masas y la inevitable ruptura del aura corporal de Eva al tratarse de una muñeca, de una representación similar, un intento de copia del original.  

Evita y la reproductibilidad simbólica

Benjamin sostenía que “en la época de la reproducción técnica (…) lo que se atrofia es el aura ” (Benjamin, 1989: 3). Si continuamos considerando la figura de Eva Perón como un símbolo aurático podemos afirmar que las reproducciones de su cuerpo y su imagen contribuyen al quiebre de su carácter aurático. 

En el cuento de Borges, la muñeca que representa el cadáver de Evita es una copia, una representación de un cuerpo que no está presente materialmente pero sí en cuanto al carácter simbólico. El valor de esa representación se encuentra atravesada por la estructura del sentimiento, aquella sensibilidad en torno a la construcción del mito a la que hacía referencia Rosano (2006). En “El simulacro”, el pueblo, crédulo, asiste a un funeral ficticio donde no sólo la muñeca representa a Eva, sino que “el enlutado” representa el papel de Perón, como una especie de puesta en escena. El narrador afirma: “El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte”, ambos son meras representaciones de cada uno, apenas una copia de los cuerpos que representan el fenómeno político-cultural que supuso la consolidación del peronismo.  

En el cuento “Soy yo”, de Esther Cross, nos encontramos con la historia de una adolescente que busca parecerse a Evita, no solo físicamente, sino también como activista política, ya que constantemente busca molestar a un vecino que participó durante el bombardeo a plaza de mayo en el ‘55. La protagonista de este cuento no solo se ha teñido el pelo de rubio para parecerse a Evita, también fuma, no por placer, sino para adquirir una voz más ronca, más parecida a la de su ídola. Además robó La razón de mi vida de la casa de su abuela, quien se identificaba como rotundamente antiperonista. La identificación de la adolescente con la figura simbólica de Eva es total. La protagonista ha utilizado todas las herramientas a su alcance para realizar la metamorfosis y convertirse en una representación viva de Eva. El aura del cuerpo material se borra al ser apropiado por otro cuerpo diferente: “Ahora es ella quien vive en mi alma y en mi cara” (Cross, 2021: 69), esboza la muchacha parafraseando y resignificando un fragmento del libro de Eva Perón que robó de su abuela. 

Al igual que en el cuento “Evita Capitana”, de Inés Garland, podemos apreciar una identificación con la figura mítica de Eva que parte principalmente de las imágenes que se encuentran en el entorno. En ambos cuentos, las protagonistas tienen acceso a la imagen pictórica de Evita a través de cuadros expuestos en paredes, folletos, fotografías, libros, etc. Existe para las juventudes el acceso a la figura mítica que conserva su aura de una manera rasgada, ya que a través de la reproducción técnica de imágenes y obras es posible que en cada escenario exista un cuadro de Eva colgado en una pared. Según Benjamin, el valor cultural de la imagen “tiene su último refugio en el culto al recuerdo” (1989: 7). Se construye a partir de dichas imágenes una belleza melancólica e incomparable que, al tener en cuenta la simbología que engloba la imagen reproducida de Evita, supone en las protagonistas de las historias mencionadas una identificación y una necesidad de imitar. 

El cuerpo de Evita entonces se materializa en otro cuerpo diferente del original. La ruptura del aura es total, pues el original, que se corresponde con un cadáver, no sólo se encuentra en reproducciones pictóricas como fotos, folletos o muñecas, sino que aparece materializado por un nuevo intérprete. Algo similar ocurre en “Evita vive”, de Néstor Perlongher. 

En ese cuento, el cuerpo de Evita es un cuerpo post-mortem, con todas las marcas del cuerpo original que se materializa en diferentes situaciones de marginalidad: una escena casi pornográfica; una que narra el consumo de drogas y por último una escena que remite a Eva ejerciendo trabajo sexual. En este caso, no hay un cuerpo externo que se apropie del cuerpo simbólico de Evita, sino que el cuerpo material se hace presente y a través de diferentes marcas podemos asumirlo como un cuerpo que ha atravesado el mismo proceso de muerte que ella. Las marcas del cáncer, el olor a muerta en la habitación del hotel y el peinado característico son algunos de los elementos que nos demuestran su autenticidad. 

En este caso, el carácter aurático del cuerpo material que se demostraba roto y quebrado en los cuentos previamente analizados, en el cuento de Perlongher se exalta. En este sentido, la representación del cuerpo constituye nuevamente su autenticidad a partir del “aquí y ahora”, es decir, de la presencia irrepetible e inequívoca del cuerpo original. Además, esta presencia es considerada “santa”, una figura bajada directo del Cielo. 

A su vez, el aura se quiebra, ya que al definirla como una lejanía es posible contraponerla con la adscripción de la Eva post-mortem a los sectores marginados. No se observa la lejanía que caracteriza la reproducción de un cuerpo simbólico y aurático. En este cuento, al igual que en “Esa mujer”, hay una apropiación del cuerpo material, pero ya no como objeto simbólico de culto, sino como sujeto que es parte de un sector específico. Su cuerpo político se destaca sin dejar de lado su cuerpo material, ya que este último posee las marcas identitarias. Este cuerpo dual, político y material, es apropiado por los sectores que tanto en el relato como en la realidad han sido marginados. No es poco relevante que su autor fuera uno de los actores principales de uno de los primeros movimientos homosexuales argentinos, el Frente de Liberación Homosexual. A su vez, este movimiento había sido rechazado por todas las agrupaciones políticas, incluyendo a los peronismos. La apropiación de su figura más importante constituye la mayor ruptura en el aura de ese símbolo inalcanzable que incluso a nivel político se les había negado. Como hemos mencionado previamente, según Benjamin, las masas aspiran el acercamiento espacial y humano de los símbolos enmarcados en un carácter aurático a través de la reproducción de los mismos. 

Conclusión

A lo largo del corpus analizado, hemos podido observar el carácter aurático que se encuentra presente en el cuerpo de Eva a lo largo de la literatura. Este carácter es indivisible del cuerpo dual de Eva. A su vez, el elemento aurático es quebrado, exaltado y utilizado por diferentes posturas sociales a lo largo de las producciones literarias. El cuerpo y la figura simbólica de Eva son constantemente reconstruidos y reapropiados, reproducidos una y otra vez en la práctica literaria a partir de todas sus contradicciones. La autenticidad del cuerpo se quiebra en cada reproducción, ya que el aura del cuerpo dual se encuentra directamente ligado al culto que se desliga de la estructura del sentimiento y de la construcción del mito.

La autenticidad del cuerpo se rompe entonces, una y otra vez. La cultura de masas que emerge con los gobiernos peronistas posee una necesidad de apropiarse de los elementos culturales, de romper con la distancia que supone el objeto poseedor de aura. Esta necesidad de adueñarse de los objetos simbólicos se transmite a la apropiación del cuerpo de Eva y se materializa en la narrativa argentina. Si Evita es la representación de la cultura de masas, el constante quiebre del aura corporal supone acercar aún más su figura al pueblo y a la construcción del mito. La estructura del sentimiento se incrementa a medida que el aura continúa quebrándose. Eva se materializa en la simbología. Eva es la muñeca, es el cadáver exhibido como la estatua de una virgen, es la adolescente que se tiñe el cabello, una prostituta, una yonqui. El cuerpo de Eva pierde autenticidad en cada reproducción, sin embargo se acerca cada vez más al pueblo en cada una. 

Bibliografía

Benjamin, Walter (1989): “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”. En Discursos Interrumpidos I. Buenos Aires: Taurus.

Borges, Jorge Luis (1956): “El simulacro”. En El Hacedor. Buenos Aires: Emecé.

Cross, Esther (2021): “Soy yo”. En Perón Vuelve. Buenos Aires: Tusquets Editores.

Garland, Inés (2021): “Evita Capitana”. En Perón Vuelve. Buenos Aires: Tusquets Editores. 

Perlongher, Néstor (2021): “Evita vive”. En Perón Vuelve. Buenos Aires: Tusquets Editores. 

Rosano, Susana (2006): “Introducción”. En Rostros y máscaras de Eva Perón. Imaginario populista y representación. Rosario: Beatriz Viterbo.

Sarlo, Beatriz (2003): La pasión y la excepción. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina,

Viñas, David (2000): “La señora muerta”. En Perón Vuelve. Buenos Aires: Tusquets Editores.

Viñas, David (1982 [1974]): “Rosas, romanticismo y literatura nacional”. En Literatura argentina y realidad política. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina. 

Walsh, Rodolfo (2000): “Esa mujer”. En Perón Vuelve. Buenos Aires: Tusquets Editores.