Victoria Rico - Flores
Una remake de “La tempestad”. Símbolos latinoamericanos: Calibán y Sycorax
Instituto del Desarrollo Humano, UNGS
La tempestad de William Shakespeare (2016),1 de la ilustradora y pintora argentina Silvina Pachelo,2 es una versión ilustrada de la obra homónima de William Shakespeare. Al igual que el drama del bardo inglés, la obra de Pachelo representa a Próspero como máxima autoridad en la isla, luego de haberla arrebatado a Sycorax y Calibán. A lo largo de los actos, Próspero utiliza a Ariel –su siervo– y a Miranda –su hija– para recuperar el ducado de Milán. Ariel desata la tempestad que atrae a Antonio –el rey de Nápoles–, a su hijo Fernando y al resto de los integrantes de la tripulación hacia la isla. Miranda, sin saberlo, es el objeto de intercambio mediante el cual Próspero se asegurará el poder que le arrebató su hermano y, además, cruzará su linaje con el real. No obstante, el drama de Pachelo incorpora dos novedades con respecto a la obra original: por un lado, las ilustraciones en las que están representados todos los personajes; por otro, algunos parlamentos. Específicamente, les otorga voz a Sycorax y Miranda.
La tempestad, al igual que las demás reescrituras de la obra de Shakespeare, es una metáfora del proceso de colonización: la conquista del territorio, la imposición de una lengua, la subordinación a un conjunto de creencias exótico, a un régimen político y económico foráneos; pero, sobre todo, el sometimiento de distintas culturas a ser nombradas bajo categorías conceptuales constituidas por el poder. En este sentido, tal como señala Fernández Retamar (2004), Calibán es la deformación de Caribe y caníbal, expresiones que han quedado perpetradas, sobre todo a los ojos de los europeos, de manera infamante. El Calibán de Shakespeare es símbolo de lo salvaje, lo extraño, lo despreciable, lo infame (Fernández Retamar, 1971). Sin embargo, a lo largo de las distintas reescrituras, ese símbolo fue cargado de distintos sentidos: Ernest Renán (2017) entiende a Calibán como símbolo de “pueblo”, mientras que Aimé Césaire (2011), como una representación del “negro”. Es decir, las diversas versiones de la obra de Shakespeare ofrecen, a su vez, distintos significados en torno a Calibán, los cuales no se excluyen, sino que más bien se complementan. Así, podemos señalar que la obra de Pachelo condensa todas estas significaciones y, además, incorpora otra, que está representada en la figura de Sycorax: la bruja que no pudieron quemar, pero sí encerrar en un árbol. En La tempestad aparece otra subjetividad: la mujer, sujeto político de la emancipación en América latina del siglo XXI, que aparece invisibilizada en el resto de las obras.
En efecto, si La tempestad es una metáfora de la colonización y Próspero es el colonizador, entonces, según Fernández Retamar:
Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodó, sino Calibán. Esto es algo que vemos con particular nitidez los mestizos que habitamos estas mismas islas donde vivió Calibán: Próspero invadió las islas, mató a nuestros ancestros, esclavizó a Calibán y le enseñó su idioma para entenderse con él: ¿Qué otra cosa puede hacer Calibán sino utilizar ese mismo idioma para maldecir, para desear que caiga sobre él la “roja plaga”? No conozco otra metáfora más acertada de nuestra situación cultural, de nuestra realidad (Fernández Retamar, 1971: 31).
Actualmente, ¿acaso es suficiente la lectura de Fernández Retamar? Indudablemente, no. El ingreso intempestivo de la lucha de las mujeres por sus derechos en la escena política y social a través de los movimientos feministas requiere repensar los símbolos latinoamericanos. De manera que a la interpretación de Fernández Retamar deberíamos agregarle la figura de Sycorax, que es un símbolo que representa, por un lado, a las mujeres, quienes también fueron conquistadas; por el otro, a la América Latina feminista, que es nuestra realidad actual. Calibán y Sycorax, habitantes de la isla a la que arriba Próspero, fueron conquistados y explotados. Próspero utiliza a los nativos para conocer la isla y poder dominarla. En nombre de la civilización, oprime a los bárbaros.
¿Cómo un sólo un hombre puede oprimir toda una isla? ¿Por qué sus habitantes se subyugan? José Martí (1981) señala que la subordinación parte de la falsa dicotomía entre civilización y barbarie, que él entiende como falsa erudición. Unos consideran sus saberes superiores, saberes que les otorgan autoridad y poder; en cambio, otros perciben sus conocimientos como inferiores, y por lo tanto, consideran que deben obedecer. Ahora bien, ¿acaso la subordinación es igual para hombres y mujeres? La respuesta es no. La desigualdad sexual que deviene desigualdad social debe ser entendida a partir de los conceptos de género, raza y clase. ¿Por qué? Porque no es lo mismo ser una mujer blanca o ser una mujer negra. Asimismo, no es igual ser una mujer rica o una mujer pobre. Por eso, actualmente resulta imperioso reparar en las figuras antagónicas de Sycorax y Miranda. ¿Por qué reflexionar a partir de la obra de Pachelo? ¿Qué aporta de novedoso? Les aporta más protagonismo a los personajes femeninos y agrega ilustraciones que son significativas para repensar la colonización desde una perspectiva de género.
Civilización y barbarie
En Nuestra América, José Martí señala que la dicotomía sarmentina no es tal, ya que no existe una disputa entre civilización y barbarie, sino más bien entre la falsa erudición y el hombre natural (Martí, 1891). En este sentido, el poeta cubano explica que el hombre natural, es decir, el mestizo autóctono de Latinoamérica acata y reconoce la inteligencia superior, siempre que esta no implique su sumisión, lo ofenda o sea utilizada para eliminarlo (Martí, 1891). En el proceso de colonización, el conocimiento fue una herramienta más mediante la cual los colonizadores subyugaron al pueblo latinoamericano. En efecto, en nombre de la erudición y civilización, impusieron sistemas políticos y económicos importados de Europa, oprimieron al pueblo e intentaron reducir la posibilidad de resistencia. Entonces, la falsa dicotomía entre civilización y barbarie es uno de los principios fundamentales de la colonización, que se hace evidente en una obra como La tempestad: la superioridad de Próspero, quien detenta el poder y el conocimiento, por sobre los nativos de la isla; la rebeldía de Calibán y la eliminación –por lo menos del campo de acción– de Sycorax.
En la obra de Pachelo, Próspero relata que Gonzalo, al momento de expulsarlo al mar, le empacó los libros que él –Próspero– considera lo más valioso. Además, añade que con su arte y su magia dominó la isla. Por “arte y magia” se debe entender al conocimiento “culto”, mediante el cual los colonizadores esclavizaron a la población, imponiéndole su cultura y, sobre todo, su lengua; a la vez que le quitaban su humanidad y hacían que percibiera sus propios conocimientos y creencias como inferiores. En este sentido, el conocimiento “verdadero” de los europeos exalta la ausencia del de los latinoamericanos. Deshumanizar al Otro les permite justificar su superioridad. Si unos son cultos y otros salvajes, es “natural” que unos gobiernen y los otros les sirvan.
El proceso de colonización, según la feminista ítalo-estadounidense Silvia Frederici (2004), es un entramado complejo que implica civilización y cristianización; por eso, la vestimenta, como símbolo de lo civilizado, también se impuso en Latinoamérica. Los indígenas, por imposición de los europeos, tuvieron que cubrir su anatomía. La persona desnuda se asemeja a lo salvaje, a lo bárbaro. Esto resulta significativo en la obra de Pachelo, ya que las ilustraciones que están presentes permiten extraer sentidos en torno a lo civilizado y lo bárbaro.
Ilustración I: Próspero.
Extraída de La tempestad de William Shakespeare, pp. 30-31.
En la ilustración I, se observa a Próspero con un gran libro abierto en sus manos. Él está vestido y su fisonomía se acerca a la de una persona común. La vestimenta cubre por completo su anatomía, sólo deja al descubierto su cara y sus manos. Arriba del libro abierto hay una marea con un barco, representación de la tempestad desatada por Ariel, quien obedece a las órdenes de Próspero. El libro simboliza el conocimiento, “el arte y la magia”, del colonizador, la principal herramienta que utiliza para someter al otro. En cambio, en la ilustración II está Sycorax, desnuda, con aspecto monstruoso. Sus pechos al descubierto son una representación del nudismo de las indígenas, las cuales, con la llegada de los europeos, debieron cubrirse (Federici, 2004). La cara desfigurada y los brazos carentes de aspecto humano exaltan la supuesta animalidad de Sycorax.
Ilustración II: Sycorax
Extraída de La tempestad de William Shakespeare, p. 34.
Asimismo, en la ilustración III, se observa a Calibán y a los espíritus de la isla igualmente desnudos. A pesar de tener un taparrabos, los genitales masculinos están al descubierto.
Ilustración III: Calibán
Extraída de La tempestad de William Shakespeare, p. 51.
En este sentido, las ilustraciones contribuyen a enfatizar la diferencia entre civilización y barbarie desde la perspectiva europea, asimilada por algunos latinoamericanos y rechazada por otros. Tal como señala Martí (1981), el enfrentamiento no es entre civilizados y bárbaros, sino que es la resistencia de los nativos contra la opresión de los europeos en nombre del progreso y el conocimiento. Calibán rechaza el conocimiento que lo oprime. Le exclama a Próspero: “tu ´arte propio´”, como lo llamas, es pura tontería de hombres como tú” (Pachelo, 2016: 35). Calibán y, por extensión, los hombres latinoamericanos se rebelan contra el arte que los perjudica.
El arte, la magia y el conocimiento del colonizador están nutridos, a su vez, por el de los colonizados. Próspero necesita de Sycorax y Calibán para conquistar la isla. Asimismo, estos necesitan de las herramientas discursivas, conceptuales y fácticas de Próspero para rebelarse contra él. Calibán exclama:
¿Crees que soy una cosa torpe?, ¿Qué a tus esclavos los puedes tener bajo la magia que robaste de Sycorax?, ¿Qué tus libros no alcanzaron para hacer tanto mal? Eres un usurpador, todo se lo debes a esta isla que no es tuya […] Cuando llegaste, me tratabas con respeto, ¿verdad? Me dabas agua, cuidabas de mí. Te enseñé la isla, lo estéril y lo fértil. Y usas como excusa que quise violar a tu hija miranda, explotas ese argumento para seguir sometiéndome […] Me enseñaste tu lenguaje, y el provecho que obtuve es maldecir. ¡Que te dé peste roja por mostrarme tus costumbres y tus saberes, por usarme para que te enseñe los secretos de la isla! (Pachelo, 2016: 35-36).
Próspero necesitó de la ayuda de Calibán para conocer el territorio que iba a conquistar. Para ello, tuvo que enseñarle su lenguaje, el cual ahora el nativo utiliza para maldecirlo. Y luego utilizará para conspirar en su contra. Asimismo, Sycorax, que en la obra de Pachelo tiene voz, expresa:
Soy la que ve y escucha aun en ausencia […] La primera bruja, la irracional. Sufrí las peores aberraciones: persecución, hostigamientos. Y así me corrieron a latigazos de mi tierra. Todos los hombres como Próspero usurparon nuestra isla […] ellos aprendieron de nosotros. Sólo tenemos un saber originario, el cual esos hombres nos quitaron (Pachelo, 2016: 33).
Próspero no sólo le quitó el saber originario a Sycorax, sino que también la nombró bruja. Esta categoría no sólo permitió a los conquistadores llevar a cabo un proceso de cristianización, sino que también etiquetar a un grupo social, perseguirlo y eliminarlo. La colonización mata personas y, con ellas, culturas enteras. En principio, podría pensarse que, en La tempestad de Shakespeare, la figura de Sycorax está invisibilizada y que lo mismo sucede en la obra de Aimé Césaire. Frente a este aspecto, podríamos preguntarnos: ¿por qué Próspero pudo prescindir de Sycorax y no de Calibán? Si puede explotar a ambos, que simbolizan dos grupos sociales, ¿por qué decide encerrar a uno? A partir de lo señalado por Federici respecto de las mujeres indígenas, este grupo social, representado por Sycorax, fue el más perjudicado por la colonización, ya que antes de la llegada de los europeos estaban en igualdad con los hombres nativos. Sin embargo, una vez iniciada la conquista, además de ser oprimidas por nativas, empezaron a serlo por ser mujeres. Además de ser explotadas como mano de obra, también eran violadas. Por estos motivos, también eran los sujetos más proclives para rebelarse contra los conquistadores. Frente a la amenaza de organización y resistencia, se invisibiliza un grupo social.
No obstante, en la obra de Pachelo Sycorax tiene voz y es símbolo de la mujer latinoamericana: de la india, de la negra y de la mestiza. Sycorax es la bruja. Entonces, las brujas son las mujeres que los colonizadores violaron, mataron y arrojaron al mar (Pachelo, 2016). En este contexto, el proceso de colonización debe ser pensado, también, desde una perspectiva de género.
Sycorax y Miranda
El cuerpo de la mujer, que deviene medio de reproducción u objeto de intercambio, también fue un territorio de conquista. Desde esta perspectiva, es preciso abordar La tempestad a partir de las categorías de género, raza y clase, las cuales están vinculadas entre sí y, en la obra, aparecen condensadas en las figuras de Sycorax y Miranda. La primera, simboliza a las mujeres latinoamericanas, a las mestizas, a las negras, a las pobres; en cambio, la segunda, a la mujer europea, blanca, de clase media y alta.
Sycorax es la tierra fértil que gesta calibanes. Es el medio reproductivo mediante el cual los colonizadores pueden perpetuar un sistema de opresión. Sin Sycorax, Próspero no hubiera podido colonizar la isla: le arrebató su conocimiento, su hijo y sus espíritus. Sycorax es, también, metáfora de la resistencia. Tal como señala Federici (2004), la colonización es un proceso violento. Los nativos no se subyugaron pasivamente a los europeos y la mayor resistencia fue por parte de las mujeres, quienes se vieron más perjudicadas. En este sentido, la mujer es la subjetividad doblemente oprimida. Por un lado, por su condición de nativa de la isla; por otro, por su condición de género. Por eso, Sycorax manifiesta: “a nosotras, las brujas, nos violaron, nos mataron y nos arrojaron al mar” (Pachelo, 2016: 33). Para perseguir, primero es necesario etiquetar: las brujas son aquellas mujeres que resisten, que se rebelan contra el poder. La violencia contra ellas fue más atroz, ya que además del trato dispensado como a cualquier esclavo, también eran violadas. La violación es, entonces, un mecanismo de dominación sobre el cuerpo para disciplinarlo. En consecuencia, sirve para establecer una diferencia entre géneros: el hombre por sobre la mujer. Además, la violación permite producir más esclavos.
En la ilustración II, alrededor del cuerpo de Sycorax, crecen las plantas y en su vientre hay dos espíritus liberando “magia”. De este modo, podría pensarse que en La tempestad se simboliza la fertilidad en un sentido amplio: tanto de la tierra para que sea explotada como medio de producción como de los cuerpos de las mujeres como medios de reproducción. Entonces, Sycorax es oprimida por su condición de género, raza y clase: por mujer, indígena y esclava.
En cambio, Miranda simboliza a las mujeres europeas, blancas y de clase media y alta. Está subordinada al hombre: primero a su padre y después a su esposo. En efecto, hay una analogía entre el sistema esclavista (es decir, la relación amo-esclavo) y la situación de la mujer blanca en el seno familiar, ya sea con su padre o con su marido. En vez de ser un territorio de conquista, el cuerpo de Miranda deviene objeto de intercambio. Le pertenece a Próspero, es parte de su patrimonio, es un bien más, el cual es susceptible de tener un valor económico y, en este caso, también político. En la obra de Pachelo, Miranda no puede ser violada por Calibán (porque es una mujer blanca y parte de la clase dominante), porque no puede ser profanada por un salvaje. El destino de la hija de Próspero es ser el objeto de intercambio: él entrega a su hija a cambio del ducado de Milán. Es decir, el cuerpo de la mujer blanca se mercantiliza. Miranda exclama: “soy inexperta, pero por mi pureza soy pretenciosa. No deseo ninguna otra compañía que no sea la de mi padre. Pero hablo sin mucha sensatez, y olvido en ese punto sus preceptos […] Soy santa y tu esposa seré entonces, hasta que la muerte nos separe” (Pachelo, 2016: 56-57). Miranda y Fernando se encuentran y se “enamoran” por los artificios de Próspero. Ella no quiere otra compañía; sin embargo, los mandatos paternos hacen que se case con alguien de su clase, a quien puede aspirar por ser pura y santa, por no estar corrompida; es decir, por ser virgen. En este contexto, Miranda es una esclava con privilegios de clase. Primero es esclava de su padre, luego de su marido. La única diferencia es que, en el seno del matrimonio, pasa de ser un objeto puro a ser un objeto sexual. En la ilustración IV, Miranda y Fernando están desnudos, aunque los pechos de ella están cubiertos por su pelo y los genitales de él por hojas. Esta ilustración simboliza la unión sexual entre ambos y, entonces, la consumación del matrimonio.
Ilustración IV: Miranda y Fernando
Extraída de La tempestad de William Shakespeare, p. 58.
Como se mencionó anteriormente, es imperioso abordar las figuras de Sycorax y Miranda a partir de las categorías de género, raza y clase, ya que echan luz sobre las formas de opresión de estos dos personajes femeninos y permiten complejizar el significado simbólico de la metáfora de la colonización presente en la obra. Si bien Sycorax es la madre de Calibán, entre ellos hay una relación horizontal, lo cual da cuenta de una igualdad entre géneros. En cambio, entre Próspero y Miranda hay una relación vertical, que acentúa la desigualdad sexual.
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¿Por qué actualmente debemos leer una remake ilustrada de La tempestad? Porque Calibán y Sycorax simbolizan a los/as latinoamericanos/as en el proceso de colonización. Son figuras rebeldes que se enfrentan al poder de Próspero. Niegan la “civilización” europea y revalorizan su “barbarie”. Por lo tanto, esta versión de La tempestad problematiza en torno a la falsa dicotomía entre civilización y barbarie y, además, incorpora la categoría de género a partir de las figuras de Sycorax y Miranda, cuyos símbolos son necesarios recuperar en la América Latina feminista del siglo XXI.
1 Este texto se desprende de los diálogos llevados a cabo en el marco del proyecto de investigación “(Des)colonización, negritud y género: consideraciones literarias, culturales y latinoamericanas”, dirigido por Rocco Carbone, del Instituto de Desarrollo Humano de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
2 De ahora en más, cuando mencionemos La tempestad nos estaremos refiriendo a la obra ilustrada de Silvina Pachelo, salvo que se indique lo contrario.
Bibliografía citada
CARBONE, Rocco. “Tempestalias: Shakespeare, Césaire y Pachelo. Hacia Una tempestad feminista”. En: Zambrano, Lilibeth (comp.), Travesías intermediáticas, Universidad de los Andes: Mérida, en prensa.
CARBONE, Rocco (2020). “(Des)colonización y latinoamericanismo. La Tempestad reescrita en Argentina”. En: Maristany, José, Oliveto, Mariano, Pellegrino, Daniel, Redondo, Nilda (comps), Literaturas de la Argentina y sus fronteras: tensiones, disensos y convergencias. Actas del XX Congreso Nacional de Literaturas de la Argentina, Teseo Press: Buenos Aires, 2020. 978-987-86-6457-6
CARBONE, R., « Sicorax ». En: Conexão Letras (Universidade Federal do Rio Grande do Sul, v. 13, no. 20, julio-diciembre de 2018, pp. 77-91, https://seer.ufrgs.br/conexaoletras/issue/view/3491/showToc. ISSN: 2574-8962.
CÉSAIRE, Aimé ([1969]2011). Una tempestad. Buenos Aires: El 8vo. Loco Ediciones.
FEDERICI, Silvia (2004). El Calibán y la bruja. Edición Tinta Limón.
FERNÁNDEZ RETAMAR, Roberto (2004). Todo Caliban. Buenos Aires: Clacso.
MARTÍ, José (1981). “Nuestra América”. La Revista Ilustrada de Nueva York, 133-139.
RENAN, Ernest ([1878]2017). La tempestad. Buenos Aires: Editorial Caterva.PACHELO, Silvina (2016). La tempestad de William Shakespeare. México: Cooperativa Editorial Viandante.
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