Joaquín Torres García - América invertida
Problemas de la producción, circulación y consumo de la literatura digital en América Latina: una introducción
Instituto del Desarrollo Humano, UNGS
El futuro ya llegó.
PR
Cuando nosotros también vivíamos en el futuro […]
vinieron los actuales dueños del futuro a cagarnos a palos
porque el futuro no se comparte.
Josefina Ludmer
(*Doble click) Iniciando programa…
¿Cómo hacer una lectura crítica de la producción y circulación de la literatura digital desde/sobre/para América Latina, hoy? Buscamos un verbo que se mueva, que tenga dinamismo. Buscamos un verbo que baile. América Latina es una palabra escrita con tambores, se agarra fuerte de las caderas, se contonea al compás sabroso. Imaginar una propuesta de trabajo, pensar fuera de los marcos rígidos de la teoría caminante y bailar por los bordes de la expresión será la intención de lo que sigue. Buscamos conceptos radicantes que sepan echar raíces provisorias a medida que van creciendo.1 No buscamos conceptos-árboles, firmes, erectos y robustos que terminen cayendo estrepitosamente en el bosque de la escritura varios años después, cuando su centro esté seco y no soporte su propio peso. La invitación es pensar como una enredadera amurándose.
(Cargando…) La literatura digital como pantalla de un problema histórico
¿Cómo puede ayudarnos a pensar el futuro la reflexión sobre la literatura digital y sus medios de producción y circulación en América Latina? Escribir sobre la producción y circulación de la literatura digital en nuestro continente hoy es un tema quisquilloso que requiere un trabajo de cierto cuidado. Quisquilloso porque, ya desde el primer compás, debemos dejar de pensar dentro del marco técnico de la modernidad.
Parece ser que la literatura, por algún motivo, se ha convertido en el último bastión de la modernidad; bastión que aún no ha sido “invadido” ni “envenenado” (al menos, no significativamente) por la barbarie de lo digital. La producción de literatura propiamente digital circula marginalmente y no encuentra ecos fuertes en el campo de la crítica. En segundo lugar, cuestionar el orden de producción y circulación nos permite “desencantar” la literatura, quitarle ese brillo romántico y veinteañero, conversar sobre ella en tanto que mercancía. Durante mi formación académica, me llamó la atención que la mayor parte de las discusiones sobre literatura evitaran referirse a este punto, como si fuese algo “indigno” de ella que se soporta de muy mala gana porque, a fin de cuentas, lxs artistas “de algo deben vivir”. Efectivamente, de algo tienen que vivir. Pero, ¿cómo podemos no querer ver que la base del sistema literario en cuanto tal (me refiero al concepto de “autor/a”) es un elemento que señala directamente a la literatura como mercancía? ¿Qué es un/a autor/a sino el cuerpo, una fuerza de trabajo? ¿Qué es la obra autoral sino la materialización del tiempo de trabajo realizado por un cuerpo?
El fenómeno de la literatura digital es un lugar esencial para observar la microfísica del poder en el siglo XXI, las distintas transformaciones que acontecieron desde el comienzo del nuevo milenio y la medida en que se pueden vislumbrar, a partir de allí, otros futuros posibles. El arte ha sido siempre una pantalla elocuente para reflexionar sobre los derroteros de nuestra historia viva. El desarrollo tecnológico siempre está acompañado de una propuesta estética. Es posible hacer una lectura de la cultura como una superposición de sistemas tecnológicos y artísticos complejos, interrelacionados entre sí, con tendencia a ciertas centralizaciones que van variando según el tiempo histórico. Incluso, podemos escarbar dentro de estos sistemas para encontrar centros contradictorios (por ejemplo, un contenido artístico de izquierda cuyos modos de producción y circulación estén dominados por una perspectiva capitalista).
A comienzos del siglo XXI, la globalización y neoliberalización del mundo, acompañada de la democratización del acceso a bienes digitales de consumo, propició la inflación de la burbuja financiera de las compañías “punto com”. En aquel entonces, el boom de la “net economy” tuvo un crecimiento acelerado, cuyo impresionante ascenso sólo fue comparable a su brutal caída, unos años después. No obstante, cuando la burbuja revienta, esparce su contenido hacia todas las direcciones, salpicándolo todo. En ese sentido, es innegable que existe un antes y un después de las empresas “punto com”. Hoy no podríamos pensar en grandes multinacionales como Google o Amazon sin el precedente de las “punto com”. Del mismo modo, en la actualidad se hacen presentes novedades como la tecnología blockchain, las monedas digitales, los NFT’s, entre otros términos que abordaremos más adelante. ¿En qué se basan estas nuevas tecnologías? ¿Qué pasará en un futuro cuando las burbujas financieras que encierran a estas novedades exploten? ¿Cuál será el “después” que vendrá? ¿En qué medida nuestros propios agenciamientos (Guattari, 2013) forman parte de la construcción de ese futuro? Es importante que volvamos a repensar el concepto de emancipación para que nuestro futuro sea algo mejor que esta mera prepotencia de trabajo.
(Cargando 30%…) Del dictador que dicta al ordenador que ordena
Vamos a aventurar la hipótesis de que la estructura algorítmica, que regula múltiples variables de producción social, debe explicarse como un sistema ideológico codificado digitalmente. Nuestra época puede definirse desde distintos ángulos, pero no cabe duda de que el avance exponencial del desarrollo tecnológico digital es una de sus características más importantes. Como sostuvimos antes, toda tecnología tiene (aunque sea en potencia) un arte que se desprende de ella y, en este sentido, hablar de literatura digital en el contexto de la digitalización del mundo no es algo menor. Siguiendo los trabajos de Claudia Kozak (2017), entendemos por literatura digital “la práctica artística electrónico-digital, por lo general multimedia, que exhibe una fuerte implicación del lenguaje verbal con función poética”. En otras palabras, la literatura digital es aquella producción artística que pertenece al ámbito de la literatura y está creada “en/por/desde/hacia dispositivos electrónicos, actualmente digitales” (Ibíd.). La literatura digital debe ser leída adentro del marco de enunciación que se produce en la sociedad digitalizada (sea a favor o en contra de ella, en cada caso).2
Tenemos memoria de la maravillosa novela de Augusto Roa Bastos, Yo, el supremo (1974), en la que aparece la figura del dictador que dicta. La lucidez del escritor paraguayo supo condensar en un verbo la realidad política del siglo XX. Se nos ocurre una analogía para pensar aquello que Deleuze nombra como “el pasaje a la sociedad de control” (Deleuze, 1999): el cambio del dictador que dicta al ordenador que ordena. Vivimos actualmente en una sociedad organizada a través de las redes digitales. La subjetividad puede comprenderse como el resultado de estos ensamblajes. Las redes tienen la fuerza para construir órdenes de lo imaginario y lo posible, forman opinión y recortan el horizonte de enunciación. Los agentes de enunciación se encuentran dispersos entre las subjetividades y los objetos tecnológicos que participan en la red: el código binario que soporta la estructura social actual nos habla y, en su hablar, nos organiza. El ordenador ordena en ambos sentidos: nos da órdenes, nos dice qué hacer; es imperativo (pensemos, sólo a título de ejemplo, en el sonido de las notificaciones de Whatsapp que nos obliga a desviar nuestra atención hacia él). Además, nos brinda un orden, nos organiza: el orden de lo digital es el orden de nuestra época. Ordena nuestra información, selecciona por nosotrxs qué noticias leer y qué noticias esquivar, nos recomienda actividades para hacer (que, eventualmente, hacemos), nos propone la compra de tales o cuales productos (que, eventualmente, podemos llegar a comprar), al mismo tiempo que se apropia de nuestro tiempo (la agenda de Google, el despertador en el teléfono por las mañanas).
Nuestro tiempo es el tiempo de las máquinas y cabría preguntarnos, con Leonardo Solaas (2020), si realmente no somos nosotrxs más que simples terminales que ejecutan programas simultáneos (incluso, a costa de que dichos programas sean contradictorios, como militar por un mundo más ecológico por la tarde y comer en una cadena de comida rápida por la noche). Lo interesante es reconocer que sólo en estas circunstancias específicas es capaz de surgir el fenómeno de la literatura digital. Se podría aventurar la hipótesis de que las formas represivas se han digitalizado, desterritorializado e internalizado. Hipótesis que entra en tensión inmediatamente con la realidad política compleja de nuestros territorios (por ejemplo, el golpe de Estado en Bolivia, lxs desaparecidxs en Colombia, la represión policial en nuestro país que se cobra una vida cada veintiún horas, etcétera). En todo caso, cabe rescatar que el paradigma represivo del capital se ha sofisticado y actúa de manera anfibia, en la superficie y en el interior, en lo concreto y en lo digital.
(Cargando… 60%) Literatura digital, tecnología blockchain o el problema de trabajar de la escritura
Uno de los principales problemas de la literatura digital es la complejidad para insertarse en los modos comerciales del campo literario/editorial tradicional. La tecnología blockchain y la posibilidad de comerciar con tokens no fungibles (NFT, por sus siglas en inglés) es un fenómeno reciente que tiende a patear el tablero de ciertas relaciones tradicionales del mercado del arte. Blockchain (“cadena de bloques) es un tipo de tecnología que permite la construcción de una estructura digital de comercio descentralizada sostenida mediante un núcleo criptográfico común. Como una especie de libro contable, en este núcleo criptográfico se escriben (en código informático) todas las transacciones que se realizan dentro de la estructura. Estas transacciones son inalterables. Deben ser validadas por todos los nodos que forman parte de la red. El blockchain no puede ser adulterado ni cooptado por individuos específicos. Bitcoin o Ethereum son las dos plataformas más renombradas en estos días (las mejores cotizadas). Ambas tienen sus monedas digitales nativas (bitcoin –con b minúscula– y ether, correspondientemente), aunque aceptan varios tipos de monedas digitales más. Desde ya, todas las monedas digitales pueden ser cambiadas, si así se lo desea, por dinero fiat. El caso particular de Ethereum es el más interesante porque, además del comercio de bienes, permite el comercio con NFT. Los NFT son contratos inteligentes en forma de código que se utilizan para autenticar la originalidad de una obra dentro del ecosistema digital. Esto permite producir una escasez artificial de esa obra y darle un valor de cambio alto. Una literatura digital (pongamos por caso un poema autogenerado o una novela hipermedial, incluso una captura de pantalla de un poema de Instagram) puede ser convertida en NFT y vendida en una galería virtual (pongamos por caso OpenSea).3 El/la artista que ha creado ese NFT puede programarlo para que haya sólo una única unidad o bien un lote de unidades (una tirada de libros, por ejemplo). Esto permite la comercialización a gran escala (tiene un alcance mundial) con un modelo más cercano al 2P2.4 Cabe resaltar que la venta de un NFT puede ser cualquier cosa (una imagen, un libro electrónico, una animación, etcétera).
Siempre fue difícil la profesión de escribir. La vida de la escritura es siempre fragmentada: publicaciones diversas, alta competitividad, la presión por conseguir una especie de “fama” o “galardón” que garantice, al menos en cierta medida, una estabilidad económica, las múltiples profesiones laterales (trabajar de otra cosa para poder financiar el trabajo propio de la escritura), los acomodos a dedo en las instituciones que complejizan el acceso a la vida laboral, etcétera. O se vive del rebusque permanente o se vive una doble vida (por la mañana empleado y por las noches la escritura, o viceversa). Si ya de por sí es complicado “comer” para lxs autorxs “impresos”, lxs autorxs digitales formarían una suerte de lumpenproletariado del campo editorial. Por lo general, suelen elaborar sus propios sitios web y colgar allí sus producciones (mayormente, de manera gratuita). En algunos casos muy puntuales, algunas obras de literatura digital se encuentran financiadas por laboratorios universitarios (o entidades análogas). En otras palabras, podríamos pensar en realidades más cercanas al artesanado y al mecenazgo que al mercado literario moderno, propiamente dicho.
Las transformaciones del campo editorial durante la toma de posesión de la hegemonía neoliberal, caracterizada por el acaparamiento de porcentajes mayoritarios del mercado por grandes conglomerados y la emergencia de editoriales “independientes” han recrudecido la perspectiva de una vida dedicada a la escritura (De Diego, 2014; Szpilbarg, 2019).5 Curiosamente, la literatura digital no está en el marco de estas disputas. En todo caso, si aparece lo hace de una manera mucho más lateral (probablemente cerca de discusiones tales como “la muerte del libro”, etcétera). Durante mis años de estudiante no he visto asignaturas, en ningún plan de estudios, que se propongan como reflexión central el problema de la literatura digital ni se cuestionen sobre las instancias de su producción, circulación y consumo.
(Cargando… 90%) El modelo energético como cuestión central
Si bien cada esfera de la producción tiene sus particularidades, el modelo de negocios que sirve de base para la producción es el energético. El modo en el cual conseguimos energía para hacer operar la industria es, en gran medida, un centro importante de la estructura social. La pregunta sobre las posibilidades que la tecnología blockchain tiene para el campo editorial (y, específicamente, para la inserción de la literatura dentro de ese campo) apunta también a esa raíz. Una de las principales críticas que ha recibido la blockchain es el gran consumo de energía que requiere para funcionar (debido a la necesidad permanente de participación de los nodos que componen la red, las “pruebas de trabajo” para “minar” monedas digitales y validar las transacciones, etcétera).6 Lógicamente, esto se ve acompañado de un impacto ambiental severo. El modelo energético actual está sostenido en una estructura de negocios de tipo extractivista.7 Ese es el problema que entendemos como urgente y que apunta a la necesidad de una transformación de base. Es cierto que la tecnología blockchain demanda una cantidad muy alta de energía. También, que la impresión física de libros y su comercialización es una parte de importante de los altos niveles de deforestación alrededor del mundo. En ambos casos, el problema sigue siendo el modelo energético: es necesario encontrar una alternativa renovable para poder sostener estas estructuras sin que se dañe el medioambiente; desarrollar un modelo de negocios simbiótico y socialista, que no es lo mismo que un capitalismo verde.
El Estado nacional se ha transformado radicalmente al punto de que está cada vez más cerca de convertirse en un Estado-empresa. La empresa como figura totalitaria ha ido apuntalándose como el modelo de organización dominante.8 El modo de vida imperial del Norte global tiende a esconder el modelo productivo que lo sostiene externalizando las consecuencias negativas hacia los países del Sur global. Esta externalización de los problemas es lo que fundamenta la “normalidad” con la que consumimos las cosas (Brand & Wissen, 2021). Con esto no estoy subrayando una suerte de culpa judeocristiana que debería apoderarse de nosotrxs cuando formamos parte de los circuitos de consumo del capital (como si tuviésemos, realmente, posibilidad de lo contrario). Se está subrayando un procedimiento donde se encuentra uno de los puntos más fuertes para la reproducción del capital. No podemos subrayar esto lo suficiente: el capital no es sólo una relación histórica, son personas de carne y hueso que toman esas decisiones conscientemente.
¡Enhorabuena! ¡Tu archivo fue creado con éxito!
A modo de conclusión, se pueden pensar, por lo menos, tres brechas que explican en cierta medida la reticencia a los estudios de la literatura digital. En primer lugar, la brecha económica. Concretamente, el acceso a los dispositivos digitales por parte de la población y de las instituciones educativas. En segundo lugar, la brecha alfabética, es decir, la formación en el uso de estos dispositivos (sobre todo en el plano de la didáctica). Por último, la brecha crítica; en otras palabras, la inserción de la literatura digital como problema a abordar por las ciencias sociales y como punto de partida para extender la lectura hacia otros campos, tales como los procesos de subjetivación del capitalismo, el modelo de negocios del campo editorial actual o el modelo energético que sostiene a la producción global. Preocuparse y discutir estos temas a nivel académico es la puerta de entrada para poder ponerlos en la agenda política general: hay una responsabilidad política y social de las instituciones educativas y las casas de altos estudios que es fundamental. Quiénes se encargarán de actualizar los diseños curriculares, de encabezar las cátedras de literatura digital y modos del arte contemporáneo, de pensar la manera en la que entran en jaque las formas convencionales de producción, circulación y consumo de la literatura, de subrayar la necesidad de encontrar una alternativa de nuestro modelo de negocios dentro del campo editorial, del modelo energético que sostiene nuestra producción, son temas a tener en cuenta para los futuros que vienen. Teniendo cuidado, como dice Ludmer en el epígrafe de este trabajo: “el futuro no se comparte”; no preguntarse por estos temas, no actuar en consecuencia de nuestras reflexiones, es dejar la puerta abierta para que el capital siga haciéndolo por nosotrxs.
1 “Radicante” (Bourriaud, 2018) es un término que refiere a un organismo capaz de echar raíces a medida que va creciendo. El caso más común es la enredadera.
2 Ejemplos de este tipo de literaturas son las novelas hipermediales, los poemas animados o interactivos, la escritura por algoritmos; en rigor, literatura que está hecha con medios digitales y que requiere medios digitales para su consumo. En este sentido, un PDF, por ejemplo, no entraría dentro de la definición de literatura digital, puesto que si bien su producción está hecha con un dispositivo digital su consumo no requiere de lo digital (puedo imprimir un PDF y el texto seguirá funcionando exactamente igual, pero no puedo imprimir un poema animado). En la actualidad, una de las antologías de literatura digital más actualizada se puede ver en http://antologia.litelat.net/.
3 En resumen, los pasos a seguir son: 1) conseguir una billetera virtual y cargarle dinero; 2) seleccionar el archivo que quiero convertir en NFT y subirlo a la plataforma Ethereum para hacer la conversación; 3) poner el NFT a la venta en una galería. No es muy diferente a subir un archivo a Google Drive, o actividades análogas. YouTube está repleto de videos que explican en breves pasos cómo hacer un NFT.
4 “2P2” (peer to peer, en inglés) es la sigla que se utiliza para definir a un tipo de intercambio realizado entre dos participantes sin intervención de un tercero (sea esta intervención hecha por un sujeto real o por una entidad o institución). En criollo, un comercio entre nos.
5 El tema de las editoriales independientes es muy enriquecedor para pensar el panorama del mundo de la edición actual: ¿independiente de quién/es? ¿De qué modelo de negocios? ¿De qué sistema cultural?
6 Una “prueba de trabajo” (PoW, por sus siglas en inglés) es un mecanismo mediante el cual se validan transacciones en la blockchain. Consiste en la resolución de complejos problemas matemáticos por parte de una computadora.
7 En nuestro país, por ejemplo, los problemas ambientales resultantes de la megaminería se ven cristalizados tanto por las denuncias y el rechazo de las poblaciones que habitan las zonas mineras como por la insistencia por parte del Estado por subrayar la “necesidad” de estos modelos productivos a través de sus medios de comunicación afines (por ejemplo, Página 12: https://www.pagina12.com.ar/359450-el-movimiento-prohibicionista-y-la-posverdad (fecha de consulta, 08/08/2021) y del uso de su aparato represivo contra los lugareñxs que se manifiestan en contra.
8 La racionalidad de la empresa moderna siempre tiende al totalitarismo y el monopolio en el espacio del que se mueve. En este sentido, Guattari (2013) sostiene que la historia del capitalismo debe extenderse hasta el siglo X, en el cual la lógica de la empresa de aventuras caballeresca cobra predominancia. Finalmente, la historia del capitalismo se puede pensar desde el punto de vista de la historia de la “empresa” y los agenciamientos que le dan cabida.
Bibliografía citada
BENJAMIN, W. (2003 [1936]) La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica. México D.F.: Editorial Itaca.
BERARDI, F. (2020 [2016]) Fenomenología del fin. Buenos Aires: Caja Negra.
BOURRIAUD, N. (2020) Inclusiones. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
BOURRIAUD, N. (2018 [2009]) Radicante. Buenos Aires: Adriana Hidalgo
BRAND, U.; WISSEN, M. (2021) Modos de vida imperial. Buenos Aires: Tinta Limón.
DE DIEGO, J. L. (dir) (2014 [2006]) Editores y políticas editoriales en Argentina (1880-2010). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
DELEUZE, G. (1999 [1995]) “Post-scriptum a las sociedades de control” en Conversaciones. Valencia: Ed. Pre-textos.
GUATTARI, F. (2013 [2011]) Líneas de fuga. Por otros mundos posibles. Buenos Aires: Editorial Cáctus.
HARDT, M.; Negri, A. (2012 [2000]) Imperio. Buenos Aires: Paidós.
KOZAK, C. (2017) “Esos raros poemas nuevos. Teoría y crítica de la poesía digital latinoamericana” en El jardín de los poetas. Revista de teoría y crítica de poesía latinoamericana. Año III, N°4, primer semestre. ISSN: 2469-2131
LUDMER, J. (2020 [2010]) Aquí América Latina. Una especulación. Buenos Aires. Eterna Cadencia.
SOLAAS, L. (2020) “La fórmula antrópica” <https://solaas.medium.com/la-f%C3%B3RMULA-ANTR%C3%B3PICA-D64BA8880A5B> [FECHA DE CONSULTA: 01/08/2021].
SZPILBARG, D. (2019) Cartografía argentina de la edición mundializada. Temperley: Tren en Movimiento.
VERCELLONE, C.; Cardoso, P. (2017) “Nueva división internacional del trabajo, capitalismo cognitivo y desarrollo en América Latina” en Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación. N°133, pp.37-59. e-ISSN: 1390-924X.
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