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“¿Mary Wollstonecraft? No… ni idea quién es” y otros problemas de la educación patriarcal

Instituto del Desarrollo Humano, UNGS

Es tiempo de efectuar una revolución en el
comportamiento de las mujeres, tiempo de restaurar
su dignidad perdida y de hacerlas trabajar, como
parte de la especie, para reformar el mundo con su
propio cambio.

Mary Wollstonecraft

Agustina Abeijón

Escribir sobre Mary Wollstonecraft me resulta tanto emocionante como incómodo. Incómodo, en parte, porque me recuerda lo poco conocida que es ella y lo criticada que podría ser, aún hoy en día, por sus denuncias; pero, sobre todo, porque me obliga a ser consciente de todos los años de escolaridad en los que no me enseñaron, ni me pregunté seriamente: “y en este momento histórico, ¿qué pasaba con las mujeres? ¿En dónde estábamos? ¿Por qué los próceres, escritores y pensadores son todos, o al menos, la gran mayoría, hombres?”. En nuestra inocencia como niñxs y adolescentes estudiantes, es probable que, respecto de las clases de Historia en las que nos enseñaban sobre ciertos avances sociales, en general supusiésemos que se incluía a todos los géneros, o que ni siquiera nos hayamos detenido en la cuestión. Pero el registro de un nombre masculino tras otro de sujetos de la historia: escritores, filósofos, etcétera, puede crear un gran vacío en el imaginario infantil, o como mínimo una gran incógnita, respecto a las cuestiones que atañen o no a las mujeres -que son absolutamente todas las cuestiones de la existencia- y la potencia para formar parte de ellas. Esta desigualdad informacional también es parte de la construcción de los géneros y, aun con la relevancia conseguida por los feminismos en los últimos tiempos, todavía sigue existiendo en los contenidos de todos los niveles educativos. Es por eso que registrar y hacer colectivas las ideas y el trabajo de las mujeres a lo largo de la historia, que fueron tan necesarias y fructíferas, es una forma de sanar el dolor de ese vacío y de saldar la deuda que la historia “oficial” y su transmisión tiene para con todxs nosotras y nosotres (mujeres y disidencias). Las voces de estas mujeres no tendrían que ser parte de un artículo feminista, de una jornada feminista, de un documental feminista, porque deberían ser contenidos a la par de cualquier otro, en todas las escuelas, en todas las universidades. Sin embargo, hasta que eso suceda efectivamente, debemos adoptar todas las estrategias que estén a nuestro alcance, y es algo que Mary Wollstonecraft pudo comprender aun antes de que se utilice siquiera el término “feminista”.

Nacida en Inglaterra en 1759, Mary expresó a lo largo de su obra su posición política respecto de la situación de la mujer en el modelo cultural, social y económico patriarcal. Esta perspectiva en el pensamiento se encuentra condensada especialmente en su ensayo Vindicación de los derechos de la mujer, publicado en 1792. En este escrito, realiza rigurosas críticas a los pensadores de la Ilustración –desde la misma lógica ilustrada a la cual adhería– por olvidarse de la mitad de la humanidad y dejar fuera a las mujeres respecto de los preceptos de libertad, igualdad y fraternidad. Además de haber sido la madre e inspiración de la célebre creadora del monstruo de Frankenstein, Mary Shelley, Wollstonecraft fue una escritora, filósofa y docente. Autodidacta, fundó junto a su amiga “Fanny” Blood una escuela femenina en la que se enseñaban disciplinas poco convencionales para las mujeres (Gramática, Aritmética e Historia, entre otras), pero esta no resultó financieramente próspera por diversos motivos. A pesar de las dificultades, la escritora inglesa sostuvo su independencia económica con diversos trabajos siendo el más frecuente el de institutriz.

¿Por qué mencioné anteriormente que Mary supo comprender las limitaciones de su contexto? Porque logra desarmar las fundamentaciones adoptadas por otros escritores de la época, especialmente por Rousseau, para defender las desigualdades perpetradas por el discurso patriarcal de la época, que distinguía a las mujeres como seres frágiles de cuerpo, carácter y mente, delicadas y débiles en sus formas y opiniones, a quienes los hombres deben apadrinar y proteger con su fuerza corporal e intelectual, para ello, claro, requieren de la obediencia de aquellas. Y las desarma adoptando en las argumentaciones de su ensayo no solo la mirada y la lógica “femenina”, a través de sus propias experiencias, sino teniendo en cuenta la lógica “masculina” en pos de lograr mayor adhesión a sus ideas, teniendo en cuenta el fin último de su trabajo: conseguir para las mujeres la posibilidad de decidir completamente sobre sí mismas, como personas adultas y ciudadanas activas, a partir de la obtención de derechos civiles, entre otros, el de la educación.

Para perseguir sus objetivos, Wollstonecraft encadena en Vindicación de los derechos de la mujer una serie de argumentos para demostrar que los estereotipos de género, si bien se ven realizados en la sociedad, no son de origen natural sino social y cultural. En primer lugar, porque parte de la base de que los mismos que defienden aquellos estereotipos de género consideran que tanto el hombre como la mujer (vale señalar que ni se les hubiese ocurrido considerar a las disidencias de género) fueron creados con la facultad del uso de la razón y que esta es perfectible. Además, que “el espíritu público debe ser alimentado por la virtud privada” (Wollstonecraft, 2005: 101) y es deseable para el bien del Estado que ambos géneros alcancen el mayor grado de virtud posible. Y se pregunta, en su texto: ¿cómo es posible que las mujeres alcancen un mayor grado de virtud si las quieren mantener distraídas en las formas superficiales, en ser agradables a la vista y preservar su reputación, y en buscar a alguien que se encargue de su subsistencia y de pensar por ellas? ¿Cómo es posible que quieran que las mujeres se dediquen solo a cuestiones banales como la vestimenta, la conversación superflua, el entretenimiento casual, y que deseen convertirlas en esclavas obedientes de cuerpo y mente tanto como en guardianas de la virtud? Mary, mujer ilustrada, sostiene que para lograr un grado real de virtud se debe ejercitar disciplinadamente la razón. Por ello, la situación de exclusión educativa de las mujeres de su época las condenaba a un estado de infancia permanente, al vicio, al capricho y a la indignidad. 

¿Cuáles son las lógicas masculinas que adopta nuestra autora? En primera instancia, se ocupa de “tranquilizar” el ego masculino, al afirmar que de hecho sí existe y seguirá existiendo una superioridad masculina en cuanto a la fuerza física -que, según la autora inglesa, las mujeres deberían intentar eliminar a través de la ejercitación del cuerpo, para desarrollar su fuerza física además de la mental- (ibíd.: 32). Por otro lado, como era de esperarse, tuvo que aclarar en más de una oportunidad lo que a veces hasta el día de hoy es necesario: que no desea “que [las mujeres] tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas” (ibíd.: 80).

Además, señala que su intención no es separar a la mujer del ámbito familiar y los perjuicios que puede traer para los hombres el tener como esposas y madres de sus hijos a una persona sin educación, débil de carácter, que prácticamente no hace uso de su razón, ya que una persona así terminará por ser esclava también de sus vicios y caprichos. Explica, por ejemplo, que una mujer educada únicamente para agradar y buscar su progreso social a través del matrimonio, una vez superado el primer momento de enamoramiento (si es que lo hay), no tendría ninguna actividad que le permita perfeccionarse y desarrollar su autonomía, y tampoco tendría la fortaleza de carácter para encausar sus pensamientos a dirigir la casa y la crianza de manera eficiente, razón por la que no tardaría en buscar nuevos objetivos a quienes dirigir sus encantos. Es decir, que posiblemente opte por buscar atención de otros hombres, que es lo que le enseñaron a hacer. Esa mujer, educada en la obediencia pasiva, tampoco desarrollaría amistad con su compañero, ya que no pueden ser pares. En palabras de Wollstonecraft:

Es vano esperar virtud de las mujeres mientras no sean, en algún grado, independientes de los hombres; no, más aún, es vano esperar esa fuerza del afecto natural que las haría buenas esposas y madres. Mientras sean absolutamente dependientes de sus maridos serán astutas, mezquinas y egoístas […] pues el amor no puede ser comprado, en ningún sentido de la palabra (ibíd.: 104). 

Cabe destacar que la filósofa considera la ampliación de derechos para las mujeres. Pero, ante el matrimonio, propone como alternativa relaciones de mutuo respeto, paridad, amistad, y autonomía entre hombres y mujeres (la heteronorma no estaba en discusión) y la colaboración de ambxs en la crianza, la economía y las tareas del hogar. El preámbulo de Vindicación… es un instrumento político porque intenta convencer al público masculino sobre lo conveniente que resulta convivir junto a una mujer en igualdad de condiciones con el hombre.

Bajo la misma lógica, al referirse a las escasas y precarias salidas laborales a las que podían acceder las mujeres, plantea como ejemplo el caso de que una mujer, por alguna razón, quede huérfana o viuda. ¿Qué pasaría con una mujer sin posibilidad de autosustentarse ni instrucción de ningún tipo? Difícilmente pueda sostenerse o sostener un hogar en tales condiciones, imposibilitada de trabajar y carente de las mismas oportunidades que un hombre. Según la autora, una mujer viuda, en el mejor de los casos, tendría que encontrar otro esposo rápidamente, casi como si se tratara de un nuevo tutor. Encontrar un esposo decente y amoroso a determinada edad, teniendo hijos y careciendo de virtudes, dadas las condiciones sociales resultaría prácticamente imposible. Entonces, luego de evaluar diferentes posibilidades, sugiere que es muy probable que esa mujer no encuentre otra opción que dedicarse al trabajo sexual, y si tiene hijos probablemente termine por abandonarlos. El ejemplo interpela a los hombres, ¿cuál de sus colegas intelectuales desearía para su esposa, su hija o cualquier mujer de su familia el destino de una puta? ¿Rousseau aceptaría tal cosa para su pura, delicada y obediente Sofía?1 El modelo no pretende manifestar un juicio de valor de la autora sobre el trabajo sexual no se trata de un juicio de valor de la autora sobre el trabajo sexual. Se trata de apelar a la mayor cantidad de lectorxs sobre la urgencia de cambiar las situaciones a las que son empujadas las mujeres por no tener las mismas alternativas laborales, tal como sigue sucediendo hoy en día especialmente, por ejemplo, con el colectivo trans.

Dejando de lado las lógicas masculinas, y ciertas nociones puritanas que pueden aparecer en su ensayo (con un fin claro, en opinión de quien suscribe), Wollstonecraft atribuye, por diversos motivos, total responsabilidad de “todas las causas de debilidad” y/o de la “depravación femenina” a la depravación de los hombres (ibíd.: 98). Por este motivo, la supuesta deficiencia que se le asigna a las capacidades del género femenino, en verdad manifiesta la inferioridad del género masculino en tanto opresores, e interpela a las masculinidades. Al respecto, la ensayista inglesa afirma: “los dos sexos se mejoran y corrompen recíprocamente. […] La castidad, la modestia, el espíritu público y todo el noble séquito de virtudes sobre las que se cimientan la virtud y la felicidad social, deben ser entendidas y cultivadas por toda la humanidad, o tendrán poco efecto” (ibíd.: 101).

Wollstonecraft  enfatizó la importancia que tendría el acceso de las mujeres a la educación en términos de igualdad con los hombres. Y, desde ese punto de partida, otorgarles derechos a las mujeres de su época y como semilla de múltiples cambios para las de generaciones venideras. Por ello, resulta interesante encontrar reflejado a lo largo de todo el texto su ímpetu por la emancipación del género femenino, además, de de una posición política en contra de la desigualdad frente al acceso restringido de la mujer a la educación. La ensayista sostuvo su posición política a pesar de la burla de los intelectuales de su época. Discute Wollstonecraft:

No puedo dejar de lamentar que las mujeres […] no tengan un camino abierto a través del cual puedan perseguir planes más extensos de utilidad e independencia. Puede que provoque risa, al sugerir la idea que pretendo perseguir, en algún tiempo futuro, pues realmente pienso que las mujeres deberían tener representantes, en vez de ser arbitrariamente gobernadas sin que se les permita ninguna participación directa en las deliberaciones de gobierno (ibíd.: 113).

El ensayo de Mary Wollstonecraft se reactualiza a través de sus denuncias –potentes, sagaces e irónicas– porque adquieren contemporaneidad. La perspectiva política de la escritora –quien logra un lugar en un campo intelectual particularmente hostil con las mujeres– constituye un precedente para la lucha por la igualdad en la generación de Mary,  en las mujeres de hoy y en las que vendrán. El legado de Wollstonecraft es parte de un colectivo femenino que construye su historia.

1 Rousseau dedica el libro V de su novela de formación Emilio o De la educación a la educación de las mujeres, y crea a Sofía, la mujer perfecta: agradable al hombre, compasiva, pasiva, débil y obediente.

Referencias

Wollstonecraft, Mary (2005 [1792]). Vindicación de los derechos de la mujer. Madrid: Taurus.