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La poesía, abrigo necesario

Instituto del Desarrollo Humano, UNGS

Hay que ocupar la vida en otra cosa – Antología necesaria
Gabriela Borrelli Azara y Javier Roldán (editores)
Autores varios
2020
Patronus Ediciones

Hay que ocupar la vida en otra cosa sentencia el verso que le da título a la antología poética editada por Patronus Ediciones, impulsada por las manos empáticas y generosas de Javier Roldán, Gabriela Borrelli Azara, Alfredo Machado, Patricio Foglia y Juan Fernando García.

Dentro del caos pandémico, escenario distópico que parece superar las atmósferas literarias más oscuras, nace esta antología necesaria para nutrir y darles color a los platos de las mesas de algunos comedores escolares del conurbano bonaerense. Dado que la plaqueta tiene como primer fin oxigenar las vidas más marginadas, a simple vista parecería complejo encontrar un único hilo conductor que vaya hilvanando todos los poemas. No obstante, a medida que la lectura y relectura se profundizan, algunas hebras comienzan a entrelazarse y los textos empiezan a formar parte de un interesante entramado.

El poemario reúne textos cedidos por poetxs consagradxs; el fruto de su venta sirve como abrigo de panzas vacías, pero también funciona como refugio, a veces cálido, a veces hostil, para lxs lectorxs. El prólogo de Gabriela Borrelli le da comienzo al poemario, una especie de fragmento de diario íntimo que hace un recorrido por los días previos al nacimiento de este proyecto.

El poema inaugural es de Diana Bellesi: en él se evoca una visita al museo de Addis Abeba, donde se encuentran los fósiles de Lucy, aquella primate bautizada así por “Lucy in the sky with diamonds” de The Beatles, canción que merodea armoniosamente entre los versos y amortigua el impacto de lo que el yo lírico anuncia como “la vuelta del medioevo con sus pestes en masa”.

Otros poemas también parecieran ser disparados por los pensamientos que suscita la pandemia; en ellos hay una alusión a la angustia y al miedo, a los padecimientos originados por la incertidumbre, la condena de las ausencias, la melancolía por la distancia de quienes extrañamos. Tal es el pavor, que puede llegar a cobrar formas infinitas, incluso en una foto, donde los colores parecieran anunciar la temida llegada del fin, como confiesan los últimos versos del poema de Estela Figueroa: “Comenzaba con el naranja de las flores/ y después colores sombríos/ grises, negros./ Me pareció que querían aplastarnos./ Tuve miedo.”

Con el mismo hilo oscuro, desde sus “Avistajes”, Arturo Carrera acentúa la desesperación por lo que no llega: “Todo parece tener hoy/ demasiada, única importancia./ Incluso llevo en la retina,/ como en la bolsa del titiritero, en el pozo,/ cuando sube apenas, pero no se ve,/ sólo un rumor de monedas, ruidos de ciego/ y lentejuelas pegadas uniendo/ lo que más deseamos/ a lo inevitable: hace 40 días”.

Y en esta misma línea, ante lo sombrío y lo incierto, el poema de Carlos Battilana deja entreabierta una hendija de luz, de esperanza, una especie de faro del fin del mundo como el de la novela de Julio Verne, que se presiente en estos versos: “a pesar de todo,/ las tempestades/ pueden volverse benignas/ como animales nocturnos/ disolviéndose”.

Otro tópico que constituye este entramado de retazos poéticos es la muerte. Embellecer la tristeza, la nostalgia y las ausencias no es tarea sencilla. Sin embargo, los poemas de Andi Nachón y Gabriela Cabezón Cámara dan a la muerte una impronta de dulzura, pese al abismo que implica. “Yuyo” es un compañero perruno ya ausente que aparece a lo largo de todo el poema, en la sucesión de las imágenes que va rememorando la voz poética de Cabezón Cámara. Por su parte, Nachón titula “Madadayo” a su poema, que a la vez es el nombre de una película japonesa, cuya traducción en español es “Aún no”. En este poema, aparece una contradicción entre la nostalgia futura de hacer más linda su ausencia venidera y la resistencia a que “eso” suceda: como predica el nombre oriental, mejor aún no. 

Y aparece otro tema que se presenta de diferente manera en dos poemas: la enfermedad. La enfermedad en boca de un médico o de un enfermero, la enfermedad en la vulnerabilidad de lxs pacientes aletargadxs en las camas de los hospitales. Por un lado, el yo lírico del poema de Osvaldo Bossi conversa con otro, un médico cuyo mensaje imperativo es “hay que ocupar la vida en otra cosa”, “otra cosa alejada” de la poesía, como si alejarnos del hermoso universo poético fuera sinónimo de la cura del enfermo. Por otro lado, en los “versos de hospital” de María Teresa Andruetto, aparece la indiferencia de un enfermero ante el estado de desnudez (entiéndase una desnudez mucho más profunda que la que deja ver el cuerpo desnudo) de dos mujeres, una indiferencia que resulta punzante cuando nos encontramos en una cama de hospital, sujetxs al cuidado de un otro que no repara en el pudor de las pacientes y, cual autómata, limpia los cuerpos como si estos fueran algo aparte de las personas que los habitan.

Asimismo, otros poemas nos llevan a las luchas históricas, actuales, fuertes. Las luchas de lxs desterradxs que naufragan en la búsqueda de un horizonte que pierde su nitidez: “Los náufragos llevan/ un incendio de bosques/ apagado en los ojos” declara el poema de Alicia Genovese. O la lucha feminista que flamea empoderada en los versos del poema de Marina Mariasch. Otra lucha se hace visible, a través de la ironía y versos necesariamente ácidos, en el poema de Susana Villalba; aparece una intención de despertar a quienes todavía no ven (o no quieren ver) todo lo nefasto que es el capitalismo, aunque lo disfracen con atavíos de conveniencia y bondad.

Dos poemas se desmarcan del tono general de la antología. El de Julián López no lleva título; en su estilo ornamentado irrumpe lo coloquial, que genera una disonancia que incomoda. Por último, Juan Fernando García le imprime el tono color pastel al poemario: “Mágica tarea la del ornitólogo/ que paso a paso/ cautelosamente registra/ llamadas, cantos y alarmas/ y sabe qué hermosa y fina línea/ separa lo que alegra el corazón/ de lo que lo inquieta”.

Luego del recorrido por este entramado artesanal, resulta imperioso reafirmar que hay que seguir ocupando la vida en la poesía y cobijarse en sus infinitas posibilidades de percibir el mundo.