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Victoria Rico

Frankenstein: una novela de narradores atormentados

Instituto del Desarrollo Humano, UNGS

Los grandes cambios de época han producido también grandes obras de arte. En la literatura, a su manera y no como un reflejo lineal o mecánico, se ha dado cuenta de que en el mundo hay algo que no está bien. Narrar en medio de las grandes convulsiones, narrar desde lo tormentoso, desde el desencanto, desde el dolor, narrar los miedos, las desigualdades, es algo que han sabido hacer muy bien los narradores a los que  Mary Shelley les dio la palabra en su novela Frankenstein o el Prometeo moderno.

¿Cuáles serán los nuevos narradores de un mundo trastocado por una impronta pandémica, si es que estamos realmente ante el inicio de un cambio de época, o al menos ante un cambio bastante profundo para nuestras vidas? Mary Shelley desarrolló una obra que llega hasta nuestros días, más de doscientos años después, no solo bajo el tormento de las tragedias individuales, sino también bajo la impronta del desencanto con el optimismo ilustrado del siglo que la precedió. Pareciera que los personajes literarios a los que dio vida también han narrado en condiciones parecidas.

Frankenstein o el Prometeo moderno es una novela con múltiples narradores, los cuales lejos de contar sus historias desde la comodidad de un escritorio o un hogar, lo hacen desde la misma acción perturbadora. La experiencia contada es inmediata o cercana a la instancia de enunciación. Es decir, cuentan mientras viven una experiencia que los atormenta. Y esas pasiones y angustias que los atraviesan tienen su correspondencia con el entorno que los contiene. El navegante Robert Walton y el científico Víctor Frankenstein narran desde la desolación del Polo Norte. El Monstruo encuentra a Víctor para contarle su historia en medio de las montañas, rodeados de glaciares y de un mar helado. Y estos relatos desde la acción tienen su impacto sobre la misma escritura. Las cartas de Walton, por ejemplo, son más completas y equilibradas al principio pero luego se tornan cada vez más fragmentarias, fugaces y perturbadoras a medida que avanza la historia. Estamos ante un relato enmarcado o de “caja china” en el que una cadena de tres narradores produce la voz hasta llegar al corazón de la historia, para luego volver en sentido inverso al primer narrador que también será el que cerrará la historia. Hay una exposición no lineal de los hechos que van a surgir como realidades alternativas a partir de una historia inicial que se ramifica para, al término de las ramas, regresar hasta el origen y darlo por terminado.

Foto de Victoria Rico

Los narradores de Frankenstein

El primer narrador es Robert Walton, quien da comienzo a la novela desde la “Carta 1” hasta la “Carta 4”. Walton es un joven navegante que emprendió su aventura hacia lugares desconocidos del Polo Norte, desde donde le escribe a su hermana, Mrs. Saville, contándole sus peripecias. Narra en primera persona su propia historia para después convertirse en un narrador externo a los acontecimientos principales de la novela, cuestión que ocurre a partir de la aparición de Víctor como narrador de su propia historia. Por lo tanto, Walton se hará a un lado y ocupará el lugar de narrador testigo de la historia de Frankenstein, limitándose a registrar todo en su diario. 

El segundo narrador, desde el capítulo 1 al 10 y del 17 al 24, es Víctor Frankenstein, el científico cuya pasión por el conocimiento lo lleva a perder toda cordura. Víctor le cuenta a Walton su vida, su infancia, sus años de estudio y sus desgracias a partir de haberle dado vida a la Criatura.

El tercer narrador desde el capítulo 11 al 16 es el Monstruo, que cuenta sus primeras experiencias en la vida y la historia de la familia De Lacey. Le narra a Víctor el proceso de cómo llegó a ser lo que es en su choque con el mundo. Es un Monstruo incomprendido, en soledad, apartado de la sociedad, discriminado, que toma conciencia de su lugar de excluido y reclama su derecho a la igualdad. Se vuelve un Monstruo con una enorme conciencia social.

A su vez, de los tres narradores centrales se desprenden otras voces que vienen a enriquecer esta polifonía y que aparecen enmarcadas en cartas o pequeños relatos.  Son tres voces de mujeres contenidas en dos de las narraciones centrales. En primer lugar, se encuentra la voz de Elizabeth incluida en el relato de Víctor, con quien mantiene uno de los intercambios epistolares. Ella toma la palabra en el juicio contra Justine. La acusada es la segunda voz femenina que se expresa a través de su alegato. Y como tercera voz femenina hay señalar la de Safie, cuya historia de vida queda enmarcada en la narración del Monstruo, ubicándose en el corazón del  marco narrativo general. 

Además, hay que destacar la voz de Alphonse, el papá de Víctor, que mantiene con él otro de los intercambios epistolares.

Voces femeninas y un Monstruo sin nombre

Esta multiplicidad de narradores hace de Frankenstein una novela polifónica cuyas distintas voces operan como solapas de la verdad, aportando su propia visión del mundo, defendiendo sus propios intereses y diseñando un dibujo complejo repleto de fisuras. Es una narración defectuosa sin lugar para verdades absolutas. En Frankenstein se democratiza la palabra, se abre el juego y hablan los oprimidos y las oprimidas. Mary Shelley le otorga voz al Monstruo, pero también les concede la palabra a las mujeres, marginales en relación a las voces de los narradores centrales que son varones. En Crítica social en Frankenstein: 35 subrayados y una hipótesis final, Jerónimo Ledesma considera que en Frankenstein las mujeres son víctimas de las desigualdades, no solo por su condición de género sino también por su condición de clase. Esta doble cadena  de opresión y explotación queda expuesta en el caso de Justine. La criada de los Frankenstein es condenada por un crimen del que es inocente por medio de un juicio sin las mínimas garantías, por ser mujer y de origen pobre. Al respecto, Elizabeth le menciona a Víctor en una de sus cartas: “Justine, recibida así en nuestra familia, aprendió los deberes de una criada”. La prometida de Víctor es otra víctima en la novela. Su muerte ya había sido anunciada. El Monstruo le advierte a Víctor que se hará presente en su boda para matarla. Y finalmente la voz de Safie, cuya historia delimitada en la narración del Monstruo revela que es una mujer cosificada, objeto de recompensa por parte de su padre hacia Félix que lo ayudó a escapar de prisión.

La estructura epistolar de la novela da lugar a un verdadero tono confidencial, a distintas caras de la historia que nos introducen en lo que piensa y siente cada personaje, a sus miedos y secretos. Se nos brinda la oportunidad de identificarnos como lectores con las propias víctimas de una historia. La multiperspectiva a la cual se refiere Terry Eagleaton en su libro La novela inglesa tomando conceptualmente a Mijaíl Bajtín, vehiculiza en este caso diferentes puntos de vista que defienden sus propios intereses. La multiplicidad de voces visibiliza un mapa de desigualdades en el que las voces femeninas hablan desde la marginalidad del relato. Frankenstein es una novela que saca a los excluidos y excluidas sociales del silencio y la censura, como señala Esther Cross en La mujer que escribió Frankenstein. El Monstruo es uno de los tres narradores de la novela siendo el máximo representante de la otredad, la voz más perturbadora de todas. El desprecio hacia la criatura llegó a tanto que hasta el derecho a un nombre se le ha negado.

Podemos afirmar, sin dudas, que Frankenstein es una novela de narradores atormentados.

Referencias

Shelley, Mary (2006 [1818]). Frankenstein. Buenos Aires: Colihue

Eagleton, Terry (2009). La novela inglesa. Una introducción. Buenos Aires: Akal