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Espacio en construcción: la mediación en lectura literaria

Instituto del Desarrollo Humano – UNGS

Resonancia conurbana en el 25 Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura

El profesor e investigador chileno Felipe Munita, especializado en mediación en lectura literaria, ofreció un taller en el Foro para pensar la mediación lectora específicamente en el contexto escolar. Partiendo de la concepción de la lectura como experiencia que acontece y moviliza, Munita analizó diferentes situaciones de lectura y escritura en el ámbito escolar chileno para indagar qué tipo de estrategias pueden desplegarse en el aula para evitar circunscribir la experiencia literaria de les estudiantes al vínculo más inmediato o espontáneo –aparentemente “natural”– con la literatura: el que funciona a partir de criterios de valoraciòn excluyentes (me gusta/no me gusta) o el que se limita a considerar cuestiones temáticas en los textos literarios. ¿Qué hay detrás de experiencias potentes de lectura a nivel íntimo, privado?  ¿Qué pasó allí, entre el texto y el lector? 

Munita relata varias situaciones de lectura en las que niños y niñas que no habían manifestado especial interés en las lecturas propuestas –o incluso habían expresado un rechazo inicial–, luego del trabajo con el mediador o la mediadora coinciden en decir frases del tipo: “ahora que lo vimos aquí, el libro me gusta”. A partir de esas experiencias, Munita focaliza el análisis en la distancia que observa entre la conexión con el libro que fueron capaces de hacer por sí solos los niños y las niñas y la conexiòn que realizan a partir de la apropiaciòn acompañada, mediada por otros que han ayudado a “entrar” a ese libro. ¿Qué pasó en el medio? ¿Qué pudo ayudar a que eso que allí ocurrió, aconteciera? Munita describe entonces secuencias de conversaciones literarias mediadas, y muestra de qué modos esas intervenciones de profesionales que combinan saberes expertos sobre la lectura literaria y la literatura con sus propias experiencias lectoras y una implicación personal y afectiva en el proceso lector habilitaron el espacio para la construcciòn de vínculos personales e íntimos con los libros pero, además, propiciaron en los y las estudiantes el desarrollo de la capacidad de elaborar un tipo de respuesta lectora que no es tan “ natural” o espontánea, como la atención a cuestiones composicionales y estilísticas (desde los juegos con la tipografía y la disposición gráfica de las palabras en la página, hasta las variaciones en la perspectiva de los narradores o las modulaciones de la voz en los poemas). 

¿Qué supone esto en términos de la mediación en lectura literaria? En principio, permite concluir que el mero acceso a las obras no basta para formar lectores, como plantean algunos discursos de animación y promoción de la lectura. El “encuentro” entre libros y lectores al que se refiere siempre la antropóloga Michèle Petit no queda inmediatamente garantizado por la sola disposición de los bienes materiales, aunque –por supuesto– es una condición excluyente. Para pensar entonces cuál es el lugar de la mediación en ese encuentro, Munita propone un recorrido por los usos sociales de la palabra. Reconstruye así un campo semántico que va desde el ámbito de la política y la jurisprudencia –donde se considera al mediador como un tercero que interviene en una situación de conflicto para ayudar a otros a buscar soluciones mediante el diálogo–, hasta el ámbito de la psicología, en el que el mediador se concibe como un tercero que ayuda a construir el sentido de una práctica en el marco de un proceso de cambio de todas las personas que participan  y de sus relaciones con el universo de personas y objetos implicados en esa práctica. Priorizando este segundo uso de la palabra, pero retomando algunos aspectos del primero, la mediación en lectura literaria se piensa como una intervención comprometida con la construcción de sentido de una actividad –la lectura literaria, pero también la escritura artística– que no pertenece al mundo inmediato de las personas que comparten el espacio de ese encuentro: integrar esa práctica a la vida, no a partir de un sentido prescrito por la cultura (que, además, habitualmente es excluyente en la medida en que no distribuye equitativamente las credenciales de legitimidad y derecho a la participación en ciertas prácticas y a la apropiación de ciertos bienes culturales) sino a través de la construcción de sentidos propios, auténticos, singulares. 

A este propósito Munita suma otro que considera fundamental en la mediación en el ámbito escolar, que sintetiza en la imagen del progreso. Inscribiéndose en la perspectiva trazada por el psicólogo ruso Lev Vygotski, Munita concibe a la mediación en lectura literaria en la escuela como una intervención guiada por unx docente a través del diseño y la implementación de un “dispositivo de mediación” orientado a propiciar en las y los estudiantes el desarrollo de un modo de leer que alterne entre la participación (la identificación, la implicación afectiva, vivencial) y el distanciamiento (la reflexión crítica sobre la construcción de los textos y los efectos estéticos que esa forma produce). Allí radica, entre otros aspectos, la importancia de la elaboración de dispositivos mediadores que abandonen las propuestas genéricas, aplicables a cualquier texto sin distinción, y en cambio prioricen las actividades que permitan reconocer la singularidad de cada texto literario como objeto estético único.  

Como sugiere la especialista francesa Catherine Tauveron, a quien cita Munita, la lectura literaria implica un placer “estètico, intelectual y cultural que, lejos de operar por magia, se construye”. El tan mentado (y tan buscado en las propuestas escolares) “placer de la lectura” pasa a ser en esta concepción un plural de placeres potenciales y de naturalezas diversas, y la mediación un aporte a la construcción del espacio necesario para descubrir y construir esos placeres.