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Victoria Rico

Frankenstein entre la narrativa y el drama en la primera mitad del siglo XIX

Instituto del Desarrollo Humano, UNGS

Vivimos en una época en la que las más variadas obras, clásicos de la literatura o del comic son llevados igualmente a la pantalla grande a través de un proceso de adaptación. Hay nostalgicxs que defienden los textos originales y se enojan con las nuevas propuestas y quienes, por el contrario, prefieren indagar en nuevas alternativas de lo ya existente. Sin embargo, la transposición o traducción de lo literario a lo audiovisual sucede desde hace mucho y es incluso muy anterior al cine. Curiosamente, este tipo de cruce de géneros a veces suscita cambios que superan a los textos originales y logran perdurar en el imaginario popular. Eso sucedió con la novela Frankenstein o el Prometeo moderno (1818), de Mary Wollstonecraft Shelley. En este caso, estamos hablando de la emblemática novela de la escritora inglesa que luego de haber tenido una gran repercusión en el campo literario de la época comenzó a hacerse lugar en el ambiente teatral. Esto se dio unos años después de la primera publicación de la novela.

En 1823 Richard Brinsley Peake se animó a llevar a las tablas su versión dramática de la obra bajo el título Presumption; or the fate of Frankenstein, adaptación de Frankenstein o el Prometeo moderno. Lo interesante de esta primera adaptación registrada tuvo que ver con la pieza clave de esta historia: el director y guionista teatral subvirtió la imagen del monstruo-sujeto sin linaje que presentaba originalmente la novela de Shelley a un monstruo-amenaza para la sociedad, sin voz ni pensamiento. Esto fue un hecho clave para que se desarrolle el mito del monstruo y así es como fue incorporándose en el imaginario popular de la época.

Ahora bien, ¿cómo pudo haberse dado tal cambio con el personaje que más impactó en la novela? En relación a ello, tanto el fenómeno literario como el fenómeno teatral ponen en jaque aspectos que responden a una situación crítica -post revolucionaria- de la sociedad de entonces: el advenimiento del sujeto moderno entendido como sujeto político, el desarrollo de la marginalidad urbana, las disputas por la libertad y por el derecho a la participación y, finalmente, la emergencia de la otredad. Es necesario, en suma, entender estas nuevas subjetividades como nuevas identidades políticas que juegan roles dramáticos en la cambiante escena social.

De esta manera,  este proceso de espectacularización nos lleva a comprender en qué medida la narrativa y el teatro hacen uso de las tradiciones y se apropian de recursos y estructuras novedosas, pero a su vez podemos preguntarnos: más allá de que la representación difiera del texto original, ¿hay una relación de dependencia, denuncia o posicionamiento político entre las dos formas? No se trata de determinar si una predomina sobre la otra, sino de poder discutir la forma literaria y sus continuidades e intercambios en este contexto.

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Victoria Rico

Frankenstein en la narrativa

La célebre novela de Mary W. Shelley presenta una complejidad innovadora para su época. En términos de Terry Eagleton, la novela moderna puede pensarse como un “antigénero” ya que no se puede ubicar específicamente en una serie de rasgos (Eagleton 2005: 9). No es una novela definidamente gótica; tampoco filosófica, ni epistolar, ni policial, ni realista, ni fantástica. No es todo ello y a la vez sí reúne rasgos precursores y propios de esas modalidades de la narrativa moderna. Si tuviéramos que pensar en una denominación paradójicamente diríamos “indeterminación”, como el mismísimo monstruo; ni hombre, ni animal. En este sentido, este conglomerado de variedades genéricas es la particularidad que destaca como novedad entre las novelas de su época. La autora plantea la posibilidad de que un hombre pueda hacer un monstruo a su propia imagen y, a su vez, demostrarse incapaz de hacerse responsable de él. En Frankenstein se puede observar, entre líneas, por qué se habría producido la caída de los ideales ilustrados pero a su vez juega con el ideal de hombre emancipado del poder. Esto nos lleva a establecer que esta novela no comprende únicamente una historia de repulsividad, como sugieren quienes, como Spark, la piensan como una “novela de horror” (1997: 204). Es decir, la creación de Victor Frankenstein efectivamente es un monstruo que genera desprecio, sin embargo la autora irá un paso más allá, y le dará voz y razonamiento a un sujeto que nace en la orfandad.

La condición filial del monstruo -algo que coincide marcadamente con la vida de la autora- se percibe a cada momento. El disenso del monstruo no es una enfermedad, no es una distorsión, el problema es el rechazo de toda una sociedad frente a la otredad y como consecuencia, la soledad y el desborde de violencia.

Frankenstein desde el drama

Presumption!; or the fate of Frankenstein, de Richard Brinsley Peake fue estrenada en Londres el 28 de Julio de 1823 en el English Opera House, poco después de la primera edición de la novela.  Para ese entonces, Mary Shelley tuvo la posibilidad de poder presenciar la obra y hay registros de su opinión en una carta dirigida a su amigo íntimo, Leigh Hunt, en la que dice: “¡De pronto soy famosa! Frankenstein ha tenido un éxito prodigioso en el teatro y ha sido representada por vigésimotercera vez. Me divirtió mucho el programa, pues en la lista de dramatis personae se lee (—-) por Mr. Timothy Cooke: este modo anominal de nombrar lo innombrable es en verdad bueno” (Ledesma, 2006: 12).

Tal como le sorprende a la autora, lo que sucedió con el nombre y la imagen del monstruo luego de su puesta en escena tiene pocos precedentes. Con el pasar del tiempo, hubo cambios en representaciones que se hicieron del nombre, del argumento y de la imagen de la criatura. Entre las mutaciones a destacar, se puede observar que se sacaron varios personajes de la historia original y se agregaron otros, así como también las filiaciones que se dan entre los personajes respecto de cómo se presentan en la novela. Un ejemplo sobre estos cambios entre los personajes se puede observar en la caracterización de los personajes en el drama de Peake:

DRAMATIS PERSONAE
  English Opera House, 28 July, 1823
	Frankenstein: Mr. Wallack 
	Clerval (his friend, in love with Elizabeth): Mr. Bland
	William (brother of Frankenstein): Master Boden
	Fritz (servant of Frankenstein): Mr. Keeley
	De Lacey (a banished gentleman-blind): Mr. Rowbotham
	Felix De Lacey (his son): Mr. Pearman
	Tanskin (a gipsy): Mr. Shield
	Hammerpan (a tinker): Mr. Salter
	First Gipsy
	A Guide (an old man): Mr. R. Phillips
	********: Mr. T. P. Cooke
	Elizabeth (sister of Frankenstein): Mrs. Austin
	Agatha (daughter of De Lacey): Miss L. Dance
	Safie (an Arabian girl, betrothed to Felix): Miss Povey
	Madame Ninon (wife to Fritz): Mrs. T. Weippert


Pero lo que más llamó la atención en esta adaptación fue lo que hicieron con la figura del monstruo: estatura significativamente más grande que un humano de talla media; piel verde, cabeza plana y casi calva, pálido. Posee fuerza y destreza física sobresaliente. Por último y quizá  más relevante: el monstruo casi no habla y si lo hace utiliza monosílabos y gruñidos. Es torpe en todos sus sentidos. Una bestia bruta sin razonamiento alguno.

A partir de ello, la puesta en escena creada por Peake fue directamente funcional a la mitificación del monstruo. Esto de alguna manera impactó positivamente en la audiencia. Esta delimitación bien marcada de antagonismos creó en el público de turno un sinfín de alegorías que relacionaban la furia del monstruo con sucesos políticos y sociales del momento.

Por otra parte, el teatro acercó la novela a círculos de la sociedad no letrada, y a partir de ello, comenzaron a realizarse interpretaciones de la criatura a partir de múltiples perspectivas. En su contexto de producción, con la memoria de las guerras napoleónicas y en plena Restauración, Frankenstein, o mejor dicho, la figura del monstruo se convirtió en una metáfora política y social según quién o qué movimiento lo tomaba así. Sin embargo, la obra lejos estaba de tener mensajes ocultos, o de presentar aspectos de indeterminación como sí lo hace la novela. Para la obra dramática, Peake indica que: “La asombrosa moraleja de esta historia […] es que la presunción/soberbia (PRESUMTION) que trata de desentrañar los misterios de la naturaleza indagando más allá de lo recomendable, tiene funestas consecuencias” (Biblioteca Nacional, 2018: 34).

Para finalizar, y volviendo hacia el planteo sobre la controversia entre adaptación y original, podemos entender que una no pudo haber funcionado independientemente de la otra. La novela necesitó del impacto social y cultural que la puesta en escena le dio, y por otro lado, la puesta en escena necesitó la base potencial de la novela. Dos géneros distintos pero asociados por su atenta mirada sobre la realidad. Los géneros se nutren y varían, pero sufrieron transformaciones clave para que luego se conforme e instale el mito del monstruo en la producción artística de entonces.

El monstruo de Frankenstein sigue en vilo cada vez que distintos emergentes sociales ponen en evidencia el carácter aparente de una sociedad homogénea y disputan por sus derechos. La figura del monstruo cambia, se resignifica y allí yace el valor de lo adaptable.

Nota

Este artículo fue realizado en el marco de la Beca académica en investigación y docencia de la UNGS y del proyecto “Variaciones y fuga del sujeto moderno en la literatura y el teatro. De la Ilustración al Fin de Siècle” del Área “La lengua y la literatura: problemas del campo disciplinar y de su enseñanza”.

Referencias

Biblioteca Nacional Mariano Moreno (2018). Em de Pablo Capanna et. ál. El monstruo de Frankenstein / contribuciones CABA: Biblioteca Nacional.

Ledesma, Jerónimo (2006).  “Introducción” a Shelley, Mary, Frankenstein. Buenos Aires: Colihue.

Eagleton, Terry (2009). La novela inglesa. Una introducción. Madrid: Akal.

Ledesma, Jerónimo (2018). “Crítica social en Frankenstein: 35 subrayados y una hipótesis final”, texto leído en Conferencia, Buenos Aires

Peake, Richard Brinsley (1823). Presumption!; or the fate of Frankenstein, http://english.unl.edu/sbehrendt/texts/Presumption/presump.htm

Shelley, Mary (2006) [1818]. Frankenstein o el Prometeo moderno. Buenos Aires: Colihue.

Spark, Muriel (1997). Mary Shelley. Barcelona: Lumen.

[1] Análisis realizado en el marco de la Beca académica en investigación y docencia de la UNGS y en el marco del proyecto “Variaciones y fuga del sujeto moderno en la literatura y el teatro. De la Ilustración al Fin de Siècle” del Área “La lengua y la literatura: problemas del campo disciplinar y de su enseñanza”.