Nejo - Multitud de gente
Retratos de una urbe: Las aguafuertes porteñas (1928-1942), de Roberto Arlt, y Motivos Particulares (2013), de Ana Ojeda
Instituto del Desarrollo Humano, UNGS
Introducción
Roberto Arlt, el 5 de agosto de 1928, inició la columna costumbrista del diario El Mundo con el título de “Aguafuertes porteñas”, que publicó hasta su fallecimiento en 1942. En estas notas periodísticas, Arlt, a diferencia de otros escritores de aquella época, situó la mirada sobre la Buenos Aires inmigratoria, en sus calles, sus barrios y sus principales protagonistas. Nuestra querida Buenos Aires, la ciudad, está puesta en primer plano y, a través de la escritura, se nos presentan distintos retratos de esta urbe. Esta forma de observar y pensar en el espacio urbano tiene su continuidad en Motivos particulares (2013), de Ana Ojeda, donde la autora también retrata las distintas situaciones cotidianas de la ciudad porteña del siglo XXI desde una mirada particularmente femenina. En este sentido, buscaremos demostrar cómo las aguafuertes configuran un género urbano que influyó posteriormente en la literatura argentina.
Las Aguafuertes porteñas y el arte de callejear
Si tuviésemos que definir a Arlt, podríamos decir que es profundamente un escritor de la ciudad: es un testigo de la metamorfosis acelerada de la Buenos Aires de principio de siglo XX, ciudad de cemento que crece y amenaza no solo la tradición rural sino también la integridad psicológica de los individuos. La ciudad, entonces, se convierte una presencia que atraviesa a toda escritura arltiana: ¿qué fue Arlt, sino digno escritor de las calles de Buenos Aires? Como asegura Sarlo (1988), es Arlt el escritor argentino que descubre y nos hace descubrir la modernidad mientras sus contemporáneos aún evocaban un pasado perdido.
En su trabajo como redactor en El mundo, Arlt habilitó un nuevo formato periodístico: las aguafuertes porteñas. Estas notas periodísticas, que hoy leemos como ficciones, configuran toda una época de la ciudad: documentan y registran un paisaje. El paisaje grotesco de la Buenos Aires inmigratoria. Bien señala Larra (1950: 83), “a ellas habrá de volverse cuando se quiera componer a través de los matices de lo cotidiano los perfiles de la sociabilidad porteña en la década del 30 al 40”. De esta forma, las aguafuertes son, en esencia, un retrato de una ciudad.
Incluso, el concepto aguafuerte, que alude a una técnica de grabado donde la imagen se fija a través de un ácido, ya da idea de lo que el autor que se propone: plasmar, fijar, registrar la moderna Buenos Aires. Arlt traduce lo visual y escribe acerca de lo que observa. Leer y ver, entonces, están en tensión: leemos y vemos la ciudad, al mismo tiempo. Pues se registra a través de la escritura un modo de ver la ciudad porteña.
Arlt, entonces, se lanza diariamente a descubrir Buenos Aires, ese gran escenario urbano en constante cambio por la inmigración. Su mirada sobre la ciudad se mezcla entre la gente observando así desde ese anonimato que le habilita la modernidad y pone en escena situaciones dignas de contar que presenció, que escuchó o que, en algunos casos, inventó. Arlt pasea por las calles del centro y sus barrios, metiéndose en la pobreza nueva de la gran ciudad y denunciando las formas más evidentes de marginalidad, al mismo tiempo que revela la nueva cotidianidad moderna. Es un espectador urbano, sujeto que se refugia en ese “bosque de ladrillos” que habilita la posibilidad de mirar y no ser mirado:
Para un ciego, de esos ciegos que tienen las orejas y los ojos bien abiertos inútilmente, nada hay que ver en Buenos Aires, pero, en cambio, ¡qué grandes, qué llenas de novedades están las calles de la ciudad para un soñador irónico y un poco despierto! ¡Cuántos dramas escondidos en las siniestras casas de departamentos! ¡Cuántas historias crueles en los semblantes de ciertas mujeres que pasan! ¡Cuánta canallada en otras caras! (Arlt, 1928: 43)
En la aguafuerte “El placer de vagabundear” Arlt da las pautas para observar y apreciar la ciudad a la vez que realiza una reflexión meta-narrativa. Pues para aquellos que continúan inútilmente evocando un pasado perdido, Buenos Aires no será nada; pero para los soñadores, los inquietos y despiertos, Buenos Aires será un tesoro. Es el imaginador quien tiene la capacidad de descifrar aquellos cables que se encuentran en la multitud, en los edificios y en los rostros de quienes lo rodean. Es entonces que la mirada del aguafuertista se aleja del discurso periodístico y se acerca al lenguaje artístico. No se trata solo de mirar y contar hechos preexistentes, que ya están ahí, como bien lo haría un periodista; sino que los hechos solo aparecen ante los ojos del artista, de la imaginación y de la creación literaria: “para vagabundear se necesitan excepcionales condiciones de soñador” (p. 43). Una facultad que le permite captar el matiz pintoresco de la ciudad para reconstruir a su manera ese paisaje urbano en donde el ciudadano es el protagonista principal del escenario:
Los extraordinarios encuentros de la calle. Las cosas que se ven. Las palabras que se escuchan. Las tragedias que se llegan a conocer. Y de pronto, la calle, la calle lisa y que parece destinada a ser una arteria de tráfico con veredas para los hombres y calzada para las bestias y los carros se convierte en un escaparate, mejor dicho, en un escenario grotesco y pantoso donde, como en los cartones de Goya, los endemoniados, los ahorcados, los embrujados, los enloquecidos, danzan su zarabanda infernal. (43)
Y acá, reiteramos: ¿qué fue Arlt, sino un escritor de las calles de Buenos Aires? En él encontramos el hábito moderno de vagar por un paisaje urbano que, lejos de ser sereno como aquel pasado rural añorado por sus contemporáneos, se transforma en un escenario grotesco. Escenario donde se rompen simetrías, se anulan proporciones, se fomenta el desequilibrio y, sobre todo, se mezclan contrarios. Pues si hay algo que caracteriza a la Buenos Aires de siglo XIX es la mezcla de culturas bien distintas, procedentes de los inmigrantes de distintos países. Señala Carbone (2021) que la incidencia del proceso inmigratorio masivo y, sucesivamente, el gradual proceso de integración del inmigrante en el nuevo contexto, afectan la vida cultural de la ciudad y proyectan originales resultados de hibridismo. En la aguafuerte “Silla en la vereda” podemos observar este grotesco que se proyecta en la ciudad:
Llegaron las noches de las sillas en la vereda; de las familias estancadas en las puertas de sus casas; llegaron las noches del amor sentimental de “buenas noches, vecina”, el político e insinuante “¿cómo le va, don Pascual?”. Y don Pascual sonrie .y se atusa los “baffi”, que bien sabe por qué el mocito le pregunta cómo le va. Llegaron las noches…
Yo no sé qué tienen estos barrios porteños tan tristes en el día bajo el sol, y tan lindos cuando la luna los recorre oblicuamente. Yo no sé qué tienen; qué reos o inteligentes, vagos o activos, todos queremos este barrio con su jardín (sitio para la futura sala) y sus pebetas siempre iguales y siempre distintas, y sus viejos, siempre iguales y siempre distintos también. Encanto mafioso, dulzura mistonga, ilusión baratieri, ¡qué sé yo qué tienen todos estos barrios!; estos barrios porteños, largos, todos cortados con la misma tijera, todos semejantes con sus casitas atorrantas, sus jardines con la palmera al centro y unos yuyos semiflorecidos que aroman como si la noche reventara por ellos el apasionamiento que encierran las almas de la ciudad; almas que sólo saben el ritmo del tango y del “te quiero”. Fulería poética, eso y algo más. (Arlt, 1929: 27. Las cursivas son nuestras)
En estas líneas se describe a los barrios porteños, donde es esa silla en la vereda la que habilita una forma de sociabilización conciliando así las distintas culturas producto de la inmigración. A su vez, utiliza una expresión que, a nuestro parecer, resulta fundamental para describir a la cultura porteña: fulería poética. Dos términos que se contradicen pero que, lejos de excluirse, se complementan para resaltar el significado que transmiten. Fulería, por un lado, es un sustantivo que deriva del adjetivo fulero que es parte del lunfardo, habla que Arlt recoge de las calles de Buenos Aires, y refiere a una cosa u objeto muy feo o desagradable. Por otro lado, poética es adjetivo que deriva, como ya todos sabemos, de poesía. ¿Y qué es la poesía en términos tradicionales sino la expresión artística de la belleza? Son términos que se contradicen mutuamente, pero que devienen en una acertadísima definición del escenario grotesco en que se convertían los barrios porteños de aquel entonces: esa silla en la vereda democratizadora que desjerarquiza e iguala, donde se sientan tanto los viejos como los jóvenes, mientras se mezclan a su vez las distintas melodías, las distintas culturas: “el estudio de Bach o de Beethoven junto a un tango de Filiberto o de Mattos Rodríguez”.
En este sentido, podemos decir que las aguafuertes se construyen a través de la observación de las calles, del encuentro con otros y del registro de este devenir cotidiano. Así, en una época tan compleja, como lo fueron los principios del siglo XX, con las grandes transformaciones físicas, étnicas, lingüísticas y culturales, es Arlt quien nos permite descubrir la metrópoli, sus nuevos personajes y su lenguaje.
Motivos particulares o de cómo la ciudad comienza a despatriarcalizarse
La categorización de una obra como Motivos particulares (2013), de Ana Ojeda, es problemática: microrrelatos, fragmentos, nouvelle, aguafuertes. Es todo eso y, a la vez, no es ninguno. Si bien constituye un texto fragmentario que se escapa a toda clasificación académica ortodoxa, nos proponemos leerlo como un conjunto de aguafuertes que retratan la ciudad desde una mirada femenina en tanto configuran un registro del devenir cotidiano de la ciudad porteña de principios de siglo XXI.
Como primer acercamiento, será fundamental tener en cuenta lo que señala Sapia (2016: 1): “Probablemente, el mejor punto de partida para pensar la literatura de Ana Ojeda sea la noción de extranjeridad: esa sensación de extrañamiento con el entorno inmediato, de separación, de distanciamiento”. Así, Ojeda literaturiza objetos urbanos de uso y presencia, tópicos, palabras, situaciones habituales que permiten respirar el clima y los aires de la vida porteña en la primera década del siglo XXI. Y, como aguafuertes, estos relatos interiorizan al lector dentro del día a día porteño a partir de la proyección de lo que no se ve, de lo que se denuncia sobre la cotidianidad de las calles de Boedo.
Esta ciudad se ve atravesada por cambios sociales, políticos, económicos y culturales bien distintos a la Buenos Aires arltiana. Aquí hay un feminismo latente que posteriormente en 2015 desembocará en la consolidación del movimiento feminista plural Ni una menos en Argentina y, a nivel global, se empezará a hablar sobre una cuarta ola del feminismo. Es entonces que la mujer comienza a habitar con mayor frecuencia y con mayor peso el espacio público al mismo tiempo que sigue participando activamente en el ámbito privado, al cual la condenaron históricamente.
De este modo, las aguafuertes de Ana Ojeda, lejos de ser ajenas a su tiempo, son testigos de este proceso. Veamos. En primer lugar, tenemos desde un principio una narradora que se sitúa en unas coordenadas espaciales y temporales específicas: “Ser de Boedo es aguantar todo el año para llegar a agosto. Porque cuando la primavera llega a Buenos Aires, aterriza en Boedo.” (Ojeda, 2013: fragmento 1). Con este fragmento inicial nos introduce a su ciudad, en la cual ella nació y creció, no sólo partir de un proceso de extrañamiento de lo que es Boedo en sí, sino que además nos adentra en dicha ciudad en primavera. Primavera simbólica, fértil y fecunda que florece finalmente en estas aguafuertes que desde una voz femenina nos presenta a una nueva ciudad.
A su vez, esta voz femenina también forma parte de la deriva urbana y exhibe distintas vistas: “Qué maravilla cuando, camino al trabajo, avisto dos seres en comunión y entendimiento absolutos. Uno caga y el otro lo observa, los ojos llenos de total admiración. Espectáculo epifánico sin duda, que realizan siempre en la mitad de la vereda.” (Fragmento 29). Anteriormente, señalamos que Arlt en aquella Buenos Aires inmigratoria nos presentaba la silla en la vereda como una forma de sociabilizar y de conciliar la cultura de mezcla, ahora Ana Ojeda en pleno siglo XXI nos trae la cagada en la vereda como una nueva forma de encuentro entre un dueño y su mascota en esas mismas calles porteñas. Así, la manera de Arlt, esta narradora busca una manera de presentar las situaciones cotidianas como pequeños retratos, singularizándolos, volviéndolos extraños, como si los estuviéramos presenciando por primera vez.
Asimismo, si Arlt es, Ana Ojeda es todo aquello que Arlt no es. Es decir, si Arlt encarna una figura masculina de aguafuertista que sale a la calle y retrata la ciudad, del hombre que frecuenta la vida pública en la urbe, Ana le canta re-truco y vale cuatro. Pues, lo retoma y lo completa: en sus aguafuertes retrata la esfera pública, y, al mismo tiempo, la privada. Feminiza la figura del aguafuertista introduciendo allí la introspección, lo privado, lo tradicionalmente llamado femenino.
De esta forma, no sólo nos adentramos en las calles porteñas, sino también de las puertas para adentro. Dentro de esta esfera privada, la autora utiliza su mirada crítica ante las situaciones cotidianas naturalizadas y que la interpelan directamente como mujer: “Primero rocío y después, trapo. Después, agua. Después agua para el trapo y luego trapo para el lavatorio, de pronto sucio otra vez por el agua sucia del trapo, de nuevo sucio por limpiar el lavatorio. Ellos, ronda de willis y aquí Giselle de pelo suelto haciéndole dedo a la locura” (fragmento 24). En este relato retrata la limpieza del hogar como una danza circular, monótona y dura. Y como una tarea doméstica que cae exclusivamente sobre la mujer. Mientras ella limpia, ellos hacen ronda de tragos. Queja que queda resumida en la actual frase de la lucha feminista: eso que llaman amor es trabajo no pago. Por otro lado, también pone en foco distintas tradiciones patriarcales:
Cuando cumplí 15 años, las mujeres de mi familia decretaron que el rito de iniciación no debía demorarse más. Parada en el umbral de la femineidad, resultaba inadecuado que continuara deambulando por la vida con cardos en las piernas. (…) Me avisás si te duele, recitó la oficiante en tono monocorde y sin aguardar mi respuesta me sometió a una cruel alternancia de calor y dolor. La cera quemaba cuando se extendía sobre mi piel y me quitaba la respiración cuando la iniciada arrancaba a los tirones, saliéndoseme por los ojos el grito que se me había atorado en la garganta (Fragmento 59)
Desde temprana edad las mujeres tienen que arrancarse los pelos. Nadie se cuestiona mucho al respecto, es un mandato social que deben cumplir para estar más lindas o para simplemente ser mujeres. Esta es una forma de control social por parte del patriarcado sobre el cuerpo de las mujeres que en esta aguafuerte se está poniendo en tela de juicio. De esta forma, las aguafuertes de Ana también se hacen eco de las denuncias sobre el sistema heteropatriarcal y las costumbres estereotipadas sobre el cuerpo femenino.
En conclusión, Motivos particulares propone “repensar el espacio urbano y el espacio literario desde lo femenino” (Carbone, 2021: p. 9. Las cursivas son del autor). De manera que nos adentramos en la ciudad a partir de la voz y los ojos de una mujer. Así, las imágenes visuales que emergen de estos relatos representan un retrato fragmentario pero íntegro de la sociedad: el ser de Boedo, la cagada en la vereda, se completan con la introspección, con la limpieza del hogar como una danza y los cardos en las piernas. Ana Ojeda invita a romper con el enfoque dualista de los espacios privados y públicos, y buscar una conciliación entre ambas esferas.
Reflexiones finales
Las aguafuertes son profundamente un género urbano. Un género que tuvo su origen con la modernidad y la consolidación de la metrópoli, y que invita a repensar el espacio habitado teniendo a la ciudad como principal protagonista. De esta manera, funciona como un espejo de los distintos cambios culturales, sociales y políticos que fue atravesando la sociedad moderna. Tanto Arlt como Ana Ojeda reflexionan acerca de nuestra querida Buenos Aires, cada uno desde unas coordenadas bien específicas. Dos contextos históricos bien distintos, atravesados por diferentes movimientos, luchas sociales, diferentes momentos culturales, políticos, económicos, tanto en la propia Argentina como en el resto de América Latina.
Por su parte, Arlt logra instaurar una nueva forma de observar la ciudad. De esta forma, se distancia y exhibe los hechos y situaciones que observa dejando entrever los cambios sociales, culturales, étnicos y lingüísticos que atravesaba la sociedad gracias a la inmigración y que convirtieron a Buenos Aires en un escenario grotesco. Mientras que Ana continúa con este género y pone en relieve la Buenos Aires del siglo XXI pero así también la situación cotidiana de las mujeres.
En definitiva, las aguafuertes nos devuelven los retratos de una ciudad en momentos específicos. De esta forma interiorizan al lector dentro de las distintas urbes a partir de la proyección de lo externo, lo que no se ve, lo que se denuncia sobre las situaciones comunes de Buenos Aires.
La autora es estudiante del Profesorado Universitario de Educación Superior en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de General Sarmiento
Fuentes
ARLT, Roberto (1928) “El placer de vagabundear”, El Mundo, 20 de septiembre de 1928. En Aguafuertes Porteñas. Biblioteca Página/12. Buenos Aires: Losada.
—. (1929) “Silla en la vereda”, El Mundo, 11 de diciembre de 1929. Aguafuertes Porteñas. Biblioteca Página/12. Buenos Aires: Losada.
OJEDA, Ana (2013). Fragmentos 1, 24, 29 y 59. En Motivos particulares. Buenos Aires: Pánico el pánico.
Bibliografía
CARBONE, Rocco (2021). “Comentario sobre Motivos Particulares de Ana Ojeda”. Material de clase para Literatura Argentina: Narrativa. Universidad Nacional de General Sarmiento.
LARRA, Raúl (1950). Roberto Arlt, el torturado. Buenos Aires: Editorial Quetzal.
SAPIA, Juan Ignacio (2016). “La literatura es el otro: Ana Ojeda”. Disponible en: http://lanan.com.ar/ana-ojeda/
SARLO, Beatriz (1988). Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1988.
Comentarios
Deja un comentario