Lucía Sordini
Alexandra Kollontai: La doble moral burguesa y la mujer nueva. Un recorrido sobre la perspectiva feminista de Kollontai a principios del S. XX
Instituto del Desarrollo Humano, UNGS
Alexandra Kollontai (1872-1952) revolucionaria, feminista y socialista rusa, fue la primera mujer en ocupar el puesto de Comisaria del Pueblo para la Salud y el Bienestar Social (1917), y la primera mujer embajadora del mundo (1923). Durante las dos primeras décadas del siglo XX publicó varios ensayos, escritos políticos y conferencias que registran su aporte sobre el problema de la cuestión de la mujer desde una perspectiva marxista.
No obstante, anteriormente a Kollontai, el problema de la mujer y los tópicos sobre la moral sexual fueron tratados, bajo la misma línea de pensamiento, principalmente por Friedrich Engels (1820-1895), Karl Marx (1818-1883) y August Bebel (1849-1913). En el trabajo de la teórica rusa podemos identificar que la cuestión de la mujer y su entrelazamiento con los intereses del proletariado ocupan un lugar fundamental. Realiza un complejo análisis de la situación social en la época y fundamenta que la liberación de la mujer depende del cambio en la estructura socio-económica. De este modo, Kollontai toma en consideración la división sexual del trabajo como uno de los factores principales de la opresión a la mujer; en este sentido, considera que el rol femenino dentro de la economía determinaría qué clase de valor se le otorga a la mujer dentro de la sociedad.
En relación con la tradición teórica, la socióloga Frigga Haug (2006) observa que Marx, en El Capital (1867) no profundizaría acerca del rol dominante del hombre y la subalternización de la mujer en el hogar; por lo que la organización de las relaciones de género sería un tema poco perceptible. De todas formas, Marx expone algunos aspectos que se relacionan con la posibilidad de incluir a la mujer en el ámbito de la producción. Sin embargo, Haug señala que el teórico omitiría un análisis sobre la distribución del trabajo reproductivo en la sociedad. En comparación, de acuerdo con Haug, Engels explica en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884), que el problema de la opresión de la mujer recae en la propiedad privada, el matrimonio y la familia; también denota que el filósofo reconocería un patrón de dominación que deviene del trabajo asalariado y el trabajo doméstico.
A partir de esto, podemos considerar que tanto Marx y Engels abordan la dominación y el control del sistema capitalista sobre el cuerpo de la mujer, dando cuenta del lugar subordinado que ocupan. No obstante, como sugiere Haug, las observaciones de ambos teóricos sobre el tema serían poco estructuradas, no profundizarían sobre el origen de la opresión de la mujer y la desigualdad en las relaciones de género; de hecho, afirma Haug, reducirían estas a una relación entre hombre y mujer, es decir que no las considerarían relaciones de producción presentes en todas las esferas de la vida y la sociedad.
Siguiendo esta corriente de pensamiento, August Bebel puede denominarse como el primer teórico marxista que coloca como tema principal la cuestión de la mujer. En su escrito La mujer y el socialismo (1879), establece que la opresión de la mujer está presente desde las primeras sociedades humanas; según su teoría, la mujer ha sido esclava del hombre antes que existiera el sistema esclavista. El teórico aboga por la emancipación de la mujer en una sociedad comunista, sólo allí sería posible alcanzar un nivel de igualdad entre ambos sexos.1 Sin embargo, no desarrollaría de forma extensa el problema que suponen las relaciones de género en el capitalismo, lo que Kollontai denominaría como una “crisis sexual”.
En este sentido, las contribuciones de los pensadores mencionados configuran las bases del pensamiento crítico sobre el problema de la mujer desde una perspectiva socialista. En cierto modo, pueden evidenciarse problemas que no abordan, preguntas sobre las que no profundizan, y que recién a principios del siglo XX se recuperarán y ampliarán con Alexandra Kollontai. Efectivamente, la teórica rusa realizará un análisis específico de la sociedad contemporánea y de la situación de las mujeres en relación con el trabajo, la familia, y la moral sexual. Mediante sus obras y su activismo político se dedicará a resolver esta cuestión con el fin de conseguir la emancipación de la mujer trabajadora y de todas las clases sociales.
Origen del código moral burgués
A lo largo de sus escritos, Kollontai desarrolla el concepto de moral sexual en la sociedad capitalista. Este se funda según los intereses de la clase dominante y establece un orden jerárquico e inalterable en las relaciones de género. De modo que la moral burguesa surgiría a partir de valores que benefician a su clase y colaboran con la superioridad del hombre y del capital.
Para comprender el origen de esta ideología moral, en La ideología proletaria y el amor (1923) Kollontai señala algunos aspectos de las relaciones entre los sexos en la antigüedad. En primer lugar, expresa que el concepto del amor como una emoción pura se basaba en los lazos de amistad. Esta idea de amor no se vinculaba con el matrimonio. Determinado por intereses familiares, las parejas carecían de decisión por lo que sus intereses personales no eran tenidos en cuenta. Una vez consumada la unión al marido se le concedían derechos de posesión sobre la mujer en el plano del “yo físico”, pero no sobre el plano del “yo espiritual”, es decir, la mujer podía conservar los derechos sobre su propia alma. Como resultado, la unión amorosa en el matrimonio era considerada meramente como un factor biológico. A partir del ideal caballeresco se comenzó a considerar el amor como un fenómeno social, el caballero buscaba conquistar el alma de alguna mujer casada; es decir, su interés se fundaba en lo platónico ya que no podía poseerla en el aspecto físico. En ese sentido, la moral permitía el vínculo en el plano espiritual por fuera de los acuerdos matrimoniales.
En su teoría, la pensadora rusa utiliza a Eros, el dios del amor en la mitología griega. Por un lado, explica que “Eros alado” representa al amor puro, el amor en el orden espiritual y moral. En este caso, “Eros alado” se caracteriza por su exigente moral, siguiendo esta concepción el enamorado dedicaría parte de su alma a su pareja. Por otro lado, “Eros sin alas” representa al instinto reproductor, es la atracción meramente sexual sin raíces espirituales ni morales, solo física, entre ambos sexos. El “Eros sin alas” no exige que el individuo cumpla las normas morales, al contrario, funciona como una elección fácil y sencilla. En esta perspectiva, Kollontai sostiene que el amor no es solo una fuerza biológica. Por el contrario, el amor posee un carácter fundamentalmente psicosocial y forma parte indispensable de la cultura de cada época.
Por consiguiente, la pensadora considera que la sociedad contemporánea recibe como herencia la ideología moral feudal, manteniendo prácticas y comportamientos para luego construir su propio código moral. La burguesía manipula las normas morales para su propio beneficio, de modo que su noción del amor se enlaza con el concepto del matrimonio: la idea de la unión física y espiritual en conjunto. En este sentido, el amor burgués considera el amor como un “asunto privado”, surge así la idea de posesión absoluta, tanto en términos físicos como espirituales, se concede la entera dominación del alma al ser amado. En los vínculos amorosos se pierde la libertad individual, la mujer es despojada de sus derechos de autonomía, bajo la errónea idea de que “la intimidad física entre dos seres es motivo suficiente para la expansión del derecho de propiedad también sobre la identidad moral” (Kollontai, 2017 [1911]: 139). Incluso frente a la ley, en aquel entonces se evidenciaba la posición de desventaja de la mujer frente al hombre, colocándola en situación de dependencia de su padre o de su marido. La sexualidad de la mujer soltera constituye el principal foco de atención, ya que una virtud moral era la conservación de la virginidad de la mujer hasta el matrimonio. Esto permitiría que el hombre posea poder sobre el cuerpo y alma de la mujer, así la idea de propiedad privada se transfiere a lo íntimo de las relaciones de género.
Factores de la crisis sexual
En su escrito Las relaciones entre los sexos y la lucha de clases (1911), Kollontai caracteriza a la psicología contemporánea como extremadamente individualista. De este modo, percibe que una crisis sexual atraviesa las relaciones de género. Dicha crisis se manifiesta en la falta de vínculos amorosos construidos a partir del amor libre y la desigualdad de género en todos los ámbitos sociales.
Como primer factor agravante de la crisis sexual, la teórica rusa explica que la sociedad posee un bajo “potencial amoroso” debido a la poca atención que el hombre le dedica a la mujer amada. Desde su perspectiva, el amor no funcionaría como un acto recíproco entre las personas sino como un medio para escapar de la soledad moral, un acto puramente egoísta. El individuo buscaría sacar provecho del mayor goce espiritual y físico de su pareja, sin interés por los sentimientos involucrados.
En relación con la desigualdad de género, la pensadora demuestra que la ideología moral burguesa aporta juicios de valor diferentes a un mismo comportamiento dependiendo si se trata de una mujer o un varón. Siguiendo este orden de ideas, Kollontai sostiene que la burguesía construye una doble moral, con principios desiguales y contradictorios.
La moral burguesa le exige a la mujer que su vida esté sujeta a las demandas de su esposo y su familia; y condena a la mujer que decide por sí misma, aquella que toma las riendas de su propia vida. Este código moral no solo le demanda responsabilidad como esposa y madre, sino que también le exige que el hombre con quien se case sea digno de ella. De esta manera, el matrimonio y la familia se construyen como un círculo cerrado que no permite la libertad individual de la mujer. A modo de ejemplo, explica que una mujer burguesa con una profesión respetada generaría un escándalo si tuviera un vínculo amoroso con un hombre de una clase inferior, ya que la inteligencia de la mujer sería puesta en duda. Aunque el mismo acto realizado por un hombre no reflejaría ningún problema, nadie dudaría de las cualidades morales del hombre. A raíz de esto, Kollontai determina:
Ciertamente se debe a que la idea de desigualdad de valor entre ambos sexos, inoculada a la humanidad durante siglos, ha entrado a formar parte orgánica de nuestra mentalidad.” (2017 [1911]: 141).
Es posible notar, como sugiere la teórica, que la sociedad se acostumbró a considerar a la mujer como un accesorio del hombre y a no valorar su personalidad como un ser individual. La doble moral burguesa actúa de ese modo, juzgando a la mujer en relación con su vida sexual mientras valora al hombre por su personalidad, lejos de la esfera sexual.
Otro factor que señala como causante de la crisis sexual es la prostitución. De acuerdo con la teórica, este fenómeno existe sobre la base de la necesidad sexual del hombre, tanto el burgués como el proletario procuran su placer y goce propio mediante el acto sexual; es el accionar propio del “Eros sin alas”, un acto carnal egoísta que empobrece el alma. Por lo tanto, la prostitución se funda en la desigualdad entre ambos sexos y en el eje de esa masculinidad egocéntrica característica de la sociedad capitalista.
En Las bases sociales de la cuestión femenina (1907), Kollontai afirma que la prostitución tiene un amplio poder sobre la sociedad, y principalmente afecta a la clase proletaria. Tanto el Estado como la Iglesia sostienen el negocio de la prostitución en secreto y lo reprimen a vista de la sociedad, la regulación de la actividad mediante leyes no hace más que fomentar la venta del cuerpo femenino, a la vez que es condenada por la “moral oficial”. Esta contradicción no es propia del capitalismo, la prostituta fue ultrajada en todas las épocas, y los hombres siempre se beneficiaron de sus servicios.
Asimismo, la pensadora revela que la prostitución posee una postura de clase, fragmentada en dos partes. Por un lado, la prostitución es condenada severamente por deshonrar la virtud, las mujeres pobres son maltratadas y sometidas a humillación. Por otro lado, las prostitutas de clase alta recibirían un trato más privilegiado. En palabras de Kollontai:
La “calidad superior”, la de la prostituta acomodada, está monopolizada por la clase burguesa, le sirve, convive con ella en cierta intimidad y hasta cierto punto comparte sus privilegios. (2017 [1909]: 68).
La moral y la mujer nueva
En sus obras Kollontai también desarrolla la posible solución a la crisis sexual establecida. Explica que se requiere un cambio de paradigma contra la moral burguesa, una reforma radical de la psicología humana, la cual solo podrá lograrse mediante la revolución comunista.
Su propuesta consiste en transformar las relaciones entre hombres y mujeres, instalar una nueva moral única que se aplique por igual a hombres y mujeres y que se fundamente sobre el amor libre. Es necesario aumentar el potencial amoroso de la sociedad, es decir, que los vínculos amorosos sean más recíprocos y empáticos, a partir de los principios de libertad, igualdad y solidaridad. Estos sentimientos pueden hallarse en el amor, más allá de lo sexual, la teórica propone que la colectividad experimente “…sentimientos de verdadera simpatía entre sí, […] de compasión hacia los sufrimientos y necesidades de sus compañeros de clase” (2017 [1923]: 204).
Kollontai mantiene la idea de que cada época posee su propio ideal amoroso y que cada clase busca introducir su noción del amor en base a su propio interés. En el caso del proletariado, la construcción de una nueva moral servirá para romper con el código individualista de la ideología burguesa. Así, desarrolla el concepto de amor-camaradería como aquel amor que se origina en las bases de la clase obrera.
Principalmente en su escrito La ideología proletaria y el amor (1923), explica que el amor es multiforme, por lo que denota un conjunto de emociones, de ideas y de costumbres. Esta nueva noción del amor niega los principios de propiedad del amor burgués; por el contrario, se basa en el respeto y la libertad de la pareja, tanto en alma y cuerpo. Aquí, el amor se aleja de su base biológica para poder reconocer su valor como fuerza psicosocial. Como sugiere Kollontai, el amor también funcionaría como un elemento de unión con la capacidad de organizar a la sociedad. De este modo la moral burguesa lo utiliza como una herramienta moral basada en su propio interés.
Por consiguiente, la ideología proletaria no sirve a los intereses de la célula familiar cerrada; su interés radica en la colectividad, por lo tanto, no se interesa en la dependencia de los vínculos amorosos. En cuanto al matrimonio, Kollontai expresa que este no debería significar ninguna cadena sobre los miembros de la pareja, sino que debería tratarse de una armoniosa comunión de dos almas y dos cuerpos, amistosa en lo espiritual y amorosa en lo físico. Con esto sugiere que el proletariado sería la única clase que ve al matrimonio como un acto psicofisiológico. De modo que en la nueva moral se reemplazan los sentimientos de propiedad, los celos, por sentimientos más sanos, con el fin de crear relaciones basadas en la libertad, el respeto y la comprensión mutua del alma.
Siguiendo este orden de ideas, la pensadora rusa manifiesta que la solución al problema de la mujer es transformar radicalmente las condiciones económicas y sociales que determinan las relaciones de género. Afirma que cambiar algunos párrafos del código civil no producirá un gran cambio en la vida cotidiana de las mujeres trabajadoras, en oposición a la lucha de las feministas burguesas.
Es por ello que, con el triunfo de la moral proletaria y la transformación del papel económico de la mujer, se espera que desaparezca la desigualdad entre los sexos y toda forma de dependencia de la mujer con respecto al hombre. En este sentido, la mujer tomará conciencia de sí misma como un ser humano independiente: la mujer nueva será la mujer emancipada, libre de la servidumbre doméstica, su única función social no estará relegada únicamente al hogar y la familia. Del mismo modo, se pondrá fin al negocio de la prostitución, el cuerpo de la mujer no será vendido ni se someterá al mero goce sexual del hombre.
La moral proletaria también se ocuparía de defender los intereses de los niños y de la madre, otorgando el cuidado de la generación más joven al Estado. Se crearían casa-cunas, guarderías y escuela primarias que asegurarían la educación de los niños, “inculcando la costumbre de ver el mundo a través del prisma de la colectividad y no del ‘yo’ aislado y egoísta” (Kollontai, 2017 [1909]: 87). La teórica rusa sostiene que la familia en cuanto célula individualista se transformaría en familia colectiva; asimismo, la humanidad liberada de la falsa moral burguesa conocería la forma del amor auténticamente libre y las alegrías de una maternidad libre y sana.
Como explicamos anteriormente, para Kollontai, el amor es multiforme, y los vínculos amorosos se construyen desde la libertad:
Si el amor posee varias cuerdas y el espíritu toca varios aspectos a la vez, […] cuantos más hilos haya tendidos de alma a alma, más se concentrará el espíritu de solidaridad y más simple será lograr el ideal de camaradería y unidad (2017 [1923]: 211).
De este modo, en la moral proletaria el amor es aceptado en su forma diversa, no busca imponer límites al amor. La pensadora cuestiona por qué establecer límites al alma si, quizás, la plenitud puede conseguirse amando a más de uno. Esto permite observar que en esta moral los vínculos no exclusivos son aceptados, abandonando la idea del amor totalmente exclusivo, de la monogamia.
En suma, Kollontai expresa que la nueva moral proletaria mezcla la atracción física, el amor espiritual y el amor impersonal hacia la colectividad. Por ello, el “Eros sin alas” es propio de la moral burguesa, ya que este obstaculiza el desarrollo de lazos espirituales y recíprocos. Sin embargo, la moral de la clase obrera pintaría de nuevo “con su propio color los delicados tonos y alas de Eros” (2017 [1923]: 205).
Palabras finales
En síntesis, Alexandra Kollontai considera que la sociedad capitalista ha fomentado relaciones de género basadas en el individualismo y los derechos de propiedad. El amor en los términos de libertad que Kollontai señala, solo será posible en una sociedad basada en la solidaridad; es el amor-camaradería el que puede permitir la verdadera unión libre entre personas. No obstante, sin la reeducación psicológica de la sociedad la profunda crisis sexual no tiene solución. Es en el proceso revolucionario donde puede configurarse una nueva moral, como afirma Kollontai, la nueva moral proletaria caracterizada por la igualdad recíproca, el reconocimiento y el respeto de los derechos del otro. Bajo esta nueva moral surgirá el amor libre y la familia colectiva. Al mismo tiempo que se revelaría la mujer nueva, emancipada del hogar y la familia; libre de la dominación del hombre y del capital.
Para finalizar el presente artículo, podemos reflexionar acerca del potencial actual de las teorías de la pensadora rusa. A pesar de que los escritos de Kollontai ya tienen más de un siglo, es posible afirmar su vigencia. En concordancia con el prólogo de Diana Broggi (2017):2
Alexandra fue una revolucionaria de su época y también es figura de la nuestra, porque a 100 años de distancia la actualidad de su pensamiento y su obra son herramientas útiles para la construcción del feminismo popular (17).
Esto tan solo demuestra que sus textos son una fuente de gran potencial para los feminismos actuales; este artículo intenta ser un acercamiento a sus principales aportes.
La autora es estudiante del Profesorado Universitario de Educación Superior en Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de General Sarmiento
Notas:
1 El término “sexo” era asociado para diferenciar a hombres y mujeres, en la actualidad consideramos esta asociación errónea. El sexo se define como el conjunto de características biológicas que se designan al nacer para diferenciar entre masculino y femenino. En cambio, el término género refiere a la identidad autopercibida de las personas más allá de su sexo biológico.
2 Subsecretaria de Formación, Investigación y Políticas Culturales para la Igualdad, del Ministerio de Géneros, Mujeres y Diversidades.
Bibliografía citada:
Broggi, Diana 2017. “Las llaves del amor en Kollontay”. En El amor y la mujer nueva, textos escogidos (Buenos Aires: Ediciones Mala Junta).
Bebel, August 1951 (1879). “La mujer y el socialismo”. En: La mujer y el Comunismo. Antología de los grandes textos del marxismo. (París: Ediciones Sociales). Fragmentos recuperados de: https://www.marxists.org/espanol/bebel/1879/1879.htm
Haug, Frigga 2006. “Hacia una teoría de las relaciones de género”. En: Boron Atilio, Amadeo Javier y González Sabrina (comps.), La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. (Buenos Aires: Clacso). Kollontay, Alexandra 2017. “Las bases sociales de la cuestión femenina” (1907); “Las relaciones entre los sexos y la lucha de clases” (1911); “La ideología proletaria y el amor” (1923). En: El amor y la mujer nueva. Textos escogidos (Buenos Aires: Ediciones Mala Junta).
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