La literatura y la historia: del quimbombó al mundo entero
Instituto del Desarrollo Humano – UNGS
Resonancia conurbana en el 25 Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura
El ensayista, periodista, crítico, guionista y novelista cubano Leonardo Padura ofreció en el Foro una conferencia titulada “La novela en el espejo de la historia”.
El escritor expone allí un recorrido historiográfico a partir de su propia creación literaria. Para comenzar, en La novela de mi vida (2011) recrea la particularidad del ser cubano como un destino histórico a través del nexo entre el quimbombó (un ingrediente esencial de platos tradicionales en Cuba), el poeta José María Heredia (el poeta cubano considerado el primer poeta romántico de América Latina) y su propia experiencia.
Además, Padura interpela la verdad histórica adoptada éticamente por los científicos sociales y la reinterpreta en relación a su propio trabajo:
La historia, como se sabe, puede ser leída desde las más diversas perspectivas. Las inclinaciones políticas, las condiciones epocales, las perspectivas filosóficas y las posibilidades de acceso a información tienden a entregarnos percepciones diferentes de una misma historia, una época, un proceso o incluso un acontecimiento puntual. La objetividad de una ciencia social cuya validez se remite al empleo de documentos que avalen la pertinencia de los juicios es una falacia. La subjetividad y los intereses, incluso más mezquinos, son componentes habituales de la escritura y, por supuesto, de la lectura de la historia. Los científicos sociales conocidos como historiadores asumen, sin embargo, un compromiso ético con la verdad y la verdad se supone está documentada. ¿La verdad está documentada? El documento histórico, me pregunto, ¿es siempre la verdad? ¿Los periódicos de hace cien años fueron menos tendenciosos que los de hoy? Y esa verdad posible, ¿cuánto sufre al ser recogida por el historiador? El asunto entre las relaciones entre verdad, verdad histórica y verdad historiada es uno de los más complejos a los que nos podamos asomar. Sin embargo, y por suerte, para el novelista que trabaja con la historia, la cuestión es mucho más simple, aunque no menos profunda en su dimensión ética. El novelista lee la historia, la esquilma y a través de recursos dramáticos y narrativos la pone en movimiento gracias a unos personajes que, incluso, pueden no ser reales, pues la primera relación de dependencia de la novela, su compromiso más importante es con la verosimilitud, no con la verdad. La subjetividad del escritor está presente en todo el proceso de escritura de la llamada novela histórica, desde la elección de la época hasta la de los personajes, pasando por el mensaje que se quiere transmitir. La novela constituye, construye una trama a partir de la historia con más o menos respeto por ella, de acuerdo a las intenciones dramáticas y conceptuales del autor, incluso según sus proyecciones éticas con respecto a lo establecido como la realidad o verdad histórica.
Sobre ese eje, el escritor cubano continuó recorriendo la historia de la humanidad presente en sus novelas. El hombre que amaba a los perros (2009) se compone en el entramado del asesinato de Trotsky, orquestado por Stalin y ejecutado por Ramón Mercader. México, París, Moscú y Cuba en el corazón del siglo XX configuran el espacio histórico que entrecruza a estos y otres personajes. Herejes (2017) propone la libertad como condición humana, inmersa en el genocidio nazi; la novela, además, tematiza la idea de destino del ser cubano que sostiene Padura en sus textos. La transparencia del tiempo (2018) presenta, al igual que las anteriores novelas, el escenario cubano en diálogo con otros mundos y épocas. Según el autor, habla desde un prisma propio en una narración policial que viaja en el tiempo, haciendo del hombre el objeto de la historia y de la violencia su motor.
Leonardo Padura nos invita a leer sus novelas y, también, a leer la historia desde la única mirada posible: la propia. Allí confluyen la objetividad del científico y la subjetividad del escritor.
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