El lenguaje inclusivo en las aulas. Un diálogo con Jesica Baez
Instituto del Desarrollo Humano, UNGS
“La lectura de los cánones con anteojos de género pueden ser excelentes puntos de partida para problematizar las desigualdades de género y la vulneración de derechos“.
Jesica Baez es Doctora en Educación y Licenciada en Ciencias de la Educación por la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Es Investigadora Asistente de carrera del CONICET y se desempeña como Profesora Adjunta en la asignatura Investigación educacional II y el seminario Abordajes socioeducativos de las problemáticas de género y sexualidades (FFyL, UBA). También es docente de posgrado en la FFyL, UBA y en la Universidad Nacional de la Matanza. Pertenece al colectivo “Mariposas Mirabal”.
I. Lenguaje inclusivo
¿Cómo definirías el lenguaje inclusivo?
Es complejo hablar de definiciones del lenguaje inclusivo en este momento porque estamos poniéndole palabras, poniéndole contenido y construyendo la definición de qué entendemos por lenguaje inclusivo. Lo más interesante de pensar el lenguaje inclusivo es revisar otras formas de denominación que se le dieron para dar cuenta de cómo el lenguaje pone en evidencia estructuras de desigualdad. ¿Cómo participa el lenguaje? ¿igual que otros objetos culturales o sujetos sociales? Los, las y les humanos participan de esas relaciones de poder y con ello, de las desigualdades. Y lo que me parece interesante, como gesto del habla, de lo escrito y de la oralidad, es cómo en diferentes momentos hubo desafíos frente al lenguaje. Podríamos pensar en el lenguaje cuando los movimientos feministas denuncian el sexismo en el lenguaje y la necesidad de que el lenguaje no sea sexista. Eso ya tiene mucho más años que el lenguaje no binario o inclusivo; pero hoy se actualiza no solo pensar en el contenido del lenguaje sino también en su estructura. Se actualiza con estas denominaciones de lenguaje no binario, lenguaje inclusivo. Si tuviera que dar una definición global, diría que son apuestas, desafíos que se hacen sobre el lenguaje para denunciar su estructura patriarcal, su estructura misógina, heteronormativa, cis. Son todos nombres que le ponemos al lenguaje al desafiar la estructura estándar y tradicional que tiene el mismo lenguaje.
¿Qué tipo de lenguaje inclusivo utilizás y recomendás (@, e, x, doble mención chicas y chicos)? ¿Por qué?
Personalmente utilizo el lenguaje como una forma de provocación y muchas veces el cómo utilizo el lenguaje varía en función del contexto en el que estoy. Mi recomendación es que lo más desafiante es poder reflexionar sobre cuándo hablamos con o. Es decir, cuando hablamos con o, qué estamos diciendo además de lo que estamos diciendo. Y en esa reflexión no solamente se relaciona con entender que hay marcador gramatical de género masculino o y poder problematizarlo, sino con ampliar esa reflexión sobre el contenido de lo que estamos diciendo. Parto de la idea de que el lenguaje nos atraviesa como humanos, humanas, humanes. Y así como no se puede imponer el uso de la o, tampoco se puede imponer el uso de la e, de la x, de os/as, el arroba, el asterisco o dejar un vacío; porque el lenguaje no es una imposición, el lenguaje es un derecho y lo usamos para comunicarnos. Y en ese recorrido, lo más importante es la reflexión, poder tener una mirada de cómo hablamos porque nuestras formas de hablar no son ingenuas. En nuestras formas de hablar podemos vulnerar los derechos de otros, otras y otres. En ese sentido se dirige mi recomendación, en instalar esa pregunta reflexiva por sobre cualquier tipo de imposición.
II. Lenguaje inclusivo y Ley ESI
¿El uso del lenguaje inclusivo está contemplado o podés enmarcarlo dentro de la Ley ESI? ¿Y dentro del currículum escolar?
El lenguaje inclusivo es una experiencia que estamos viviendo en Argentina, pero también en otros países y en relación a otras lenguas hay disputas en torno al lenguaje inclusivo. La ley ESI (Ley 26.150) se votó en 2006 y, en este momento, no se daban estos debates o no tenían la extensión que tienen actualmente. Entonces, no podemos decir que la ley contempló el lenguaje inclusivo. Pero lo más interesante de la Ley 26.150 es cómo en el proceso de su implementación (sobre el que todavía falta mucho), se fue construyendo un movimiento pedagógico que se apropió de la ley como un lugar de resistencia. Entonces, esa ley se fue traduciendo y articulando con distintos contenidos. Podemos pensar en cómo el “Ni una menos” atraviesa la ESI y cómo atraviesa el debate del lenguaje. Por lo tanto, si bien la ley formalmente no contempla el lenguaje inclusivo, cuando la ley sostiene que la sexualidad es integral, por supuesto estamos hablando de que la sexualidad atraviesa la comunicación, las formas en que escribimos, las formas en que nos expresamos, entonces necesariamente queda contemplado. Si vamos a hablar de ESI, es imposible que no hablemos del lenguaje; es más, es necesario que hablemos del lenguaje.
Y en términos curriculares, podría pensarse en dos sentidos. Por un lado, el debate del lenguaje inclusivo atraviesa la currícula específica de las áreas de lengua, de literatura, de comunicación, y la atraviesa en sus contenidos porque los, las, les profesores que enseñan cuestiones vinculadas con las letras están hablando de estos temas. Ahora bien, cualquier instancia educativa está atravesada por el lenguaje, por sus diferentes formas de expresión del lenguaje, por lo que todas las áreas comienzan a estar atravesadas curricularmente, en todas utilizamos formas de este lenguaje. Y esto no se da únicamente en el lenguaje oral sino también en el lenguaje de señas.
¿Cómo creés que repercutiría en las aulas la sanción efectiva de una ley o decreto sobre el uso del lenguaje inclusivo?
Tal vez ahí es interesante pensar qué posición tenemos frente a imponer. Cuando se habla de regulaciones en torno al lenguaje, rápidamente pienso en las pretensiones que tiene la Real Academia Española de imposición sobre el lenguaje. Como feminista y como pedagoga pienso qué lugar tiene la imposición. Si un decreto, una ley o un lineamiento curricular van a imponer el uso del lenguaje inclusivo o lenguaje no binario, incluso del lenguaje no sexista, si eso se va a imponer, mi pregunta es: ¿cuáles son todas las reflexiones que no estamos haciendo frente a una imposición? Sí pensaría, por el contrario, que las instituciones y el Estado, en sus distintas organizaciones y funciones, deben cuidar y garantizar el derecho de que las personas puedan utilizar el lenguaje y que no sean sancionadas por la forma en que lo utilizan. Esto es importante porque las desigualdades son estructurales y, por ejemplo, ningún estudiante debería ser sancionado por entregar su trabajo práctico con una x al mismo tiempo que ningún docente debería imponer determinado uso del lenguaje a sus estudiantes. En todo caso, hay que abrir la reflexión y, por supuesto, garantizar el derecho a usar el lenguaje libremente. Hubo varios casos de sanciones sobre el lenguaje inclusivo, lenguaje no binario, y considero que las instituciones deben tener una función de resguardo, de garantía, de lógica de cuidado y no únicamente en relación con les estudiantes sino también con les docentes.
III. Lenguaje inclusivo en la institución escolar y en el trabajo docente
¿Cuál es tu opinión acerca del canon literario clásico? ¿Puede ser abordado desde una perspectiva de género o necesita ser modificado?
Cuando estamos en un proceso de implementación, siempre hay que ir por más y sacar las o por las i/y. Pero en este caso, digo por las y, porque creo que las dos cuestiones pueden convivir y son dos buenas estrategias para abordar el canon literario y artístico. En todas las disciplinas se construye un canon y ese canon logró atravesar determinadas barreras, ser lo importante, lo valorado. Esos cánones con anteojos de género pueden ser excelentes puntos de partida para problematizar las desigualdades de género, la vulneración de derechos, y así una cantidad de contenidos. El mismo canon ofrece esa posibilidad en la medida en que lo podemos problematizar y no damos por obvio que eso es lo valorable, sino que miramos ese canon con una mirada que nos permita desarmar y comprender cómo se construyó, justamente para poder deconstruirlo. Tenemos un gran camino para recorrer en las escuelas. Podemos seguir leyendo El Quijote, El Cid Campeador, El Martín Fierro, pero ponerse anteojos de género nos permite, por ejemplo, leer El Martín Fierro y visualizar ese padre ausente, ese padre que abandona. Se pueden generar muchísimas otras lecturas de ese mismo canon en la medida en que lo que hacemos es deconstruir nuestra mirada respecto de este canon. Tal vez lo más importante es deconstruir la mirada canónica, que no nos permite romper la lectura hegemónica que se hace sobre el canon. Al mismo tiempo, es muy importante (por eso digo es una y) seguir ampliando ese canon y quizás hasta construir otros cánones posibles. Lo más interesante es empezar a problematizar cómo se construyó ese canon y, entonces, al mismo tiempo, va a suceder que van a emerger otras figuras, otros procesos, autores, autoras, autoris que aparezcan y circulen donde ya no vamos a trabajar con el canon hegemónico, sino con otros cánones no hegemónicos, por fuera de la frontera del patrimonio.
Por ejemplo, yo trabajaba con una docente que toda su currícula era Shakespeare, pero hacía algo muy interesante que era sacar los nombres de los diálogos y les estudiantes leían sin saber los nombres de quiénes eran. Después reconstruían quiénes podrían ser; qué cuerpos, expresiones, sexualidades, géneros, y esto era mucho más interesante que la mirada con la que yo leí esos textos, mirada en la que el nombre también me significó una interpretación. Después de formarme, también comprendí que no solo el nombre tiene una interpretación, sino toda la teoría crítica literaria me había dado una forma de interpretar ese texto. No es solamente el problema del canon, sino también de cómo nos formaron para leer ese canon.
¿Creés que lxs docentes pueden dictar clases con perspectiva de género sin recurrir al uso del lenguaje inclusivo?
Podría darles dos respuestas. Por un lado, creo que lógicamente no. Para poder dar una ESI con perspectiva de género (con mirada de derechos, que piense la sexualidad de manera integral, que tenga presente que todo acto de educar es un encuentro con un otro, otra, otre), en la medida que uno se posiciona desde ahí y entiende que ese vínculo pedagógico (que va a ser de encuentro) tiene que partir de poder reconocer a ese otro, otra, otre como un sujeto de derechos y que en tanto sujeto de derecho tiene el derecho de poder enunciarse en los términos que esa persona quiere… Si reconstruimos todo esto, para dar ESI es necesario usar un lenguaje no sexista, no binario, un lenguaje inclusivo. Esto se vuelve condición.
Ahora bien, por otro lado, también podemos decir que no necesariamente y digo esto en la medida en que nos podemos reconocer como parte de un proceso y dentro de este no todas la personas tienen acceso para hablar con la e, la x, porque no fueron formadas de esa manera, porque sus recorridos no fueron por ahí. Pero debemos partir de la reflexión sobre el lenguaje y entender que el lenguaje tiene un efecto sobre el otro, otra y otre. De esta manera, no se puede dar ESI sin hacer una reflexión sobre el lenguaje porque podemos estar vulnerando el derecho de ese otro, otra, otre de ser nombrado en los términos que quiere; podemos estar incurriendo en más sexismos, más exclusiones. La ESI es, por lo menos, el desafío de pensar una educación que no sea excluyente. Un desafío para que esa educación nos incluya de una manera problematizadora, dando cuenta de esas diferencias y desigualdades y teniendo como horizonte no vulnerar derechos.
Ese es el recorrido de la ESI. Entonces, por eso digo que la pregunta sobre la ESI en relación al uso del lenguaje inclusivo puede tener dos respuestas. En términos de compromiso pedagógico, lo más importante es que exista esa reflexión sobre el lenguaje y que todo acto de educar, si va a estar atravesado por la ESI, va a estar atravesado por ese compromiso y por generar las mejores condiciones para encontrarse con ese otro, otra, otre respetándolo, respetándola, respetándole en los términos que quiere ser reconocido, reconocida, reconocide.
Además, hay que tener en cuenta que está la Ley de Igualdad de Género y que el aula ya no es la misma. Tengo estudiantes que se acercaron para decirme “Por favor, con este pronombre, con ese nombre. No me lo reconocen aún, pero yo me autopercibo así”. Y hay una ley que lo avala.
Exactamente. Y yo creo que ahí hay algo muy interesante que es esta cuestión de pensar la ESI como movimiento que dialoga, a su vez, con otras leyes. La Ley de Identidad de Género lo que nos pone en evidencia, sobre todo para las instituciones educativas, es que tiene un articulado que es muy específico. Ese articulado dice que las personas no tienen la necesidad de cambiar los datos registrales, cambiar el DNI o la partida de nacimiento, para ser tratadas bajo el régimen del trato digno. Y el primer trato digno es el derecho al nombre y lo que conlleva el derecho de ese nombre, como hacer uso de los bienes culturales y simbólicos que ese nombre implica para esa persona. Esto quiere decir que si quiere ir al baño que se reconoce, en esa institución, como baño de mujeres o niñas, tiene derecho de ir a ese baño. Si quiere ir a otro baño, irá a otro baño. Es un derecho.
Y ese derecho muchas veces se vulnera. En las listas siguen figurando de otra forma por más que hayan elevado algún descargo, alguna nota. O cuando van a votar.
El trato digno tiene que ver con esto. El trato digno se da en función del contexto en el que se vive. Entonces incluye, por supuesto, el uso del lenguaje.
¿Qué tipo de estrategias didácticas con perspectiva de género aconsejás para enseñar y reflexionar acerca del lenguaje inclusivo a unx docente de Lengua y Literatura?
Creo que el recorrido es muy amplio en relación a qué estrategias utilizar y hay varias dimensiones que podríamos recuperar. Por una parte, podemos problematizar el lenguaje, ponerlo bajo un signo de interrogación y no verlo como algo natural de las relaciones humanas y esta reflexión podría ser el punto de partida. Es muy claro que nuestro lenguaje cambia a lo largo de la historia, el lenguaje se da en un contexto histórico, en un territorio específico. Esto marca el lenguaje, las formas que tiene ese lenguaje y cómo lo vamos a usar. En la medida en que podemos desnaturalizar ese hecho, es decir, plantearlo como problema y observar en el lenguaje una forma cultural que está atravesada por las relaciones de poder y las desigualdades, es un primer paso para la reflexión. Poder decir: “este es un objeto que podemos analizar”. No hablamos así porque sí; hablamos así porque somos parte de una sociedad y porque esta sociedad tiene determinadas características. Esto es un primer ejercicio que consiste en incomodar al objeto de estudio.
Otro ejercicio es reflexionar sobre uno mismo, misma, misme en relación con el lenguaje porque ese objeto nos atraviesa y nos constituye. Poder hacer el trazo reflexivo, incomodar nuestra propia experiencia es también otra estrategia. Incomodarnos como docentes que tenemos toda una biografía educativa. Nosotros no solamente hablamos como hablamos, sino que hablamos así porque fuimos a una escuela, y les docentes más. Entonces, tenemos también un recorrido de aprendizaje en torno al lenguaje que supera mucho más lo que se estudia en el Profesorado, que viene desde el primer maestro, maestra, maestre que tuvimos y que nos enseñó cosas respecto del lenguaje. Por lo tanto, estamos atravesados por una cantidad de conocimiento sobre el lenguaje sobre el que es necesario reflexionar teniendo como premisa que lo personal es político.
Acá hay dos puertas de entrada importantes y la tercera tiene que ver con les estudiantes que también vienen con un recorrido, desafíos y apuestas. Estas son tres estrategias potentes para pensar el lenguaje en el aula.
¿De qué forma se puede construir una enseñanza de la Lengua y la Literatura basada en la igualdad entre géneros?
Creo que es interesante preguntarnos qué es lo que entendemos por igualdad entre géneros. Para poder pensar cómo la literatura y la lengua pueden contribuir a la igualdad, es importante que nos preguntemos qué noción de igualdad vamos a sostener. Sobre todo, para poder problematizar las diversas formas de la constitución de los cuerpos sexuados. También podemos pensarlo en términos de interseccionalidad, y todas aquellas intersecciones que se ponen en juego en esa construcción del cuerpo sexuado, donde el género locuta con otras dimensiones. Entonces, pensar en una igualdad entre los géneros es mucho más complejo. Y en este punto, es evidente que la lengua y la literatura es un campo disciplinar que habla de la humanidad y es ahí que es interesante pensar qué humanidad construye este campo, qué humanidad se está poniendo en juego. Y entonces también podemos pensar qué igualdad de género se está proponiendo.
Yo hice un breve ejercicio de revisar programas de la formación de Letras de distintas universidades. Leía los programas y miraba quiénes aparecían en ese programa, qué autorxs leen en la carrera. Y fue interesante pensar qué tipo de humanidad se veía reflejada en los programas (varones, blancos, cis, heterosexuales, de clases medias altas, muy del norte). Y con esto no digo que hay que dejar de lado esas lecturas, debemos ponernos los anteojos de género y poder leerlos. Hay una autora que habla del currículum, y se pregunta cuál es el currículum raro que podemos construir, cómo podemos extrañar el currículum para que no hable del centro, es decir, estos varones blancos, cis, heterosexuales; sino para que el curriculum sea excéntrico. Sea un currículum que esté en el “ex”, García López Louro es quien trae esta idea. Nos hace pensar cómo podríamos construir un campo disciplinar de la Lengua y la Literatura que sea excéntrico, cómo se puede estructurar bajo otros regímenes que no sean androcentristas, norteñistas. De esa manera, va a haber una contribución que nos permita pensar la igualdad de género desde una mirada interseccional que complejice la escena que vivimos.
¿Qué consejo les darías a lxs docentes que desean utilizar el lenguaje inclusivo en sus clases, pero que por cuestiones institucionales no se animan a hacerlo?
El lenguaje es nuestra experiencia de comunicarnos, pero también, tiene una función creativa. Y pensando en estxs docentes que se encuentran en escenarios complejos, difíciles, donde están más marcados, mi primer señalamiento como trabajadorxs es la importancia de cuidarnos. No vamos a hacer actividades que nos expongan frente a situaciones complejas. Pero al mismo tiempo, mi consejo sería construir opciones más colectivas, para no estar solxs en estas situaciones. Probablemente, haya algunx otrx colega en esa institución, porque siempre trabajar con unx otrx es una posibilidad que amplía frente a una situación en la que no es sencillo intervenir.
Por otra parte, tal vez lo más importante para esa situación es poder reflexionar que el lenguaje es un derecho humano, que tiene que ver con la posibilidad de nombrar al mundo, de manera tal que ese contenido es mucho más accesible pensarlo en aquellos términos. No es necesario nombrar al lenguaje inclusivo; se puede trabajar con todo el contenido potencial que tiene el lenguaje inclusivo, que es pensar en el derecho del lenguaje, en el lenguaje político, en el lenguaje sexuado, el lenguaje que genera desigualdad. No hace falta ponerle el título “vamos a hablar del lenguaje inclusivo”, se puede ir por su contenido. Cuando unx lo desarma, se da cuenta de que es el contenido que enseña. Para mí es muy importante que las instituciones y el Estado empiecen a generar más instancias de garantía del derecho al uso del lenguaje inclusivo.
Entonces, mi consejo iría por ese lado, tratar de construir pequeños lazos colectivos, hay varios autores que hablan de las nanoestrategias, pequeñas intervenciones que pueden generar un quiebre, una incomodidad, una ruptura pequeña que genera incomodidad con respecto a otras cuestiones.
IV. Lenguaje inclusivo y lxs estudiantes
En relación con esto, ¿pensaste en algún tipo de actividad en particular para utilizar el lenguaje inclusivo dentro del aula? ¿Cómo fue que decidiste usarlo?
Creo que es interesante recuperar lo que sucede en Investigación educacional, una de las dos asignaturas que dicto en la Facultad de Filosofía y Letras, en la Carrera de Ciencias de la Educación. Esta carrera está altamente feminizada, la mayoría de mis estudiantes se reconocen como mujeres. Yo siempre decía al inicio de la materia que iba a hablar con a porque la mayoría eran mujeres y que los varones no se sintieran incómodos. Entonces como posicionamiento político decidía usar la a. Esto genera muchas incomodidades, lxs estudiantes por lo general lo entendían, pero generaba un ambiente de incomodidad. Con el correr de los años, esto tuvo distintos tenores, pero noté que muchas veces es más disruptivo cuando uso la a que la x. Sigue siendo más disruptivo en términos de provocación en relación al lenguaje.
Mi trayectoria tiene que ver con este uso de la a o la x, de esta posibilidad de problematizar el lenguaje. En mi tesis de doctorado trabajé con chiques trans que estaban atravesando distintos procesos de problematización en relación con el canon de la “normalidad”. En ese entonces se usaba más el arroba (@), en el 2008, luego escribí la tesis. Mi tesis está escrita con x. Pero no empecé el trabajo con esa idea, lo empecé con la idea de que había que visibilizar la a. Esa era una convicción que se sustentaba en un debate teórico y político.
¿Cómo percibís el uso del lenguaje inclusivo por parte de lxs estudiantes? ¿Creés que ahora se utiliza más o existe una demanda por parte de ellxs?
En principio podría decir que sí, que lxs estudiantes son un actor político central dentro de este debate sobre el canon del lenguaje. En lxs estudiantes del nivel medio y primario aparecen estas demandas de uso, y en el nivel superior mucho más. Lxs estudiantes tienen en su agenda de debates este tema. Seguramente si estuviéramos caminando por los pasillos de las facultades encontraríamos el uso del lenguaje inclusivo en los carteles, esto es un indicador para pensar. Es interesante que a lo largo del país y en las distintas instituciones se presenta como punto en común a lxs estudiantes como actores políticos en la primera línea. Claro que es una lucha de años con distintos movimientos que vienen trabajando en estas cuestiones. Lxs estudiantes están ocupando un lugar central, una voz preponderante en esa demanda.
¿Recordás alguna situación significativa que se haya generado en el aula debido al uso del lenguaje inclusivo?
Una escena que es bastante reiterada y que empezó a aparecer en la capacitación docente es la de lxs docentes que cuentan cómo cambian cuando cambian el lenguaje. Siempre aparecen las experiencias de las docentes del nivel inicial. Es interesante ver cómo en el nivel inicial cuando el lenguaje cambia, cambian los modos en los que nos movemos, la forma en la que actuamos y en la que nos referenciamos. Por ejemplo, cuando dicen “vamos chicos”, las niñas no responden a eso. Esas anécdotas me hacen pensar en el potencial del lenguaje. Hay muchos debates en relación con “cómo hablamos es como pensamos”, qué tanto efecto tiene el lenguaje sobre las conductas humanas. Pero lo que es notorio es que cuando el lenguaje cambia, las sociedades cambian. No podemos determinar qué cambia primero y qué después, pero sí que atrevernos a incomodar el lenguaje es atrevernos a incomodar las formas que tiene la sociedad. Y si esa sociedad es desigual, patriarcal, sexista, misógina, heteronormativa, si es transfóbica, y nosotros nos atrevemos a modificar el lenguaje, estamos modificando algo de esa sociedad también. El potencial del lenguaje inclusivo es indiscutible, nos muestra cómo el lenguaje puede aspirar a ser más justo, aspirar a un encuentro más genuino.
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