Rocco Carbone
Roberto Raschella: un renacentista del siglo XX
Instituto del Desarrollo Humano, UNGS
En agradecimiento por la donación de la biblioteca personal de Roberto Raschella a la Unidad de Biblioteca y Documentación de la UNGS (UByD) y al profesor Rocco Carbone por su gestión para esta importante adquisición, con el presente artículo conmemoramos la obra y compromiso del autor, como legado para nuestra literatura.
Roberto Raschella nació el 30 de septiembre de 1930 en Buenos Aires. Hijo y hermano de inmigrantes italianos: calabreses, en lo específico. La cuestión de la “calabresidad” lo llevó a sostener que no escribe sobre inmigrantes sino como “un inmigrante más”, como el hijo de un exiliado político. A lo largo de su vida, trabajó como maestro de primaria durante más de treinta años, profesión que siempre reivindicó. Por lo que concierne a su compromiso político: militó en el Partido Comunista Argentino entre los 18 y los 33 años. En 1963 hizo un viaje iniciático a Italia y sobre todo a Calabria para indagar sobre la historia de su padre, militante comunista italiano que había resistido el auge del Fascismo y de Mussolini. Roberto conoció tardíamente esa historia familiar de resistencia política y cultural, mediante el prontuario paterno que le fue facilitado por un fotógrafo italiano durante su viaje. En Calabria se encontró con la parte italiana de su familia, pero entró en contacto sobre todo con la cultura y la literatura del mezzogiorno y ese encuentro resultó decisivo para su propio desarrollo literario.
Antes de dedicarse a la literatura, Raschella se vio empeñado en el cine nacional, sobre todo en la escritura de guiones y trabajos de crítica cinematográfica en diversas revistas como Cinema Nuovo, Cinecrítica, Cuadernos de cultura, Tiempo de cine, Lyra, Innombrable, La ballena blanca, y El jabalí. En cuanto a los guiones, tenemos: Spilimbergo, con dirección de Macario Rodríguez (1960), y El Ejército (1969), de Nemesio Juárez (cinta secuestrada durante la dictadura en 1976). Se desempeñó también como traductor del italiano al castellano, y versionó autores como Dante Alighieri, Nicolás Maquiavelo, Luigi Pirandello, Pier Paolo Pasolini, Italo Svevo y Gabriele D’Annunzio. Todos estos escritores tuvieron una gran influencia en su escritura literaria.
A los 37 años de edad, luego del viaje iniciático a Italia y especialmente a Calabria, abandonó su participación en el ámbito del cine y empezó a dedicarse a la literatura, particularmente a la novela y a la poesía, y en menor medida al ensayo. Esta labor le valió distintos reconocimientos: el premio Boris Vian, en 1999; el segundo Premio Nacional de Literatura, en 2004; y el otorgamiento de la Beca Guggenheim, en 2005.
Nutrida por este cúmulo de experiencias previas y por su particular formación dentro de una horizonte cultural doble (argentino e italiano), la producción literaria de Raschella se expresa en una lengua peculiar: un castellano mestizado permanentemente con elementos dialectales de alguna variación oral del calabrés. Esa lengua y el transfondo familiar marcado por la política, los exilios, las migraciones, la memoria son el motor de la escritura de Raschella, tal como él mismo lo manifestó en varias entrevistas. Todo ese entramado constituye “un núcleo de invención poética” (se trata de una definición del propio escritor).
Otra peculiaridad de la producción de Raschella es su manifestación tardía, pues su primer libro –un poemario– aparece casi sobre el filo de los cincuenta años. Su título es Malditos los gallos (Finnegans, 1979). Esa opera prima es seguida por dos poemarios más: Poemas del exterminio (Libros de tierra firme, 1988) y Tímida hierba de agosto (Alción Editora, 2001). La publicación de sus poemas “concluye” (tomo distancia porque podrían aparecer otras publicaciones) con un reconocimiento por parte de la editorial Fondo de Cultura Económica que editó La casa encontrada. Poesía reunida, 1979-2010 (2011). Este texto reúne los primeros tres poemarios, más el agregado de un cuarto. Finalmente, en 2013, el propio Raschella publicó Tránsitos I de forma autogestiva, junto a su emprendimiento editorial, La Yunta.
En cuanto a la novelística raschelliana, tenemos una suerte de trilogía “ambiciosa” (según la perspectiva del propio autor). Encabezada por Diálogos en los patios rojos (Paradiso Ediciones, 1994), ahí Raschella recurre a su pasado para dar forma al argumento de esta novela, que se centra en la transmisión de la historia familiar a través de la escucha, de la participación indirecta de esos diálogos paterno/maternales –y fraternales–, en los que converge en primera instancia la mixtura lingüística y cultural que caracterizan al narrador, como al propio autor y a su producción. La segunda parte de esta triada, Si hubiéramos vivido aquí (Losada, 1997), entraña en su título ese enigma del autor sobre la posibilidad remota de haber nacido en la tierra de sus padres, hecho sobre el que destacó su verdadero destino (el de ser argentino) como una total casualidad, que no habría tenido lugar de no haberse producido una de las grandes conmociones de la historia de Italia, de Europa y del mundo (occidental): el advenimiento del Fascismo de Mussolini. En 2015, ya con 85 años, publicó la que sería “la primera parte de la tercera parte” de su trilogía: La Follia Utopistica (La Yunta, 2015). Ahí articula su entramado genealógico, pues refiere a las cartas que su madre le envió a Benito Mussolini en Italia con el fin de lograr obtener el pasaporte para reunirse con su esposo que ya vivía en la Argentina. En ese texto potente y extraordinario, Raschella utiliza como pretexto narrativo la cuestión –inexistente– de que el padre de su futuro hijo padecía de follia utopistica, lo que puede ser traducido como “locura utópica”, siendo follia una palabra polisémica, ambivalente entre “locura” y “alegría”; y utopistica, una indicación a las luchas sociales y a la militancia política propia de la cultura comunista.
Quiero destacar también que Raschella fundó un sello editorial: La Yunta. Esta particularidad lo identifica no sólo como escritor sino también como promotor cultural, junto con otros compañeros –Andrés H. Allegroni, Daniel Riquelme, Milton Rodríguez, Alejandro Cesario, entre otro–, todos ellos unidos en la misión de dar a conocer nuevas voces literarias del complejo entramado nacional, que tienden a ser ubicadas fuera del foco de visión de las “grandes editoriales”.
Junto con Mariano Fiszman, Raschella escribió La historia que nunca les conté. El libro de Gisela, Polonia 1943 -1944 (Grupo Ed. Norma, 2005). Se trata de un relato basado en el testimonio de Gisela Gleis de Saginur, superviviente del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, quedan muchos inéditos de Raschella. Y sería más que deseable que la cultura argentina organizada los rescate y edite en alguna experiencia colectiva. En este sentido, nuestra Universidad ya conserva un patrimonio que es la propia biblioteca personal de Raschella, que está a disposición de nuestrxs estudiantes y de la comunidad científica argentina e internacional.
En síntesis, en Roberto Raschella –en su persona y en su escritura– confluyen varios elementos, inquietudes y vivencias, memoria y desplazamientos, dramas y conmociones políticas. Aunque quizá todo se concentra en su propia genealogía y en la hibridez cultural y lingüística y en una producción literaria (cultural) espaciada, pero persistente.
Comentarios
1 comentario
Fue mi maestro de septimo grado en la escuela Republica Dominicana en congreso y conesa en 1970, tengo un recuerdo imborrable, años despues pude tomar un cafe con el pero perdi el rastro, no figura en ningun lado si esta vivo, y no consigo libros de el, me emociono mientras escribo esto, quisiera info
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